El sentido literal de yihad es ejercer nuestro mejor y más grande esfuerzo para conseguir algo. Esta palabra no es el equivalente de la palabra “guerra”, para la cual se usa “qital” en árabe. Yihad tiene una connotación mucho más amplia y abraza toda clase de esfuerzos para la causa de Allah. Un muyahid es el que está sinceramente dedicado a su causa; el que usa todos los recursos físicos, intelectuales y espirituales para servir a ésta; y el que se enfrenta a cualquier poder que está en su camino; y es el que muere por dicha causa cuando sea necesario. La yihad en el camino de Allah es nuestra lucha para ganar la complacencia de Allah, establecer la supremacía de Su religión y hacer prevalecer Su Palabra.
Un principio relacionado, que insiste en lo bueno y prohíbe lo malo –amr bi al-maruf wa nahy an al-munkar– procura transmitir el mensaje del Islam y establecer una comunidad islámica modelo. El Corán presenta a la comunidad islámica como una comunidad modelo requerida para informar a la humanidad sobre el Islam y de como el Profeta lo vivió; Hemos hecho así de vosotros una comunidad moderada, para que seáis testigos de los hombres y para que el Enviado sea testigo de vosotros (2:143).
La yihad mayor y la yihad menor. Hay dos aspectos de la yihad. Una es luchar para vencer los deseos carnales y las inclinaciones malignas –la yihad mayor. El otro es alentar a los demás para que consigan el mismo objetivo –la yihad menor.
El ejército musulmán regresaba a Medina después de haber derrotado al enemigo, cuando el Mensajero de Allah les dijo: “Volvemos de la yihad menor a la mayor”. Cuando los Compañeros preguntaron qué era la yihad mayor, él dijo que era luchar contra el ego carnal.[1]
El objetivo de la yihad es que el creyente se purifique de los pecados y por lo tanto, alcance la verdadera humanidad. Los profetas fueron enviados por este motivo. Allah dice en el Corán:
Igualmente os hemos mandado un Enviado de entre vosotros para que os recite Nuestros versículos, para que os purifique, para que os enseñe la Escritura y la Sabiduría, para que os enseñe lo que no sabíais (2:151).
Los seres humanos en algún sentido son como los minerales en bruto con los cuales los Profetas trabajan y los purifican y refinan quitando el sello de sus corazones y oídos, levantando los velos de sus ojos. Iluminada por el mensaje de los Profetas, la gente puede entender el sentido de las leyes de la naturaleza, que son los signos de la Existencia y la Unidad de Allah y pueden penetrar en la sutil realidad que se oculta detrás de las cosas y los acontecimientos. Sólo a través de la orientación de los Profetas podemos lograr la elevada posición que Allah espera de nosotros. Además de la enseñanza de los signos, los Profetas también enseñaron a su gente el Libro y la Sabiduría. Como el Corán era la última Revelación al Último Profeta, Allah se refiere al Corán cuando dice el Libro y a la Sunna cuando habla de la Sabiduría. Por eso, debemos seguir el Corán y la Sunna del Profeta si deseamos ser dirigidos correctamente.
El Profeta también nos enseña lo que no sabemos de modo que la humanidad siga aprendiendo del Profeta hasta el Día de Juicio. De él aprendemos cómo purificarnos de los pecados. Siguiendo su camino, muchos grandes santos han logrado su distinción como tales. Entre ellos, Ali dice que su creencia en los pilares del Islam es tan firme que aun si el velo de lo desconocido fuera levantado, su certeza no aumentaría.[2] Se dice que Abd al-Qadir al-Yilani llegó a comprender los misterios del séptimo cielo. Estos y muchos otros, como Fudayl bin Iyaz, Ibrahim bin Azam y Bishr Al-Jafi bien podrían haber sido dotados con el don de la Profecía, si Allah no hubiera puesto ya un sello sobre ésta.
Las oscuras nubes de la ignorancia han sido retiradas de nuestro horizonte intelectual mediante la orientación del Profeta Muhammad. A consecuencia de la luz que él trajo de Allah habrán muchos más avances en la ciencia y la tecnología.
Yihad es el legado de los Profetas y la Profecía es la misión de elevar a los hombres al favor de Allah purificándolos. Yihad es el nombre dado a esta misión profética, que tiene el mismo sentido que atestiguar a la verdad. De la misma manera que los jueces escuchan a los testigos para dar veredicto en un caso, así, aquellos que han realizado la yihad han dado testimonio de la Existencia y la Unidad de Allah mientras luchaban en Su camino.
El Corán dice: Allah atestigua que no hay más dios que Él y junto a Él también lo hacen los ángeles y los hombres dotados de conocimiento, rigiendo-Su creación- con equidad. No hay más dios que Él, el Todopoderoso, el Sabio. (3:18). Aquellos que han realizado la yihad atestiguarán también la misma verdad en la corte celestial donde el juicio de los incrédulos tendrá su veredicto.
Aquellos que atestiguan la Existencia y la Unidad de Allah predican esta verdad en los más remotos lugares del mundo. Este fue el deber de los Profetas señalado en el Corán y que de igual manera debería ser nuestra obligación:
Mensajeros portadores de buenas noticias y de advertencias, para que así los hombres, después de su venida, no tuvieran ningún argumento frente Allah. Allah es Poderoso y Sabio. Sin embargo, Allah atestigua que lo que te ha revelado, ha sido revelado con Su conocimiento y los ángeles dan testimonio de ello. Y no hay un testigo mejor que Allah (4:165-66).
Allah ha enviado un Profeta a cada persona, de modo que cada uno pueda tener una idea de la Profecía. Como el término solía describir la actividad de la Profecía, la yihad está profundamente grabada en el corazón de cada creyente de modo que él o ella sienta una responsabilidad profunda de predicar la verdad a fin de guiar a otros al Camino Verdadero.
La yihad menor, normalmente entendida como lucha por la causa de Allah, no se refiere sólo a la lucha militar. El término es amplio, ya que incluye cada acción realizada para ganar el consentimiento de Allah. Hablar o permanecer callado, sonreír o mostrar enfado, unirse a una reunión o dejarla, cada acción realizada para mejorar la humanidad, ya sea por los individuos o las comunidades, está incluida en este sentido.
Mientras la yihad menor depende de la movilización de todos los medios materiales y está realizada en el mundo externo, la yihad mayor encarna la lucha de una persona frente a su alma carnal. Estas dos formas de la yihad no se pueden separar una de la otra.
El Mensajero de Allah nos ha enseñado cómo realizar ambas formas de la yihad. Ha establecido los principios para predicar la verdad que tendrán aplicación hasta el Día del Juicio Final. Cuando examinamos el modo en que él actuó, vemos que él fue muy sistemático. Y esto es realmente otra prueba de su Profecía y un ejemplo maravilloso para seguir el camino de Allah a través del comportamiento.
Los creyentes guardaron su creencia vigorosa y activa por medio de la yihad. Tal como un árbol mantiene sus hojas mientras maduran sus frutas, así los creyentes pueden conservar su vigor cuando realizan la yihad. Siempre que te encuentres con un pesimista desesperado, pronto te darás cuenta de que él o ella es el que ha abandonado la yihad. Esa gente ha sido privada del espíritu, y están hundidas en el pesimismo porque han dejado de predicar la verdad. Cualquiera que realice la yihad incesantemente no pierde su entusiasmo y siempre trata de ampliar sus horizontes. Cada buena acción resulta en una nueva, de modo que los creyentes nunca se hagan pobres de bondad: A los que luchan por Nosotros les guiaremos a Nuestro camino, es cierto que Allah está con los que hacen el bien (29:69).
Hay tantos caminos que conducen al Camino Recto como el número de alientos respirados en la creación. Cualquiera que luche por Su causa es guiado por Allah a uno de estos caminos y está a salvo de la perdición. El que es dirigido a Su Camino Recto por Allah vive una vida equilibrada. Ellos no sobrepasan los límites en sus necesidades humanas y actividades, como tampoco en su adoración y otras observancias religiosas. Tal equilibrio es el signo de la orientación verdadera.
Todos los sacrificios hechos en los enfrentamientos contra los incrédulos opresivos, sin importar cuán grande sean estos sacrificios, sólo constituyen la yihad menor de los esfuerzos para cumplir las obligaciones religiosas tan perfectamente como nos sea posible. La yihad mayor es mucho más difícil de llevar a cabo, ya que requiere que luchemos contra nuestros propios instintos destructivos e impulsos, como la arrogancia, el carácter vengativo, la envidia, el egoísmo, la vanidad y los deseos carnales.
Aunque la persona que abandona la yihad menor es propensa a un empeoramiento espiritual, se puede recuperar. Todo en el universo elogia y glorifica a Allah con cada aliento y es en consecuencia, un signo de la Existencia y la Unidad de Allah. Una persona puede ser orientada al Camino Recto por uno de estos signos. Por esta razón, se dice que hay tantos caminos que conducen al Camino Recto de Allah como los alientos de todas Sus criaturas. Una persona que se aleja de la yihad menor es vulnerable a las debilidades mundanas. El orgullo, el amor por la comodidad y las facilidades puede atrapar a aquella persona. Así el Profeta, regresando a Medina después de una victoria, nos advirtió a través de sus Compañeros diciendo: “Volvemos de la yihad menor a la mayor”. Los Compañeros fueron muy valientes en los campos de batalla y tan sinceros y humildes como los derviches que rezan ante Allah. Aquellos guerreros victoriosos solían pasar la mayor parte de sus noches orando a Allah. Una vez, cuando la noche caía durante la batalla, dos de ellos se turnaron la guardia. Uno de ellos descansaba mientras el otro rezaba. Siendo conscientes de la situación, los enemigos le lanzaron flechas y el que rezaba fue alcanzado y sangró profusamente, pero no abandonó el salat. Cuando terminó su rezo, despertó a su amigo y éste le preguntó con asombro por qué no lo había despertado antes. Entonces él contestó: “Recitaba el Surat al-Kahf, y no deseé que se interrumpiera el estado de placer profundo en el que me encontraba”.[3]
Los Compañeros entraban en trance –como un estado de éxtasis– cuando rezaban y podían recitar el Corán como si se estuviera revelando directamente a ellos. Por eso, no sentían el dolor de las flechas que penetraban en sus cuerpos. La yihad, en todos sus aspectos encuentra una expresión completa en ellos.
El Profeta combinó estos dos aspectos de yihad –la menor y la mayor-del modo más perfecto en su propia persona. Él mostró un enorme coraje en los campos de batalla. Ali, uno de las figuras más valientes del Islam, confiesa que los Compañeros se refugiaron detrás del Profeta en los momentos más críticos de los enfrentamientos. Para dar un ejemplo, cuando el ejército Musulmán sufrió un revés y comenzó a dispersarse en la primera fase de la Batalla de Hunayn, el Profeta impulsó a su caballo hacia las líneas enemigas y gritó a sus soldados que se retiraban: “¡Soy un Profeta y no miento! ¡Soy el nieto de Abd al-Muttalib, y no falto a la verdad!”[4]
Las etapas de la yihad y sus principios generales. La primera Revelación al Mensajero fue la orden: ¡Lee! Esta orden, que vino justo cuando no había nada disponible para leer, significaba que los creyentes deberían usar sus facultades intelectuales y espirituales para discernir los actos de Allah en el universo y Sus leyes relacionadas con su creación y su obra. A través de este discernimiento, los creyentes procuran purificarse a si mismos y sus mentes de todas las supersticiones basadas en la ignorancia y adquieren así el conocimiento verdadero mediante la observación y la contemplación.
Nosotros no estamos compuestos sólo de nuestras mentes. Allah nos ha dotado con muchas facultades y cada una de ellas necesita ser satisfecha. Mientras están alimentando nuestras mentes con los signos Divinos en el universo, procuramos limpiar nuestros corazones del pecado. Vivimos una vida equilibrada conscientes de la supervisión Divina y continuamente buscamos Su perdón. De esta manera, finalmente vencemos nuestro deseo por las cosas prohibidas y con la oración, pedimos a Allah que nos sea posible hacer buenas acciones.
Así ¡Lee! significa acción. Para el Mensajero, que ya era absolutamente puro en espíritu y carente de superstición, esto significó que era el tiempo para comenzar su misión como Mensajero de Allah. Él debía recitar la Revelación en público y enseñar a la gente Sus signos. Haciendo eso, purificaba sus mentes de las supersticiones adoptadas en la Edad de la Ignorancia, al mismo tiempo que purificaba sus corazones del pecado. Él los iluminaba tanto intelectual como espiritualmente, instruyéndolos en el Libro Revelado de Allah –el Corán– y Su Libro Creado –el universo–:
Igualmente os hemos enviado un Mensajero que viene de vosotros mismos y que os recita Nuestros signos, os purifica, os enseña el Libro y la Sabiduría y os enseña lo que no sabíais (2:151).
Después de recibir esta primera revelación, el Mensajero volvió a casa con gran agitación. Dormía abrigado en una capa, envuelto por los sufrimientos de su gente y por la pesada responsabilidad, cuando Allah le ordenó:
¡Tú, que estás envuelto en un manto! ¡Permanece rezando toda la noche a excepción de un poco! La mitad o algo menos, o algo más. Y recita el Corán pausadamente porque vamos a depositar en ti palabras de importancia (73:1-5).
El corto período entre la primera revelación y la divulgación del Islam, marcado por versos tales como los mencionados anteriormente, fue una etapa preliminar para el Mensajero. Tuvo que prepararse para transmitir el Corán pasando varias noches de larga vigilia y recitando el Corán –con mesura–.[5]
Además de la transmisión del mensaje yihad, como es mencionado anteriormente, implica para los creyentes continuas luchas contra el ego carnal con el fin de formar un carácter espiritual genuino, un desbordamiento de la fe y una inflamación de amor. Estas dos dimensiones de yihad continúan hasta que el creyente muera –esfera individual– y hasta el Día del Juicio Final-esfera colectiva–. Por lo tanto, poco después de que este verso fuera revelado, el Mensajero recibió la siguiente revelación:
¡Tú, el envuelto en un manto! ¡Levántate y advierte! A tu Señor, ¡ensálzale! Tu ropa, ¡purifícala! La abominación, ¡huye de ella! ¡No des esperando ganancia alguna! Con la decisión de tu Señor, ¡sé paciente! (74:1-7)
Estas revelaciones ordenaron al Profeta comenzar a predicar el Islam. Primero comenzó con los miembros de su familia y los parientes más cercanos y después de esto le fue revelado: Advierte a los miembros más allegados de tu tribu (26:214), entonces él divulgó esta llamada a toda su tribu. En su inmediata predicación en público, se encontró con burla, amenazas, tortura, boicot, además de que le propusieron sobornos para que desistiera en su empeño.
En La Meca, el Mensajero nunca recurrió a la venganza. El Islam no vino para causar problemas ni disensiones, sino, en palabras de Amir ibn Rabi, vino para sacar a la gente de la oscura incredulidad a la luz de la creencia, liberarlos de servir a algo que no es dios de modo que ellos puedan servir a Un Allah Verdadero, y elevarlos de las profundidades de la Tierra a las alturas de Cielo.[6]
Como el Islam literalmente significa “paz, salvación, y sumisión”, obviamente vino para establecer la paz. Esto primero se establece en nuestras esferas interiores, de modo que estemos en paz con Allah y con el entorno natural y luego a lo largo del todo el mundo y el universo. Paz y orden son fundamentales en el Islam, que procura extenderse en una atmósfera pacífica personal y colectiva. Este se abstiene de recurrir a la fuerza tanto como les sea posible, nunca aprueba la injusticia y prohíbe el derramamiento de sangre:
Quien matara a una persona que no hubiera matado a nadie ni corrompido en la tierra, es como si hubiera asesinado a toda la Humanidad. Y quien salvara una vida, fuera como si hubiera salvado las vidas de toda la Humanidad (5:32).
Viniendo para erradicar la injusticia y la corrupción y “unificar” la Tierra con el Cielo en paz y armonía, el Islam llama a la gente con sabiduría y exhortación justa. Este no recurre a la fuerza hasta que los defensores de un corrompido orden, los cuales tienen sus raíces en la injusticia, la opresión, el interés propio, la explotación y usurpación de derechos del otro, procuren evitar su predicación mediante modos pacíficos y suprimirla. Sólo se permitiría la fuerza en los casos siguientes:
• Si los incrédulos, los politeístas o los que causan problemas y corrupción activamente se oponen a la predicación del Islam e impiden a otros escuchar su mensaje, el Islam tiene derecho a presentarse. Ya que es una religión Divina que procura asegurar el bienestar y la felicidad de los humanos en ambos mundos. Si no se permite esto, teóricamente, se dan tres alternativas a sus oponentes: aceptar el Islam, permitir su predicación mediante modos pacíficos o admitir su regla. En el caso de que ellos rechacen estas alternativas, se permite usar la fuerza.
Sin embargo, hay un punto importante que cabe mencionar. Para poder aplicar la fuerza, debe haber un estado islámico que fue permitido sólo después de que el Profeta emigró a Medina y estableció un estado independiente, ya que los musulmanes habían sido perjudicados. Los versículos revelados que dan este permiso explican la visión islámica sobre la guerra justa:
-Luchar- les está permitido a quienes son atacados, porque han sido tratados injustamente. Allah ciertamente es capaz de hacerles victoriosos. A quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, sólo por haber dicho: “Nuestro Señor es Allah”. Si Allah no se hubiera servido de unos hombres para combatir a otros, habrían sido destruidos ermitas, sinagogas, oratorios y mezquitas, donde se menciona en abundancia el nombre de Allah. Es cierto que Allah ayudará a quien Le ayude. Verdaderamente Allah es Fuerte y Poderoso. Esos que si les damos poder en la tierra establecen el salat, entregan el zakat y ordenan lo reconocido y prohíben lo reprobable. Y a Allah pertenece el resultado de los acontecimientos (22:39-41).
Se entiende claramente de estos versos y de la historia que el Islam recurre a la fuerza sólo para defenderse y establecer la libertad de creencia. Bajo las normas musulmanas, los cristianos, los judíos, los seguidores de la doctrina de Zoroastro, los hindúes y los seguidores de otras religiones son libres de practicar su religión. Incluso muchos historiadores y escritores occidentales han estado de acuerdo en afirmar que los cristianos y los judíos experimentaron el período más próspero y feliz de su historia gobernados por estados musulmanes.
• El Islam, que es la religión verdadera revelada por Allah, nunca aprueba la injusticia. Como está declarado en el versículo siguiente: Hemos escrito en los Salmos, después de la Torá, que la tierra la heredarán Mis siervos justos (21:105), los siervos honrados de Allah deben someter la Tierra a Su regla, que depende de la justicia absoluta y la adoración al Allah Único. Les obligan también a esforzarse hasta que se termine la persecución, así como cualquier adoración y obediencia a las falsas deidades y los tiranos injustos. Así los musulmanes deben luchar por el débil y el oprimido:
Y cómo es que no combatís en el camino de Allah, mientras esos hombres, mujeres y niños oprimidos, dicen: ¡Señor Nuestro! Sácanos de esta ciudad (La Meca) cuyas gentes son injustas y danos, procedente de Ti, un protector y un auxiliador (4:75).
Algunas normas. Cuando los creyentes no pueden transgredir los límites de Allah, deben observar Sus reglas relacionadas con la lucha. Unas son deducidas directamente del Corán y de la Sunna, y son las siguientes:
• Un creyente es aquel de quien Allah ha comprado su vida y riqueza a cambio del Paraíso (9:111). Ellos se dedican solamente a Su causa y buscan sólo Su resignación. Por lo tanto quienes luchan por otras causas (p.ej. fama, riqueza, las consideraciones raciales o ideológicas) son excluidos de la complacencia de Allah.
• Combatid por Allah contra quienes combatan contra vosotros, pero no os excedáis. Allah no ama a los que se exceden (2:190) Los creyentes no deben luchar contra los grupos neutrales y deben rechazar a su vez métodos poco escrupulosos o matanzas indiscriminadas y pillajes que caracterizan todas las guerras emprendidas por los no musulmanes. Los excesos aludidos consisten en luchar contra mujeres y niños, viejos y heridos, mutilar los cadáveres enemigos, destruir los campos y los ganados y otros actos de injusticia y brutalidad. La fuerza debe ser usada sólo cuando es inevitable y estrictamente necesario.
• Cuando los enfrentamientos no pueden ser evitados, el Corán dice a los creyentes que no lo eviten. Más bien, ellos deben prepararse, tanto moral como espiritualmente y tomar medidas de precaución que son las siguientes:
- Luchar por este grado espiritual cuando veinte musulmanes vencen a doscientos enemigos:
¡Profeta! Anima a los creyentes para que luchen. Si hay veinte de vosotros constantes podrán vencer a doscientos; y cien, vencerán a mil de los que no creen; porque ellos son gente que no comprende (8:65).
Cuando los que iban a encontrar a su Señor dijeron: “Cuantas veces una tropa pequeña ha vencido al enemigo poderoso con el permiso de Allah. Allah está con los pacientes” (2:249).
Para alcanzar este rango, los musulmanes deben tener una creencia firme y confiar en Allah y evitar todos los pecados tanto como les sea posible. La creencia y la piedad o la honradez son dos armas irrompibles, dos fuentes de inagotable poder: ¡No os desaniméis ni estéis tristes, ya que seréis vosotros quienes ganen! Si es que sois creyentes verdaderos (3:139), y La sucesión es para la gente recta (7:128).
- Además de la fuerza moral, los creyentes deben equiparse con las últimas tecnologías. La fuerza es vital para la obtención del resultado deseado, por lo que los creyentes no pueden ignorarla. Más bien, ellos deben avanzar en ciencia y tecnología más que los incrédulos de modo que éstos no puedan usar su superioridad para su propio beneficio egoísta. Como el Islam establece “la razón es poder”, los creyentes deben ser capaces de impedir a los incrédulos y los opresores mostrar que “el poder es razón”:
¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis para amedrentar al enemigo de Allah y vuestro y a otros además de ellos, que no conocéis pero que Allah conoce! Cualquier cosa que dediquéis por la causa de Allah os será devuelta, sin que seáis tratados injustamente (8:60).
Un estado islámico debería ser bastante poderoso para disuadir los ataques de incrédulos y opresores, así como sus proyectos de sujetar a la gente más débil. Debería ser capaz de asegurar la paz y la justicia, e impedir a cualquier otro poder causar el más mínimo problema o promover la corrupción. Esto será posible cuando los musulmanes se equipen con una creencia fuerte y con honradez además de con el conocimiento científico y la tecnología más avanzada. Deben combinar la ciencia y la tecnología con la fe y una moral correcta, para luego usar esta fuerza por el bien de la humanidad.
La creencia en Allah requiere servir a la gente. Una creencia mayor significa una preocupación mayor por el bienestar de los creados. Cuando los musulmanes alcanzan este nivel, Allah no permitirá que los incrédulos derroten a los creyentes (4:141). De otro modo sucederá lo que predijo el Profeta: “(Las fuerzas de los incrédulos) se unirán para hacer un ataque coordinado sobre vosotros. Arrebatarán el bocado de sus bocas y harán pillaje de vuestra mesa”.[7]
- Cuando el enfrentamiento es necesario, los musulmanes tienen la obligación de participar, porque:
¡Vosotros que creéis! ¿Qué os pasa que cuando se os dice: Salid a luchar en el camino de Allah, os aferráis a la tierra? ¿Acaso os complace más la vida de este mundo que la del Más Allá? El disfrute de la vida terrenal es poca cosa en comparación con la del Más Allá. Si no salís a luchar, Él os castigará con un doloroso castigo y os reemplazará por otros, sin que Le perjudiquéis en nada. Allah tiene poder sobre todas las cosas (9-38-39).
Es verdad que Allah ama a los que combaten en Su camino en columnas, como si fueran un sólido edificio (61:4).
¡Vosotros que creéis! ¿Queréis que os muestre el modo de salvaros de un castigo doloroso? Creed en Allah y en Su Mensajero y luchad por la causa de Allah con vuestras vidas y bienes. Eso es lo mejor para vosotros, si queréis saberlo. Él os perdonará vuestras faltas y os hará entrar en jardines por cuyo suelo corren los ríos y en las estancias de los jardines del “Edén”. Y ese es el gran triunfo. Y otras cosas que amáis: Una ayuda de Allah y una próxima victoria. Anunciad las buenas nuevas a los creyentes (61:10-13).
- Una comunidad está estructurada y funciona como un ser vivo, ya que eso exige una “cabeza” que tenga “intelecto”. Por lo tanto, la obediencia a la cabeza es vital para la prosperidad comunal. Cuando el Mensajero se alzó en Arabia, la gente se parecía a las cuentas dispersadas de un rosario roto y no era consciente de la necesidad de la obediencia y las ventajas de la vida colectiva. El Mensajero inculcó en ellos el sentimiento de obediencia a Allah, Su Mensajero y sus superiores, y usó el Islam como una cuerda irrompible para unirlos:
¡Vosotros que creéis! Obedeced a Allah, obedeced al Mensajero y a aquéllos de vosotros que tengan autoridad. Y si disputáis sobre algo, remitidlo a Allah y al Mensajero, si creéis en Allah y en el Último Día. Esto es preferible y tiene mejor resultado (4:59).¡Vosotros que creéis! Cuando tengáis algún encuentro con una tropa, sed firmes y recordad mucho a Allah para que así podáis tener éxito. Y obedeced a Allah y a Su Mensajero y no peleéis entre vosotros, porque si lo hicierais, os acobardaríais y perderíais vuestro ímpetu. Y tened paciencia, pues ciertamente Allah está con los pacientes (8:45-46).
La conciencia de obediencia de los Compañeros hizo posibles muchas cosas que previamente se veían imposibles. Por ejemplo, cuando el Profeta designó al hijo de 18 años de su esclavo negro emancipado como comandante de un ejército que contenía a muchos individuos respetados, entre ellos Abu Bakr, Omar y Osman, ningún Compañero se opuso.[8] En otro ejemplo, durante una expedición militar el comandante ordenó a sus soldados lanzarse al fuego. A pesar de que eso no fuera una orden islámica, unos trataron de obedecerlo. Sin embargo, los otros les impidieron suicidarse y los persuadieron a que preguntaran al Mensajero si ellos tenían que obedecer tales órdenes no islámicas[9]. Aunque es ilícito obedecer las órdenes pecadoras, la obediencia a la ley es sumamente importante para la vida colectiva de una comunidad, especialmente si se quiere ganar una guerra.
- Los creyentes deben ser firmes y no abandonar el campo de batalla:
¡Vosotros que creéis! Cuando encontréis a los que no creen en formación de batalla, no les deis la espalda. Y quien les dé la espalda ese día, a no ser que sea para cambiar de puesto de combate o para unirse a otra tropa, volverá con el enojo de Allah y su refugio será el Infierno. ¡Que mal retorno! (8:15-16)
Abandonar el campo de batalla es uno de los siete pecados más grandes, porque causa un desorden en las filas y desmoraliza a los demás. Su creencia en Allah y en el Más Allá no pueden ser firmes, porque sus acciones demuestran que ellos prefieren esta vida a la otra.
En la batalla de Yarmuk (636), lucharon veinte mil valientes musulmanes y derrotaron a doscientos mil bizantinos.[10] Qabbas ibn Ashyam, uno de los héroes, se dio cuenta de que había perdido una pierna (al mediodía) después de desmontarse de su caballo horas más tarde. Después su nieto se presentó al Califa Omar ibn Abd al-Aziz diciendo: “¡Oh Califa, yo soy el nieto de aquel que perdió su pierna al mediodía y se dio cuenta de ello hacia la noche!”
Durante la batalla de Muta (629), el ejército musulmán se componía de tres mil soldados; mientras que las fuerzas bizantinas tenían unos cien mil soldados. Los musulmanes lucharon heroicamente y los dos ejércitos se batieron en retirada al mismo tiempo. Aún así, los musulmanes se consideraron huidos del campo de batalla y les daba vergüenza ver al Profeta. Sin embargo, él les dio la bienvenida y los consoló: “Vosotros no huisteis; os retirasteis para uniros a mi. Después de armaros de valor vais a luchar de nuevo contra ellos”.[11] Y sucedió exactamente lo que él había dicho, porque justo antes de su muerte el ejército musulmán invadió el sur de Siria; y dos años más tarde, los musulmanes les dieron un golpe mortal a los bizantinos en Yarmuk.
Un principio relacionado, que insiste en lo bueno y prohíbe lo malo –amr bi al-maruf wa nahy an al-munkar– procura transmitir el mensaje del Islam y establecer una comunidad islámica modelo. El Corán presenta a la comunidad islámica como una comunidad modelo requerida para informar a la humanidad sobre el Islam y de como el Profeta lo vivió; Hemos hecho así de vosotros una comunidad moderada, para que seáis testigos de los hombres y para que el Enviado sea testigo de vosotros (2:143).
La yihad mayor y la yihad menor. Hay dos aspectos de la yihad. Una es luchar para vencer los deseos carnales y las inclinaciones malignas –la yihad mayor. El otro es alentar a los demás para que consigan el mismo objetivo –la yihad menor.
El ejército musulmán regresaba a Medina después de haber derrotado al enemigo, cuando el Mensajero de Allah les dijo: “Volvemos de la yihad menor a la mayor”. Cuando los Compañeros preguntaron qué era la yihad mayor, él dijo que era luchar contra el ego carnal.[1]
El objetivo de la yihad es que el creyente se purifique de los pecados y por lo tanto, alcance la verdadera humanidad. Los profetas fueron enviados por este motivo. Allah dice en el Corán:
Igualmente os hemos mandado un Enviado de entre vosotros para que os recite Nuestros versículos, para que os purifique, para que os enseñe la Escritura y la Sabiduría, para que os enseñe lo que no sabíais (2:151).
Los seres humanos en algún sentido son como los minerales en bruto con los cuales los Profetas trabajan y los purifican y refinan quitando el sello de sus corazones y oídos, levantando los velos de sus ojos. Iluminada por el mensaje de los Profetas, la gente puede entender el sentido de las leyes de la naturaleza, que son los signos de la Existencia y la Unidad de Allah y pueden penetrar en la sutil realidad que se oculta detrás de las cosas y los acontecimientos. Sólo a través de la orientación de los Profetas podemos lograr la elevada posición que Allah espera de nosotros. Además de la enseñanza de los signos, los Profetas también enseñaron a su gente el Libro y la Sabiduría. Como el Corán era la última Revelación al Último Profeta, Allah se refiere al Corán cuando dice el Libro y a la Sunna cuando habla de la Sabiduría. Por eso, debemos seguir el Corán y la Sunna del Profeta si deseamos ser dirigidos correctamente.
El Profeta también nos enseña lo que no sabemos de modo que la humanidad siga aprendiendo del Profeta hasta el Día de Juicio. De él aprendemos cómo purificarnos de los pecados. Siguiendo su camino, muchos grandes santos han logrado su distinción como tales. Entre ellos, Ali dice que su creencia en los pilares del Islam es tan firme que aun si el velo de lo desconocido fuera levantado, su certeza no aumentaría.[2] Se dice que Abd al-Qadir al-Yilani llegó a comprender los misterios del séptimo cielo. Estos y muchos otros, como Fudayl bin Iyaz, Ibrahim bin Azam y Bishr Al-Jafi bien podrían haber sido dotados con el don de la Profecía, si Allah no hubiera puesto ya un sello sobre ésta.
Las oscuras nubes de la ignorancia han sido retiradas de nuestro horizonte intelectual mediante la orientación del Profeta Muhammad. A consecuencia de la luz que él trajo de Allah habrán muchos más avances en la ciencia y la tecnología.
Yihad es el legado de los Profetas y la Profecía es la misión de elevar a los hombres al favor de Allah purificándolos. Yihad es el nombre dado a esta misión profética, que tiene el mismo sentido que atestiguar a la verdad. De la misma manera que los jueces escuchan a los testigos para dar veredicto en un caso, así, aquellos que han realizado la yihad han dado testimonio de la Existencia y la Unidad de Allah mientras luchaban en Su camino.
El Corán dice: Allah atestigua que no hay más dios que Él y junto a Él también lo hacen los ángeles y los hombres dotados de conocimiento, rigiendo-Su creación- con equidad. No hay más dios que Él, el Todopoderoso, el Sabio. (3:18). Aquellos que han realizado la yihad atestiguarán también la misma verdad en la corte celestial donde el juicio de los incrédulos tendrá su veredicto.
Aquellos que atestiguan la Existencia y la Unidad de Allah predican esta verdad en los más remotos lugares del mundo. Este fue el deber de los Profetas señalado en el Corán y que de igual manera debería ser nuestra obligación:
Mensajeros portadores de buenas noticias y de advertencias, para que así los hombres, después de su venida, no tuvieran ningún argumento frente Allah. Allah es Poderoso y Sabio. Sin embargo, Allah atestigua que lo que te ha revelado, ha sido revelado con Su conocimiento y los ángeles dan testimonio de ello. Y no hay un testigo mejor que Allah (4:165-66).
Allah ha enviado un Profeta a cada persona, de modo que cada uno pueda tener una idea de la Profecía. Como el término solía describir la actividad de la Profecía, la yihad está profundamente grabada en el corazón de cada creyente de modo que él o ella sienta una responsabilidad profunda de predicar la verdad a fin de guiar a otros al Camino Verdadero.
La yihad menor, normalmente entendida como lucha por la causa de Allah, no se refiere sólo a la lucha militar. El término es amplio, ya que incluye cada acción realizada para ganar el consentimiento de Allah. Hablar o permanecer callado, sonreír o mostrar enfado, unirse a una reunión o dejarla, cada acción realizada para mejorar la humanidad, ya sea por los individuos o las comunidades, está incluida en este sentido.
Mientras la yihad menor depende de la movilización de todos los medios materiales y está realizada en el mundo externo, la yihad mayor encarna la lucha de una persona frente a su alma carnal. Estas dos formas de la yihad no se pueden separar una de la otra.
El Mensajero de Allah nos ha enseñado cómo realizar ambas formas de la yihad. Ha establecido los principios para predicar la verdad que tendrán aplicación hasta el Día del Juicio Final. Cuando examinamos el modo en que él actuó, vemos que él fue muy sistemático. Y esto es realmente otra prueba de su Profecía y un ejemplo maravilloso para seguir el camino de Allah a través del comportamiento.
Los creyentes guardaron su creencia vigorosa y activa por medio de la yihad. Tal como un árbol mantiene sus hojas mientras maduran sus frutas, así los creyentes pueden conservar su vigor cuando realizan la yihad. Siempre que te encuentres con un pesimista desesperado, pronto te darás cuenta de que él o ella es el que ha abandonado la yihad. Esa gente ha sido privada del espíritu, y están hundidas en el pesimismo porque han dejado de predicar la verdad. Cualquiera que realice la yihad incesantemente no pierde su entusiasmo y siempre trata de ampliar sus horizontes. Cada buena acción resulta en una nueva, de modo que los creyentes nunca se hagan pobres de bondad: A los que luchan por Nosotros les guiaremos a Nuestro camino, es cierto que Allah está con los que hacen el bien (29:69).
Hay tantos caminos que conducen al Camino Recto como el número de alientos respirados en la creación. Cualquiera que luche por Su causa es guiado por Allah a uno de estos caminos y está a salvo de la perdición. El que es dirigido a Su Camino Recto por Allah vive una vida equilibrada. Ellos no sobrepasan los límites en sus necesidades humanas y actividades, como tampoco en su adoración y otras observancias religiosas. Tal equilibrio es el signo de la orientación verdadera.
Todos los sacrificios hechos en los enfrentamientos contra los incrédulos opresivos, sin importar cuán grande sean estos sacrificios, sólo constituyen la yihad menor de los esfuerzos para cumplir las obligaciones religiosas tan perfectamente como nos sea posible. La yihad mayor es mucho más difícil de llevar a cabo, ya que requiere que luchemos contra nuestros propios instintos destructivos e impulsos, como la arrogancia, el carácter vengativo, la envidia, el egoísmo, la vanidad y los deseos carnales.
Aunque la persona que abandona la yihad menor es propensa a un empeoramiento espiritual, se puede recuperar. Todo en el universo elogia y glorifica a Allah con cada aliento y es en consecuencia, un signo de la Existencia y la Unidad de Allah. Una persona puede ser orientada al Camino Recto por uno de estos signos. Por esta razón, se dice que hay tantos caminos que conducen al Camino Recto de Allah como los alientos de todas Sus criaturas. Una persona que se aleja de la yihad menor es vulnerable a las debilidades mundanas. El orgullo, el amor por la comodidad y las facilidades puede atrapar a aquella persona. Así el Profeta, regresando a Medina después de una victoria, nos advirtió a través de sus Compañeros diciendo: “Volvemos de la yihad menor a la mayor”. Los Compañeros fueron muy valientes en los campos de batalla y tan sinceros y humildes como los derviches que rezan ante Allah. Aquellos guerreros victoriosos solían pasar la mayor parte de sus noches orando a Allah. Una vez, cuando la noche caía durante la batalla, dos de ellos se turnaron la guardia. Uno de ellos descansaba mientras el otro rezaba. Siendo conscientes de la situación, los enemigos le lanzaron flechas y el que rezaba fue alcanzado y sangró profusamente, pero no abandonó el salat. Cuando terminó su rezo, despertó a su amigo y éste le preguntó con asombro por qué no lo había despertado antes. Entonces él contestó: “Recitaba el Surat al-Kahf, y no deseé que se interrumpiera el estado de placer profundo en el que me encontraba”.[3]
Los Compañeros entraban en trance –como un estado de éxtasis– cuando rezaban y podían recitar el Corán como si se estuviera revelando directamente a ellos. Por eso, no sentían el dolor de las flechas que penetraban en sus cuerpos. La yihad, en todos sus aspectos encuentra una expresión completa en ellos.
El Profeta combinó estos dos aspectos de yihad –la menor y la mayor-del modo más perfecto en su propia persona. Él mostró un enorme coraje en los campos de batalla. Ali, uno de las figuras más valientes del Islam, confiesa que los Compañeros se refugiaron detrás del Profeta en los momentos más críticos de los enfrentamientos. Para dar un ejemplo, cuando el ejército Musulmán sufrió un revés y comenzó a dispersarse en la primera fase de la Batalla de Hunayn, el Profeta impulsó a su caballo hacia las líneas enemigas y gritó a sus soldados que se retiraban: “¡Soy un Profeta y no miento! ¡Soy el nieto de Abd al-Muttalib, y no falto a la verdad!”[4]
Las etapas de la yihad y sus principios generales. La primera Revelación al Mensajero fue la orden: ¡Lee! Esta orden, que vino justo cuando no había nada disponible para leer, significaba que los creyentes deberían usar sus facultades intelectuales y espirituales para discernir los actos de Allah en el universo y Sus leyes relacionadas con su creación y su obra. A través de este discernimiento, los creyentes procuran purificarse a si mismos y sus mentes de todas las supersticiones basadas en la ignorancia y adquieren así el conocimiento verdadero mediante la observación y la contemplación.
Nosotros no estamos compuestos sólo de nuestras mentes. Allah nos ha dotado con muchas facultades y cada una de ellas necesita ser satisfecha. Mientras están alimentando nuestras mentes con los signos Divinos en el universo, procuramos limpiar nuestros corazones del pecado. Vivimos una vida equilibrada conscientes de la supervisión Divina y continuamente buscamos Su perdón. De esta manera, finalmente vencemos nuestro deseo por las cosas prohibidas y con la oración, pedimos a Allah que nos sea posible hacer buenas acciones.
Así ¡Lee! significa acción. Para el Mensajero, que ya era absolutamente puro en espíritu y carente de superstición, esto significó que era el tiempo para comenzar su misión como Mensajero de Allah. Él debía recitar la Revelación en público y enseñar a la gente Sus signos. Haciendo eso, purificaba sus mentes de las supersticiones adoptadas en la Edad de la Ignorancia, al mismo tiempo que purificaba sus corazones del pecado. Él los iluminaba tanto intelectual como espiritualmente, instruyéndolos en el Libro Revelado de Allah –el Corán– y Su Libro Creado –el universo–:
Igualmente os hemos enviado un Mensajero que viene de vosotros mismos y que os recita Nuestros signos, os purifica, os enseña el Libro y la Sabiduría y os enseña lo que no sabíais (2:151).
Después de recibir esta primera revelación, el Mensajero volvió a casa con gran agitación. Dormía abrigado en una capa, envuelto por los sufrimientos de su gente y por la pesada responsabilidad, cuando Allah le ordenó:
¡Tú, que estás envuelto en un manto! ¡Permanece rezando toda la noche a excepción de un poco! La mitad o algo menos, o algo más. Y recita el Corán pausadamente porque vamos a depositar en ti palabras de importancia (73:1-5).
El corto período entre la primera revelación y la divulgación del Islam, marcado por versos tales como los mencionados anteriormente, fue una etapa preliminar para el Mensajero. Tuvo que prepararse para transmitir el Corán pasando varias noches de larga vigilia y recitando el Corán –con mesura–.[5]
Además de la transmisión del mensaje yihad, como es mencionado anteriormente, implica para los creyentes continuas luchas contra el ego carnal con el fin de formar un carácter espiritual genuino, un desbordamiento de la fe y una inflamación de amor. Estas dos dimensiones de yihad continúan hasta que el creyente muera –esfera individual– y hasta el Día del Juicio Final-esfera colectiva–. Por lo tanto, poco después de que este verso fuera revelado, el Mensajero recibió la siguiente revelación:
¡Tú, el envuelto en un manto! ¡Levántate y advierte! A tu Señor, ¡ensálzale! Tu ropa, ¡purifícala! La abominación, ¡huye de ella! ¡No des esperando ganancia alguna! Con la decisión de tu Señor, ¡sé paciente! (74:1-7)
Estas revelaciones ordenaron al Profeta comenzar a predicar el Islam. Primero comenzó con los miembros de su familia y los parientes más cercanos y después de esto le fue revelado: Advierte a los miembros más allegados de tu tribu (26:214), entonces él divulgó esta llamada a toda su tribu. En su inmediata predicación en público, se encontró con burla, amenazas, tortura, boicot, además de que le propusieron sobornos para que desistiera en su empeño.
En La Meca, el Mensajero nunca recurrió a la venganza. El Islam no vino para causar problemas ni disensiones, sino, en palabras de Amir ibn Rabi, vino para sacar a la gente de la oscura incredulidad a la luz de la creencia, liberarlos de servir a algo que no es dios de modo que ellos puedan servir a Un Allah Verdadero, y elevarlos de las profundidades de la Tierra a las alturas de Cielo.[6]
Como el Islam literalmente significa “paz, salvación, y sumisión”, obviamente vino para establecer la paz. Esto primero se establece en nuestras esferas interiores, de modo que estemos en paz con Allah y con el entorno natural y luego a lo largo del todo el mundo y el universo. Paz y orden son fundamentales en el Islam, que procura extenderse en una atmósfera pacífica personal y colectiva. Este se abstiene de recurrir a la fuerza tanto como les sea posible, nunca aprueba la injusticia y prohíbe el derramamiento de sangre:
Quien matara a una persona que no hubiera matado a nadie ni corrompido en la tierra, es como si hubiera asesinado a toda la Humanidad. Y quien salvara una vida, fuera como si hubiera salvado las vidas de toda la Humanidad (5:32).
Viniendo para erradicar la injusticia y la corrupción y “unificar” la Tierra con el Cielo en paz y armonía, el Islam llama a la gente con sabiduría y exhortación justa. Este no recurre a la fuerza hasta que los defensores de un corrompido orden, los cuales tienen sus raíces en la injusticia, la opresión, el interés propio, la explotación y usurpación de derechos del otro, procuren evitar su predicación mediante modos pacíficos y suprimirla. Sólo se permitiría la fuerza en los casos siguientes:
• Si los incrédulos, los politeístas o los que causan problemas y corrupción activamente se oponen a la predicación del Islam e impiden a otros escuchar su mensaje, el Islam tiene derecho a presentarse. Ya que es una religión Divina que procura asegurar el bienestar y la felicidad de los humanos en ambos mundos. Si no se permite esto, teóricamente, se dan tres alternativas a sus oponentes: aceptar el Islam, permitir su predicación mediante modos pacíficos o admitir su regla. En el caso de que ellos rechacen estas alternativas, se permite usar la fuerza.
Sin embargo, hay un punto importante que cabe mencionar. Para poder aplicar la fuerza, debe haber un estado islámico que fue permitido sólo después de que el Profeta emigró a Medina y estableció un estado independiente, ya que los musulmanes habían sido perjudicados. Los versículos revelados que dan este permiso explican la visión islámica sobre la guerra justa:
-Luchar- les está permitido a quienes son atacados, porque han sido tratados injustamente. Allah ciertamente es capaz de hacerles victoriosos. A quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, sólo por haber dicho: “Nuestro Señor es Allah”. Si Allah no se hubiera servido de unos hombres para combatir a otros, habrían sido destruidos ermitas, sinagogas, oratorios y mezquitas, donde se menciona en abundancia el nombre de Allah. Es cierto que Allah ayudará a quien Le ayude. Verdaderamente Allah es Fuerte y Poderoso. Esos que si les damos poder en la tierra establecen el salat, entregan el zakat y ordenan lo reconocido y prohíben lo reprobable. Y a Allah pertenece el resultado de los acontecimientos (22:39-41).
Se entiende claramente de estos versos y de la historia que el Islam recurre a la fuerza sólo para defenderse y establecer la libertad de creencia. Bajo las normas musulmanas, los cristianos, los judíos, los seguidores de la doctrina de Zoroastro, los hindúes y los seguidores de otras religiones son libres de practicar su religión. Incluso muchos historiadores y escritores occidentales han estado de acuerdo en afirmar que los cristianos y los judíos experimentaron el período más próspero y feliz de su historia gobernados por estados musulmanes.
• El Islam, que es la religión verdadera revelada por Allah, nunca aprueba la injusticia. Como está declarado en el versículo siguiente: Hemos escrito en los Salmos, después de la Torá, que la tierra la heredarán Mis siervos justos (21:105), los siervos honrados de Allah deben someter la Tierra a Su regla, que depende de la justicia absoluta y la adoración al Allah Único. Les obligan también a esforzarse hasta que se termine la persecución, así como cualquier adoración y obediencia a las falsas deidades y los tiranos injustos. Así los musulmanes deben luchar por el débil y el oprimido:
Y cómo es que no combatís en el camino de Allah, mientras esos hombres, mujeres y niños oprimidos, dicen: ¡Señor Nuestro! Sácanos de esta ciudad (La Meca) cuyas gentes son injustas y danos, procedente de Ti, un protector y un auxiliador (4:75).
Algunas normas. Cuando los creyentes no pueden transgredir los límites de Allah, deben observar Sus reglas relacionadas con la lucha. Unas son deducidas directamente del Corán y de la Sunna, y son las siguientes:
• Un creyente es aquel de quien Allah ha comprado su vida y riqueza a cambio del Paraíso (9:111). Ellos se dedican solamente a Su causa y buscan sólo Su resignación. Por lo tanto quienes luchan por otras causas (p.ej. fama, riqueza, las consideraciones raciales o ideológicas) son excluidos de la complacencia de Allah.
• Combatid por Allah contra quienes combatan contra vosotros, pero no os excedáis. Allah no ama a los que se exceden (2:190) Los creyentes no deben luchar contra los grupos neutrales y deben rechazar a su vez métodos poco escrupulosos o matanzas indiscriminadas y pillajes que caracterizan todas las guerras emprendidas por los no musulmanes. Los excesos aludidos consisten en luchar contra mujeres y niños, viejos y heridos, mutilar los cadáveres enemigos, destruir los campos y los ganados y otros actos de injusticia y brutalidad. La fuerza debe ser usada sólo cuando es inevitable y estrictamente necesario.
• Cuando los enfrentamientos no pueden ser evitados, el Corán dice a los creyentes que no lo eviten. Más bien, ellos deben prepararse, tanto moral como espiritualmente y tomar medidas de precaución que son las siguientes:
- Luchar por este grado espiritual cuando veinte musulmanes vencen a doscientos enemigos:
¡Profeta! Anima a los creyentes para que luchen. Si hay veinte de vosotros constantes podrán vencer a doscientos; y cien, vencerán a mil de los que no creen; porque ellos son gente que no comprende (8:65).
Cuando los que iban a encontrar a su Señor dijeron: “Cuantas veces una tropa pequeña ha vencido al enemigo poderoso con el permiso de Allah. Allah está con los pacientes” (2:249).
Para alcanzar este rango, los musulmanes deben tener una creencia firme y confiar en Allah y evitar todos los pecados tanto como les sea posible. La creencia y la piedad o la honradez son dos armas irrompibles, dos fuentes de inagotable poder: ¡No os desaniméis ni estéis tristes, ya que seréis vosotros quienes ganen! Si es que sois creyentes verdaderos (3:139), y La sucesión es para la gente recta (7:128).
- Además de la fuerza moral, los creyentes deben equiparse con las últimas tecnologías. La fuerza es vital para la obtención del resultado deseado, por lo que los creyentes no pueden ignorarla. Más bien, ellos deben avanzar en ciencia y tecnología más que los incrédulos de modo que éstos no puedan usar su superioridad para su propio beneficio egoísta. Como el Islam establece “la razón es poder”, los creyentes deben ser capaces de impedir a los incrédulos y los opresores mostrar que “el poder es razón”:
¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis para amedrentar al enemigo de Allah y vuestro y a otros además de ellos, que no conocéis pero que Allah conoce! Cualquier cosa que dediquéis por la causa de Allah os será devuelta, sin que seáis tratados injustamente (8:60).
Un estado islámico debería ser bastante poderoso para disuadir los ataques de incrédulos y opresores, así como sus proyectos de sujetar a la gente más débil. Debería ser capaz de asegurar la paz y la justicia, e impedir a cualquier otro poder causar el más mínimo problema o promover la corrupción. Esto será posible cuando los musulmanes se equipen con una creencia fuerte y con honradez además de con el conocimiento científico y la tecnología más avanzada. Deben combinar la ciencia y la tecnología con la fe y una moral correcta, para luego usar esta fuerza por el bien de la humanidad.
La creencia en Allah requiere servir a la gente. Una creencia mayor significa una preocupación mayor por el bienestar de los creados. Cuando los musulmanes alcanzan este nivel, Allah no permitirá que los incrédulos derroten a los creyentes (4:141). De otro modo sucederá lo que predijo el Profeta: “(Las fuerzas de los incrédulos) se unirán para hacer un ataque coordinado sobre vosotros. Arrebatarán el bocado de sus bocas y harán pillaje de vuestra mesa”.[7]
- Cuando el enfrentamiento es necesario, los musulmanes tienen la obligación de participar, porque:
¡Vosotros que creéis! ¿Qué os pasa que cuando se os dice: Salid a luchar en el camino de Allah, os aferráis a la tierra? ¿Acaso os complace más la vida de este mundo que la del Más Allá? El disfrute de la vida terrenal es poca cosa en comparación con la del Más Allá. Si no salís a luchar, Él os castigará con un doloroso castigo y os reemplazará por otros, sin que Le perjudiquéis en nada. Allah tiene poder sobre todas las cosas (9-38-39).
Es verdad que Allah ama a los que combaten en Su camino en columnas, como si fueran un sólido edificio (61:4).
¡Vosotros que creéis! ¿Queréis que os muestre el modo de salvaros de un castigo doloroso? Creed en Allah y en Su Mensajero y luchad por la causa de Allah con vuestras vidas y bienes. Eso es lo mejor para vosotros, si queréis saberlo. Él os perdonará vuestras faltas y os hará entrar en jardines por cuyo suelo corren los ríos y en las estancias de los jardines del “Edén”. Y ese es el gran triunfo. Y otras cosas que amáis: Una ayuda de Allah y una próxima victoria. Anunciad las buenas nuevas a los creyentes (61:10-13).
- Una comunidad está estructurada y funciona como un ser vivo, ya que eso exige una “cabeza” que tenga “intelecto”. Por lo tanto, la obediencia a la cabeza es vital para la prosperidad comunal. Cuando el Mensajero se alzó en Arabia, la gente se parecía a las cuentas dispersadas de un rosario roto y no era consciente de la necesidad de la obediencia y las ventajas de la vida colectiva. El Mensajero inculcó en ellos el sentimiento de obediencia a Allah, Su Mensajero y sus superiores, y usó el Islam como una cuerda irrompible para unirlos:
¡Vosotros que creéis! Obedeced a Allah, obedeced al Mensajero y a aquéllos de vosotros que tengan autoridad. Y si disputáis sobre algo, remitidlo a Allah y al Mensajero, si creéis en Allah y en el Último Día. Esto es preferible y tiene mejor resultado (4:59).¡Vosotros que creéis! Cuando tengáis algún encuentro con una tropa, sed firmes y recordad mucho a Allah para que así podáis tener éxito. Y obedeced a Allah y a Su Mensajero y no peleéis entre vosotros, porque si lo hicierais, os acobardaríais y perderíais vuestro ímpetu. Y tened paciencia, pues ciertamente Allah está con los pacientes (8:45-46).
La conciencia de obediencia de los Compañeros hizo posibles muchas cosas que previamente se veían imposibles. Por ejemplo, cuando el Profeta designó al hijo de 18 años de su esclavo negro emancipado como comandante de un ejército que contenía a muchos individuos respetados, entre ellos Abu Bakr, Omar y Osman, ningún Compañero se opuso.[8] En otro ejemplo, durante una expedición militar el comandante ordenó a sus soldados lanzarse al fuego. A pesar de que eso no fuera una orden islámica, unos trataron de obedecerlo. Sin embargo, los otros les impidieron suicidarse y los persuadieron a que preguntaran al Mensajero si ellos tenían que obedecer tales órdenes no islámicas[9]. Aunque es ilícito obedecer las órdenes pecadoras, la obediencia a la ley es sumamente importante para la vida colectiva de una comunidad, especialmente si se quiere ganar una guerra.
- Los creyentes deben ser firmes y no abandonar el campo de batalla:
¡Vosotros que creéis! Cuando encontréis a los que no creen en formación de batalla, no les deis la espalda. Y quien les dé la espalda ese día, a no ser que sea para cambiar de puesto de combate o para unirse a otra tropa, volverá con el enojo de Allah y su refugio será el Infierno. ¡Que mal retorno! (8:15-16)
Abandonar el campo de batalla es uno de los siete pecados más grandes, porque causa un desorden en las filas y desmoraliza a los demás. Su creencia en Allah y en el Más Allá no pueden ser firmes, porque sus acciones demuestran que ellos prefieren esta vida a la otra.
En la batalla de Yarmuk (636), lucharon veinte mil valientes musulmanes y derrotaron a doscientos mil bizantinos.[10] Qabbas ibn Ashyam, uno de los héroes, se dio cuenta de que había perdido una pierna (al mediodía) después de desmontarse de su caballo horas más tarde. Después su nieto se presentó al Califa Omar ibn Abd al-Aziz diciendo: “¡Oh Califa, yo soy el nieto de aquel que perdió su pierna al mediodía y se dio cuenta de ello hacia la noche!”
Durante la batalla de Muta (629), el ejército musulmán se componía de tres mil soldados; mientras que las fuerzas bizantinas tenían unos cien mil soldados. Los musulmanes lucharon heroicamente y los dos ejércitos se batieron en retirada al mismo tiempo. Aún así, los musulmanes se consideraron huidos del campo de batalla y les daba vergüenza ver al Profeta. Sin embargo, él les dio la bienvenida y los consoló: “Vosotros no huisteis; os retirasteis para uniros a mi. Después de armaros de valor vais a luchar de nuevo contra ellos”.[11] Y sucedió exactamente lo que él había dicho, porque justo antes de su muerte el ejército musulmán invadió el sur de Siria; y dos años más tarde, los musulmanes les dieron un golpe mortal a los bizantinos en Yarmuk.
[1] Ajluni, Kashf al-Jafa, 1:424.
[2] Imán Rabbani, Ahmad Faruq al-Sarhandi, Maktubat, 1:57.
[3] Ibn Hanbal, Musnad, 3:344; 359.
[4] Bujari, “Yihad” 52, 61, 67.
[5] Como es conocido, las vigilias de noche son tiempos cuando la impresión y la recitación son más penetrantes.
[6] El enviado musulmán que visitó al comandante persa durante la guerra de Qaisiya. Esto ocurrió en 637 (d.C.) durante el califato de Omar.
[7] Abu Dawud, “Malahim” 5; Ibn Hanbal, 5:278.
[8] Muslim, “Fadail al-Sahaba,” 63; Ibn Kazir, Al-Bidaya, 6:336.
[9] Muslim, “Imara” 39; Ibn Maja, “Yihad” 40.
[10] Esta batalla tuvo lugar durante el califato de Abu Bakr.
[11] Abu Dawud, “Yihad” 96; Tirmizi, “Yihad” 36; Ibn Hanbal, 2:70,86.
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