Había varias maneras para saber si una tradición había sido inventada o no. Una era animar a los narradores a que confesasen. Esto no era raro entre los que habían caído en el sectarismo y luego, al ser guiados a la verdad, confesaban cuáles eran las tradiciones que se habían inventado.
Además, los tradicionistas eran extremadamente sensibles a la mentira. Si se podía probar que un narrador había mentido sólo una vez, todas las tradiciones que proviniesen de dicha fuente eran rechazadas. Los narradores debían ser totalmente veraces, tener buena memoria, ser esmerados en su práctica del Islam y no estar involucrados en sectarismos. Por otra parte, si a un narrador fidedigno se le debilitaba la memoria o sufría dificultades mentales similares, sus narraciones ya no eran aceptadas. Por ejemplo, cuando Ibn Abi Lahia, famoso por su austeridad y su temor a Allah, perdió el cuaderno que usaba para recitar sus tradiciones, el Imán Bujari se limitó a transmitir aquellas tradiciones suyas que habían sido confirmadas o reforzadas por otro narrador fiable.
Se dice que el estilo literario de una persona es propio de dicha persona. Por lo tanto, si eres un lector cuidadoso, puedes identificar a un autor por su estilo y distinguirlo de los demás. Los tradicionistas se dedicaron al Hadiz, por lo que podían distinguir fácilmente entre los dichos del Profeta y los efectuados por otra persona, por muy talentosa que fuese dicha persona.
Otro modo era juzgar las tradiciones de acuerdo al Corán y a los hadices mutawatir. Si tres o más Compañeros transmitían un hadiz del Profeta, el cual luego era transmitido a través de numerosas cadenas de transmisión de narradores fiables, es un hadiz mutawatir. Las tradiciones del Profeta transmitidas por un Compañero se llaman ahadi. Dichas tradiciones se consideraban auténticas después de haberlas contrastado con el Corán y con las tradiciones mutawatir.
A pesar de no tratarse de un método objetivo, algunos piadosos eruditos vieron al Mensajero en vigilia y recibieron tradiciones directamente de él. El hadiz qudsi: “Era un tesoro escondido y quise darme a conocer, por lo que cree el Universo” se dice que pertenece a esta clase de hadices.[1] Se dice que Yalal al-Din al-Suyuti vio en vigilia al Mensajero varias veces. Antes de escribir un hadiz que consideraba auténtico, el Imán Bujari hacía wudu y le refería el hadiz al Mensajero; y sólo escribía el hadiz en su cuaderno tras haber recibido la aprobación del Mensajero.[2] Algunos tradicionistas vieron al Compañero que había narrado el hadiz del Profeta.
Los tradicionistas escribieron obras de varios volúmenes acerca de los narradores, en las cuales proporcionaban detalles sobre sus biografías: dónde y cuándo habían nacido, a dónde emigraron y dónde vivieron, sus maestros, de quién recibieron, a quiénes narraron tradiciones y cuándo y dónde murieron.
El primer libro de este género fue el libro de Ali ibn al-Madini Kitab al-Marifat al-Sahaba (Libro del Conocimiento de los Compañeros). Entre los más importantes figuran los siguientes: la obra de Ibn Abd al-Barr Al-Istiab fi Marifat al-Ashab (Libro Exhaustivo sobre el Conocimiento de los Compañeros), el libro de Ibn Hayar al-Asqalani Al-Isaba fi Tamyiz al-Sahaba (El Acierto al Juzgar a los Compañeros), el libro de Ibn al-Azir Usd al-Ghaba (Los Leones del Bosque), la obra de Ibn Sad Al-Tabaqat al-Kubra (el diccionario biográfico más exhaustivo sobre los principales eruditos de entre los Compañeros y los Tabi’un), el Tarij Ibn Asakir (Historia de Ibn Asakir), el Tarij al-Bujari (Historia de Bujari) y la obra de Yahya ibn Main Al-Tarij al-Kabir (La Gran Historia).
Los grandes tradicionistas, entre los que figuran Bujari, Muslim, Tirmizi, Abu Dawud, Nasai, Ibn Maya y Ahmad ibn Hanbal, recopilaron tradiciones auténticas en voluminosos libros. Otros, como Maqdisi, recopilaron tradiciones inventadas. Luego, otros que vinieron posteriormente, examinaron una vez más la autenticidad de las tradiciones ya previamente recopiladas.
Por ejemplo, Ibn al-Yawzi (m. 597 d. H.) consideró que algunas de las tradiciones que figuraban en el Musnad de Ibn Hanbal eran de transmisión débil o incluso inventadas, y ello a pesar de pertenecer a la escuela legal de Ibn Hanbal. Más tarde, Ibn Hayar al-Asqalani hizo un examen detallado de las mismas tradiciones y, con excepción de trece, probó su autenticidad. Yalal al-Din al-Suyuti (m. 911 d. H.) las volvió a escudriñar una vez más y llegó a la conclusión de que ninguna había sido inventada, a pesar de que algunas tuviesen una cadena de transmisión débil. También revisó la obra de Ibn al-Yawzi Al-Mawduat al-Kubra (Gran Colección de tradiciones Inventadas) y especificó cuáles eran las auténticas. Siendo de la opinión de que tampoco el resto estuviesen inventadas, escribió Al-Laali al-Masnua (Perlas Artificiales).
Otros grandes tradicionistas reunieron compendios adicionales. Tradicionistas tan relevantes como Bujari y Muslim, eruditos de gran rigor, no incluyeron muchas tradiciones en sus colecciones. El Al-Mustadrak Ala al-Sahihayn de Hakim (Apéndice a las Dos Colecciones de Tradiciones Auténticas) constituye un voluminoso anexo a Bujari y Muslim. Éste, a su vez, fue rigurosamente revisado por Hafiz Zabi, conocido por su gran memoria.
En siglos posteriores, se escribieron libros acerca de extendidas máximas y dichos sabios considerados como hadices. El libro de Sajawi Maqasid al-Hasana y el de Ayluni Kashf al-Jafa los examinan una a una especificando cuáles son realmente tradiciones y cuáles no. Por ejemplo, aparte de las muchas tradiciones auténticas y versículos coránicos que animan a la gente a aprender, hay dichos populares como el de “Busca el conocimiento de la cuna a la sepultura” y el de “Busca el conocimiento aunque sea en la China”, los cuales fueron examinados por los tradicionistas quienes comprobaron que no eran realmente tradiciones.
Tras estos formidables estudios, exámenes detallados y rigurosas verificaciones, podemos afirmar que las colecciones de tradiciones auténticas no contienen ninguna que sea inventada. Los que continúan cuestionando la validez de las tradiciones y de la Sunna tan sólo actúan movidos por prejuicios religiosos, políticos o ideológicos, además de la tendenciosa erudición orientalista, a fin de proyectar dudas sobre esta fuente vital del Islam y sobre su puesta en práctica en la vida cotidiana.
[1] Ayluni, Kashf al-Jafa’, 1:132; Ali al-Qari, “Al-Asrar al-Marfua,” 269.
[2] Ibn Hayar, Tahzib al-Tahzib, 9:49.
02 diciembre, 2007
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