La Sunna tiene dos funciones. Primero, ordena y prohíbe; establece los principios relativos al establecimiento de todas las obligaciones y deberes religiosos; y determina lo que es legal e ilegal. Segundo, interpreta el Corán.
Todos los días, recitamos en cada oración obligatoria: Guíanos por el camino recto. El camino de los que has agraciado. No el de los que han incurrido en (Tu) ira; ni el de los desviados (1:5-7). Estos versículos mencionan, sin especificar, dos grupos de personas. Según el Profeta, los que han incurrido en la ira de Allah son los judíos extraviados; y los desviados son los cristianos que se ha extraviado.[1]
Los judíos mataron a muchos de los Profetas y causaron problemas en muchos lugares. A pesar de que alguna vez siguieron la guía divina y guiaron a otros al Camino Recto (en los tiempos de Moisés, David y Salomón), muchos de ellos se fueron extraviando e incurrieron en la ira divina y en la ignominia pública. Los que siguieron esa vida también se incluyen en los que han incurrido en (Tu) ira. Dichos judíos también son duramente condenados en la Biblia. De hecho, la Biblia es mucho más dura con ellos que el Corán. En muchos versículos, el Corán amonesta con mucha suavidad y compasión a dichos judíos y cristianos.
Al principio, los cristianos obedecían a Jesús y seguían sus pasos a pesar de las graves persecuciones a las que eran sometidos. Resistieron heroicamente todas las formas de hipocresía de la opresión romana. Pero con el tiempo, muchos de ellos fueron influenciados por algunas religiones y filosofías del Oriente Medio, además del paganismo romano. Cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano, ya estaba dividido en varias sectas, con más de trescientos Evangelios circulando. A pesar de que muchos permanecieron fieles al credo original de Jesús, otros contaminaron esas puras enseñanzas con elementos ajenos a las mismas. El Corán, por consiguiente, le describe como desviados.
Con la anterior interpretación, el Profeta explicó cómo gente que había sido bendecida con la guía divina pudo desviarse y merecer, finalmente, la ira de Allah. Por lo que advirtió a los musulmanes que no actuasen como esos judíos y cristianos.
Entre los muchos ejemplos que muestran cómo la Sunna interpreta el Corán, podemos citar los siguientes:
Todos los días, recitamos en cada oración obligatoria: Guíanos por el camino recto. El camino de los que has agraciado. No el de los que han incurrido en (Tu) ira; ni el de los desviados (1:5-7). Estos versículos mencionan, sin especificar, dos grupos de personas. Según el Profeta, los que han incurrido en la ira de Allah son los judíos extraviados; y los desviados son los cristianos que se ha extraviado.[1]
Los judíos mataron a muchos de los Profetas y causaron problemas en muchos lugares. A pesar de que alguna vez siguieron la guía divina y guiaron a otros al Camino Recto (en los tiempos de Moisés, David y Salomón), muchos de ellos se fueron extraviando e incurrieron en la ira divina y en la ignominia pública. Los que siguieron esa vida también se incluyen en los que han incurrido en (Tu) ira. Dichos judíos también son duramente condenados en la Biblia. De hecho, la Biblia es mucho más dura con ellos que el Corán. En muchos versículos, el Corán amonesta con mucha suavidad y compasión a dichos judíos y cristianos.
Al principio, los cristianos obedecían a Jesús y seguían sus pasos a pesar de las graves persecuciones a las que eran sometidos. Resistieron heroicamente todas las formas de hipocresía de la opresión romana. Pero con el tiempo, muchos de ellos fueron influenciados por algunas religiones y filosofías del Oriente Medio, además del paganismo romano. Cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano, ya estaba dividido en varias sectas, con más de trescientos Evangelios circulando. A pesar de que muchos permanecieron fieles al credo original de Jesús, otros contaminaron esas puras enseñanzas con elementos ajenos a las mismas. El Corán, por consiguiente, le describe como desviados.
Con la anterior interpretación, el Profeta explicó cómo gente que había sido bendecida con la guía divina pudo desviarse y merecer, finalmente, la ira de Allah. Por lo que advirtió a los musulmanes que no actuasen como esos judíos y cristianos.
Entre los muchos ejemplos que muestran cómo la Sunna interpreta el Corán, podemos citar los siguientes:
• Cuando el versículo: Los que creen y no empañan su creencia con ninguna injusticia, ésos tendrán seguridad y serán guiados (6:82) fue revelado, los Compañeros, conscientes de lo que quería decir injusticia, le preguntaron aterrados al Mensajero: “¿Hay alguien entre nosotros que jamás haya obrado injustamente?”. El Mensajero explicó del siguiente modo: “No es tal y como pensáis. Es como cuando Luqman dijo a su hijo: ¡Hijo mío! No asocies nada ni nadie con Allah, pues hacerlo es una enorme injusticia (31:13).[2]
• Aisha e Ibn Masud son de la opinión de que la oración del mediodía: Cumplid con las oraciones prescritas y con la oración del mediodía (2:238) es la oración de la tarde. Una vez, Aisha ordenó a su sirviente que escribiese una copia del Corán para ella y le dijo: “Cuando llegues al versículo: Cumplid con las oraciones prescritas y con la oración del mediodía, házmelo saber. Cuando este versículo iba a ser copiado, Aisha dictó a su sirviente: Cumplid con las oraciones prescritas y con la oración del mediodía, la oración de la tarde”, y añadió: “Esto es lo que oí del Mensajero”.[3] A pesar de que hay otras interpretaciones, Aisha y Ibn Masud estaban seguros de que se trataba de la oración de la tarde.
Además de interpretar las ambigüedades que puedan haber en el Corán, la Sunna menciona los detalles que el Corán sólo menciona brevemente. Por ejemplo, el Corán ordena a los musulmanes que recen como es debido, pero no explica cómo lo deben hacer. A pesar de que algunos destacados intérpretes deducen de algunos versículos los tiempos de la oración, tal y como en: Establece la oración en los dos extremos del día y en las primeras horas de la noche, es cierto que las bondades anulan las maldades (11:114), los tiempos exactos de la oración fueron establecidos por el Profeta del siguiente modo:
En dos ocasiones, el Arcángel Gabriel me dirigió en las cinco oraciones diarias en la Kaba. La primera vez, rezó la oración del mediodía al mediodía, cuando la sombra de un objeto es tan larga como su base. Cuando la sombra del objeto fue igual de larga que el objeto mismo, rezó la oración de la tarde. Rezó la oración de la puesta del sol a la hora en que se rompe el ayuno. Rezó la oración de la noche cuando desapareció la penumbra. Y rezó la oración del alba (o de la mañana) cuando los que ayunan dejan de comer o beber. La segunda vez, rezó la oración del mediodía cuando la sombra de un objeto era igual a sí mismo; y rezó la oración de la tarde cuando la sombra era igual al doble de la longitud del objeto. Rezó la oración de la noche tras haber transcurrido un tercio de la noche; y la oración del alba cuando clareaba sin que aún hubiese salido el sol. Luego se volvió a mí y me dijo: “Muhammad, cada una de las cinco oraciones ha de ser efectuada entre esos dos períodos de tiempo, tal y como hicieron los Profetas que te antecedieron”.[4]
El Profeta también enseñó a su comunidad todo lo relacionado con la oración: sus condiciones, los actos obligatorios, necesarios y recomendables que la validan y ennoblecen; y todos los actos que la invalidan y la vician. Transmitió con actos y palabras todo lo que era necesario conocer sobre la adoración. Esta amplia palabra no se limita únicamente a las oraciones, sino que también incluye el ayuno, la limosna, el peregrinaje y más cosas. Del mismo modo que dijo a sus seguidores “rezad tal y como me veis hacerlo”, les dijo “aprended de mí los ritos y ceremonias de la peregrinación”,[5] tras efectuarla con sus Compañeros. Si el Corán hubiese explicado todos esos detalles exhaustivamente, habría tenido varias veces su actual extensión.
La Sunna también restringe las leyes generales y los preceptos del Corán. Por ejemplo, establece los principios generales de la herencia. Cuando la hija del Profeta, Fátima, fue al primer Califa Abu Bakr para exigirle su herencia, Abu Bakr respondió: “He escuchado al Mensajero decir: “La comunidad de los Profetas nunca deja nada en herencia. Lo que dejamos es para que sea dado en caridad”.[6] Este hadiz excluye a los Profetas y a sus hijos de las leyes de la herencia. Del mismo modo, el Mensajero decretó que “el asesino (de su testador) fuese desheredado”.[7] En otras palabras, si alguien mata a sus propios padres, hermano (o hermana) o a su tío (o tía), no hereda de ellos.
El Corán ordena: Al ladrón y a la ladrona cortadles la mano en pago por lo que hicieron. Escarmiento de Allah; Allah es Poderoso y Sabio (5:38). No queda claro si este castigo se aplica a todo ladrón o sólo a los que roben objetos de cierto valor.
También en: ¡Vosotros que creéis! Cuando vayáis a hacer el salat, lavaos la cara y las manos llegando hasta los codos… (5:6), la mano se extiende hasta el codo. Pero el Corán no menciona específicamente qué parte de la mano ha de ser cortada ni en qué circunstancias ha de ser aplicado el castigo. Por ejemplo, durante el califato de Omar, hubo una época de hambruna, por lo que éste no aplicó dicho castigo.
El Corán decreta: ¡Vosotros que creéis! No os apropiéis de los bienes de otros por medio de falsedad –mediante el robo, la usura, el soborno, la especulación, etc.– sino a través de transacciones que os satisfagan mutuamente (4:29). El Islam promueve el comercio como medio de vida, siempre y cuando se realice según la ley musulmana. Una de las condiciones, tal y como se menciona en el versículo, es que sea de mutuo acuerdo. Sin embargo, el Mensajero decretó: “No vendáis frutos hasta que su cantidad sea determinada en los árboles –para que la cantidad que ha de ser dada como limosna pueda ser determinada–”.[8] Y dijo: “No os encontréis con los campesinos fuera del mercado para comprar sus mercancías –dejadles que se cobren los precios del mercado por sus productos–” (59:7).[9]
En resumen, el Corán contiene principios generales que son explicados por el Mensajero y aplicados por él en la vida cotidiana. Allah permitió a Su Mensajero que estableciese las reglas que fuesen necesarias y ordenó a los creyentes: Lo que os da el Mensajero tomadlo, pero lo que os prohíba dejadlo (59:7).
[1] Tirmizi, “Tafsir al-Qur’an,” 2; Tabari, “Tafsir,” 1:61, 64.
[2] Bujari, “Tafsir” 31/1.
[3] Tirmizi, “Tafsir al-Qur’an,” 3.
[4] Abu Dawud, “Salat” 2; Tirmizi, “Mawaqit” 1.
[5] Nasa’i, “Manasik” 220; Ibn Hanbal, 3:366.
[6] Bujari, “I‘tisam” 5; “Jums” 1; Muslim, “Yihad” 51; Ibn Hanbal, 2:463.
[7] Tirmizi, “Fara’id” 17.
[8] Bujari, “Buyu” 82; Muslim, “Buyu” 51.
[9] Muslim, “Buyu” 5:14-17.
No hay comentarios:
Publicar un comentario