02 diciembre, 2007

La advertencia del Mensajero y el autocontrol de los Compañeros

Los Compañeros y las generaciones que les sucedieron eran muy meticulosos con la narración y la transmisión de dichas tradiciones.[1] Se esforzaron en separar dichas tradiciones de las que habían sido inventadas (para satisfacer necesidades personales o sectarias). Tras memorizarlas palabra por palabra, transmitieron las verdaderas a las siguientes generaciones.
El Islam se distingue de la incredulidad por su firme arraigo en la veracidad. Los verdaderos musulmanes no mienten. Los Compañeros y sus sucesores probaron su apego al Islam por medio de su sacrificio personal. Temían a Allah, vivían austeramente y evitaban las comodidades mundanas. Grandes eruditos y santos surgieron de entre ellos y sus ejemplos aún son seguidos.
El Mensajero advirtió a la gente que no mintiese sobre él: “Los que mientan sobre mí que preparen sus moradas en el fuego”.[2] “Quien transmita algo falso de mí es un mentiroso”.[3] Ante dichas advertencias, los Compañeros, los cuales se habían sacrificado por la causa del Islam durante todas sus vidas, ¿se les ocurriría siquiera pensar en mentir sobre el Mensajero?
En base a estas consideraciones, los Compañeros se tomaban con gran esmero la narración de las tradiciones para que no ocurriese error ni malentendido alguno. Por ejemplo, Ali solía decir: “Temo tanto narrar tradiciones del Mensajero que prefiero caerme desde el cielo a decir una mentira sobre él”.[4]
Abdallah ibn al-Masud, uno de los Compañeros más cultos y cercanos era igual de cuidadoso. Cuando se le pedía que contase algo sobre el Mensajero, empezaba diciendo: “El Mensajero de Allah dijo”, se paraba e inclinaba la cabeza, respiraba profundamente y se desabrochaba el cuello a la vez que sus ojos se llenaban de lágrimas. Tras la narración, añadía: “El Mensajero de Allah dijo eso, o algo similar a eso, o algo más o menos como eso”.[5]
Zubayr ibn Awwam, uno de los diez Compañeros a los que se le aseguró el Paraíso, sólo narró unas pocas tradiciones del Mensajero. Cuando su hijo le preguntó por qué, respondió: “Me da mucho miedo decir algo diferente a lo que el Mensajero realmente dijo. Ya que él dijo: ‘Los que mientan sobre mí intencionadamente que preparen sus moradas en el fuego’”.[6] Anas ibn Malik, que sirvió al Profeta durante diez años, dijo: Si no me diese tanto miedo cometer errores, relataría muchas más narraciones sobre el Mensajero”.[7]
Abd al-Rahman ibn Abi Layla llegó a conocer a quinientos Compañeros. Cuando visitaba un lugar, la gente decía: “El hombre que conoció a quinientos Compañeros ha venido a nuestra ciudad”. Tenía una gran influencia sobre Abu Hanifa y el Imán Abu Yusuf. Nos informó de lo siguiente: “Estaba personalmente familiarizado con ciento veinte Compañeros. A veces todos estaban en la misma mezquita. Cuando se les preguntaba algo, cada uno esperaba que el otro respondiese. Si se les pedía que narrasen una tradición, ninguno se atrevía a hacerlo. Finalmente, uno se encomendaba a Allah y empezaba a narrar. Y siempre añadía: ‘El Mensajero dijo eso, o algo similar a eso, o algo más o menos como eso’”.[8]
Zayd ibn Arqam fue una de las primeras personas en abrazar el Islam. En los primeros tiempos del Islam, el Mensajero se reunía con los musulmanes en secreto en su casa. Zayd fue nombrado superintendente del Tesoro Público durante los califatos de Omar y Osman. Cuando vio a Osman dar artículos del Tesoro a sus familiares, le dijo: “Comendador de los Creyentes. La gente va a sospechar de mí y no va a confiar más en mí. Permíteme que dimita”. Cuando Abd al-Rahman ibn Abi Layla le pidió que narrase una tradición, Zayd respondió: “Hijo mío, me he hecho viejo y olvidadizo. Narrar algo del Mensajero no es nada fácil”.[9]

[1] Los primeros dos o tres narradores citados en la cadena de autoridad de una tradición.
[2] Bujari, “‘Ilm” 38; Muslim, “Zuhd” 72; Abu Dawud, “‘Ilm” 4; Tirmizi, “Fitan” 70.
[3] Muslim, “Muqaddima” 1.
[4] Bujari, “Istitaba” 6; Abu Dawud, “Sunna” 28.
[5] Ibn Maya, “Muqaddima” 3.
[6] Bujari, “‘Ilm” 38; Muslim, “Zuhd” 72.
[7] Darimi, “Muqaddima” 25.
[8] Zahabi, Siyar A‘lam al-Nubala’, 4:263.
[9] Ibn Maya, “Muqaddima” 3

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