02 diciembre, 2007

Verificación

Los Compañeros se esforzaron en verificar el significado de las tradiciones. Ninguno de ellos mentía, ya que su temor del castigo divino era enorme. Sin embargo, los transmisores pudieron haber malentendido alguna tradición, no captar algún punto importante de la misma al recibirla del Mensajero o malinterpretarla. Sin intención alguna de oponerse al Mensajero, se esforzaron en entender su verdadero propósito y analizaron lo que recibieron de él.
Una mujer le preguntó al Califa Abu Bakr si podía heredar de sus nietos. El respondió: “No he visto nada en el Corán que lo permita, ni recuerdo al Mensajero decir algo al respecto”. Mughira ibn Shuba se puso de pie y dijo: “El Mensajero permitió a la abuela que heredase una sexta parte (del patrimonio)”. Abu Bakr le preguntó a Mughira si podía aportar un testigo que diese fe de ello. Cuando Muhammad ibn Maslama dio fe de ello, Abu Bakr dio a la mujer una sexta parte del patrimonio de su nieto.[1]
Cuando el Mensajero declaró: “Los que sean llamados por Allah a rendir cuentas por sus acciones el Día del Juicio estarán arruinados”, Aisha preguntó: “¿Qué pasa con la declaración divina que consta en el Corán que dice así: Entonces, serán llamados a rendir cuentas (por sus actos), y será una cuenta fácil? El Mensajero respondió: “Se refiere a la presentación. Todos rendirán cuentas de sus actos ante Allah. Si los que obraron mal niegan sus malas acciones, entonces Allah les informará sobre sus obras. Esos son los que estarán arruinados”.[2]
Según consta en Bujari, Omar narró lo siguiente:
Escuché a Hisham ibn Hakim pronunciar algunas palabras de la Sura al-Furqan de modo algo diferente a cómo el Mensajero me había enseñado. Esperé pacientemente hasta que aquél hubo acabado de rezar, y le pregunté: “¿Quién te ha enseñado dicha recitación?”. Cuando me dijo que la había aprendido del Mensajero, le llevé ante el Mensajero y le expliqué la situación. El Mensajero le pidió a Hisham que recitase la Sura, lo cual hizo. Entonces, el Mensajero asintió con la cabeza y dijo: “Así me fue revelada”. Luego, me pidió que recitase yo, lo cual hice. Asimismo, asintió con la cabeza y dijo: “Así me fue revelada”. Y añadió: “El Corán fue revelado de nueve maneras diferentes. Recitadla de la manera que os sea más fácil”.[3]
Los Compañeros se dedicaron tanto a la Sunna que viajaban largas distancias tan sólo para aprender un solo hadiz. Por ejemplo, Abu Ayyub al-Ansari viajó de Medina a Egipto para comprobar la formulación exacta de un hadiz. De entre los que lo había escuchado del Mensajero, sólo Uqba ibn Amir estaba aún vivo y residía en Egipto. Abu Ayyub llegó a la capital y apelando a su gobernador, Maslama ibn Mujallad, obtuvo un guía que le llevó hasta Uqba. Cuando se encontró con dicho Compañero en una calle, le preguntó sobre: “Quien encubra el defecto de un creyente en esta vida, Allah encubrirá sus defectos en la próxima”[4]. Y al decirle Uqba que su memoria era correcta, Abu Ayyub se dio media vuelta y dijo: “He venido sólo por este hadiz. No me gustaría mancillar mi intención quedándome para otros asuntos”.[5]
Tal y como consta en Bujari, Yabir ibn Abdallah viajó durante todo un mes tan sólo para recibir un hadiz directamente de su narrador, Abdallah ibn Unays. Al encontrar a Abdallah, le dijo: “Me ha sido dicho que tú narras un hadiz que no he escuchado del Mensajero. Temiendo que uno de nosotros muriese antes de que lo aprendiese, he venido a ti”. Yabir aprendió el hadiz y regresó a Medina.[6]
Dichos viajes prosiguieron a lo largo de los siglos. Said ibn al-Musayyib, Masruq ibn Ayda y otros hicieron largos viajes para aprender un solo hadiz o para confirmar una sola letra de un hadiz. Kazir ibn Qais, uno de los amantes del conocimiento, viajó de Medina a Damasco para aprender un hadiz de Abu Darda.[7]
Los Tabi’un mostraron el mismo grado de cautela que los Compañeros al narrar tradiciones. Tal y como Amash dijo, preferían que se les cayese encima el cielo a añadir incorrectamente una sola vocal a un hadiz.[8]
Los Ahl al-Sunna wa al-Yamaa están de acuerdo en la absoluta veracidad de los Compañeros.[9] Sin embargo, tras los conflictos internos que surgieron entre los musulmanes, los Tabi’un empezaron a inspeccionar cualquier hadiz que escuchasen y a preguntar acerca de la veracidad de sus narradores. Muhammad ibn Sirin dijo: “Antes, no solíamos preguntar sobre los narradores. Pero después de que surgiesen conflictos internos, empezamos a preguntar”.[10]
Gente de débil carácter y fe poco sólida inventó tradiciones para promover sus creencias sectarias. Los Nasiba (los Omeyas y sus partidarios que se oponían a Ali) inventaron tradiciones a favor de Osman y Muawiya y contra Ali. Los Rafiditas (Chiítas extremistas) inventaron tradiciones contra Osman y Muawiya y a favor de Ali. Esto hizo que estudiosos meticulosos y buscadores de la verdad emprendiesen un examen cuidadoso de cada hadiz transmitido y del carácter de sus narradores. Abu al-Aliya dijo:
Ya no estábamos satisfechos con lo que se nos informaba de un Compañero. Viajábamos para recibirlo directamente del Compañero o Compañeros que lo habían narrado y para preguntar a otros Compañeros que lo conocían.[11]
El Imán Muslim narra que Bushayr al-Adawi narró un hadiz a Ibn Abbas. Al notar que éste no le prestaba atención, Bushayr le preguntó sorprendido: “¿Por qué no me escuchas? Estoy narrando un hadiz”. Ibn Abbas respondió lo siguiente:
En el pasado nuestros corazones saltaban de alegría y excitación cuando alguien empezaba a narrar un hadiz diciendo: “El Mensajero dijo”. Prestábamos toda nuestra atención. Pero después de que la gente empezó a viajar de un sitio para otro, sólo recibimos de los que ya conocemos.[12]
Ibn Abd al-Barr, el gran erudito de la España musulmana (Al-Andalus), relata de Amir ibn Sharahil al-Shabi, uno de los grandes estudiosos de los Tabi’un lo siguiente: Rabi ibn Husayn me relató el siguiente hadiz:
Los que reciten diez veces: “No hay mas dios que Allah, Uno y sin asociado. Suyo es el reino y Suya toda la alabanza. Da la vida y causa la muerte. Es poderoso sobre todas las cosas” obtendrán tanta recompensa como el que libere a un esclavo.
Shabi preguntó a Rabi quién le había narrado ese hadiz. Éste respondió que se lo narró Abd al-Rahman ibn Abi Layla. Shabi se fue y se encontró con Ibn Abi Layla, el cual vivía en otra ciudad. Ibn Abi Layla dio fe de la autenticidad de dicho hadiz, diciendo que se lo había escuchado a Abu Ayyub al-Ansari.[13]
Grandes estudiosos de la talla de Ibn Shihab al-Zuhri, Ibn Sirin, Sufyan al-Zawri, Amir ibn Sharahil al-Sha‘bi, Ibrahim ibn Yazid al-Nahai, Shuba, Abu Hilal, Qatada ibn Diama, Hisham al-Dastawai y Miz’ar ibn Qudam hicieron todo lo posible para determinar qué tradiciones eran auténticas y cuáles eran inventadas. Cuando no estaban seguros acerca de la autenticidad de una tradición, se consultaban mutuamente. Por ejemplo, Abu Hilal y Said ibn Abi Sadaqa preguntaron a Hisham al-Dastawai sobre la redacción exacta de una tradición sólo para asegurarse de ello. Shuba y Sufyan al-Zawri remitieron a Mizar un asunto del cual no tenían conocimiento exacto.[14] Estos grandes eruditos no permitieron que se difundiesen falsas tradiciones. Siempre y cuando escuchasen a gente conocida por sus opiniones sectarias narrar una tradición, estos tradicionistas les preguntaban quién era el que les había narrado dicha tradición.
Estos especialistas amantes y buscadores de la verdad ni siquiera se abstenían de revelar las debilidades de sus propias familias y allegados. Por ejemplo, Zayd ibn Unaysa advirtió a los tradicionistas de no recibir hadices de su hermano, posiblemente por su mala memoria, su poco cuidado o su sectarismo.[15] Cuando se le preguntaba por su padre, Ali ibn al-madini, el primero en escribir sobre los Compañeros, respondió: “Pregunta a otros acerca de él”. Cuando insistían, decía: “Hadiz significa religión; y mi padre es débil en ese punto”.[16]
Waqi ibn Yarrah, formado en la escuela de Abu hanifa y profesor del Imán Shafí, dijo: “Que yo sepa, nunca he olvidado nada después de haberlo escuchado. Ni recuerdo nada que haya tenido que repetir para poderlo memorizar, si sólo lo he escuchado una vez”. A pesar de la gran memoria que el Imán Shafí tenía, éste se quejó una vez ante Waqi de su pobre memoria. Waqi le dijo: “Deja de cometer pecados. El conocimiento es una luz que viene de Allah, y no puede ser concedida a los que pecan”. Cuando su padre, Yarrah, narraba un hadiz, Waqi se ponía junto a él. Cuando le preguntaron la razón de ello, respondió lo siguiente. “Mi padre trabaja en el departamento financiero del estado. Por lo que temo que suavice algunas tradiciones a favor del gobierno. Por eso le acompaño para evitar que se produzca ese fallo”.[17]
Mientras se escribían las tradiciones, también eran memorizadas por algunos de los mayores tradicionistas de la historia del Islam. Por ejemplo, Ahmad ibn Hanbal memorizó alrededor de un millón de tradiciones, entre las que estaban incluidas las auténticas, las buenas, las débiles y las inventadas (algunas eran idénticas en texto pero con cadenas de transmisión diferentes). Su libro, Musnad, contiene sólo cuarenta mil tradiciones de trescientos mil.
Yahya ibn Main memorizaba tanto tradiciones auténticas como inventadas. Cuando Ibn Hanbal le preguntó por qué hacía eso, le respondió: “Informo a la gente sobre las tradiciones inventadas para que elijan las auténticas”.[18] Muchos expertos se dedicaron a esta actividad conociendo miles de tradiciones de memoria. Los más famosos de entre ellos fueron Zuhri, Yahya ibn Said al-Qattan, Bujari, Muslim, Daraqutni, Hakim, Zahabi, Ibn Hayar al-Asqalani y el Imán Suyuti.
Gracias a los tremendos esfuerzos de dichos tradicionistas, las tradiciones auténticas se pudieron distinguir de las falsas. Además de registrar las tradiciones auténticas en libros y de memorizarlas, muchos tradicionistas escribieron acerca del carácter de los narradores, para que la gente supiese quién era fidedigno y quién no lo era; quién cuidadoso y quién no; quién era profundo y meticuloso y quién superficial; y quién era temeroso de Allah y quién irresponsable.
Cuando la gente les advirtió de que revelar los defectos de la gente acarrearía la vergüenza sobre dicha gente, respondieron así: “Hadiz significa religión. Por lo tanto se le debe conceder más prioridad que ocultar los defectos de los narradores”.[19] Yahya ibn Said al-Qattan, conocido por estar siempre al tanto de los defectos, solía decir: “Ante Allah, prefiero tenerles como enemigos que tener al Mensajero como enemigo”.[20]

[1] Tirmizi, “Faraid” 10.
[2] Bujari, “‘Ilm” 35; Muslim, “Janna” 79.
[3] Bujari, “Jusuma” 4; Muslim, “Musafirin” 270; Abu Dawud, “Witr” 22. Algunas palabras del Corán pueden ser pronunciadas con pequeñas diferencias. Por ejemplo en la Surat al-Fatiha, la palabra Mâlik también puede ser pronunciada Meliá, sin que ello constituya una diferencia sustancial en el significado. Otro ejemplo sería la palabra heyte en 12:23, la cual puede ser pronunciada hîte, sin diferencia de significado. Es una diferencia de acento únicamente (Nota del traductor).
[4] Bujari, “Maghazi” 3; Muslim, “Birr” 58.
[5] Jatib al-Baghdadi, “Al-Rihla fi Talab al-Hadiz” 118-24.
[6] Ibn Sad, Tabaqat, 3:178; Bujari, Al-Adab al-Mufrad, 337.
[7] Al-Baghdadi, “Al-Rihla fi Talab al-Hadiz” 78; Ibn Maya, “Muqaddima” 17.
[8] Jatib al-Baghdadi, Al-Kifaya fi ‘Ilm al-Riwaya, 178.
[9] Los Ahl al-Sunna wa al-Yamaa (la Gente de la Sunna y la Comunidad) son la gran mayoría de los musulmanes que siguen el camino del Profeta y los Compañeros. Algunas facciones difieren con ellos en temas sobre creencia (tal y como los Mutazila y los Yabriya) o en temas sobre el papel de los Compañeros en la religión (como los Jariyitas y los Chiitas). Ello es así en parte por inclinaciones políticas y también por haber sido influidos por los antiguos filósofos (Nota del traductor).
[10] Muslim, “Muqaddima” 5.
[11] M. Ayyay al-Jatib, Al-Sunna Qabl al-Tadwin, 178.
[12] Muslim, “Muqaddima” 5.
[13] M. Ayyay al-Jatib, Al-Sunna Qabl al-Tadwin, 222.
[14] Ibíd., 229.
[15] Muslim, “Muqaddima” 5.
[16] Ibn Hayar, Tahzib al-Tahzib, 5:176; Zahabi, Mizan al-I‘tidal, 2:40.
[17] Ibn Hayar, Tahzib al-Tahzib, 6:84.
[18] M. Ayyay al-Jatib, Al-Sunna Qabl al-Tadwin, 229.
[19] Ibíd., 234.[20] Ibn Salah, Ulum al-Hadiz, 389.

No hay comentarios: