La relación con el Mensajero. La Profecía es superior a la santidad; y la calidad de mensajero es superior a la Profecía. Cada Profeta es un santo, pero ningún santo es un Profeta. A pesar de que cada mensajero es un Profeta, no todo Profeta es simultáneamente un Mensajero. El Profeta Muhammad es el último y más grande Profeta y Mensajero. Los Compañeros están directamente relacionados con su calidad de Mensajero y conectados a él debido a ello. Todo lo que vino tras el Profeta, por muy grande que sea, está conectado a él sólo en virtud a la santidad. Por lo tanto, un Compañero es superior a un santo en el grado en que la calidad de mensajero es superior a la de santidad (la distancia entre las mismas no puede ser medida).
Los beneficios de la compañía. Nada puede compararse a la iluminación y al júbilo espiritual adquirido por la presencia de un Profeta o su compañía. Ninguna lectura de cualquier cosa que haya escrito un maestro intelectual o, incluso, espiritual puede beneficiar tanto como aprender directamente de un Profeta. Por lo tanto, los Compañeros, y particularmente los que estuvieron con él más frecuentemente desde el comienzo, se beneficiaron tanto que, de ser gentes groseras, ignorantes y salvajes del desierto, fueron elevados al rango de guías religiosos, intelectuales, espirituales y morales de la Humanidad hasta el Día del Juicio Final.
Para ser un Compañero, hay que remontarse a La Meca y Medina del siglo VII d.C., escuchar al Mensajero atentamente y observarle hablando, andando, comiendo, luchando, rezando, postrándose, etc. Al ser esto imposible, nadie puede alcanzar el rango de los Compañeros. Los cuales fueron dotados con talante Divino en presencia del Mensajero.
Veracidad. El Islam está basado en la veracidad y en la ausencia de mentiras. Los Compañeros abrazaron el Islam en su forma prístina y original. Para ellos, ser musulmán significaba abandonar todos los vicios anteriores, ser purificados en la radiante atmósfera de la Revelación Divina y personificar el Islam. Morirían antes de decir una mentira. El Mensajero declaró una vez que cuando la apostasía fuese tan repugnante para una persona como entrar en el fuego, entonces esa persona habría probado el placer de creer. Los Compañeros saborearon dicho placer, ser musulmanes sinceros, no podían mentir, ya que eso era casi tan serio como la apostasía. Tenemos problemas en entender este punto completamente, ya que la gente de nuestro tiempo concibe la mentira y el engaño como habilidades, y casi todas las virtudes han sido reemplazadas por vicios.
La atmósfera creada por la Revelación. Los Compañeros fueron honrados siendo los primeros en recibir los Mensajes Divinos a través del Profeta. Cada día les eran dados mensajes originales e invitados a una nueva “Mesa Divina” llena de frescos “frutos” del Paraíso. Cada día sentían cambios radicales en sus vidas, eran elevados cada vez más cerca de la Presencia de Allah y aumentaban en fe y convicción. Se encontraban a sí mismos en los versículos del Corán y podían saber directamente si Allah aprobaba o no sus acciones.
Por ejemplo, cuando fue revelado: Los que están con él son duros con los incrédulos y compasivos entre ellos. Los ves inclinados y postrados buscando el favor de Allah y Su agrado. En sus caras llevan la huella de la postración (48:29), los ojos se volvieron hacia Abu Bakr, Omar, Osman y Ali. Después de todo, tenían fama de haber estado con el Mensajero desde el comienzo, de su dureza con los incrédulos, de su misericordia con los musulmanes y de sus frecuentes y largas inclinaciones y postraciones ante Allah buscando Su agrado.
Cuando Entre los creyentes hay hombres que han sido fieles a su compromiso con Allah; algunos han cumplido ya su compromiso y otros esperan sin haber variado en absoluto (33:23) fue recitado, todos se acordaron de los mártires de Uhud, especialmente Hamza, Anas ibn Nadr y Abdallah ibn Yahsh, además de otros que prometieron a Allah ofrecer con gusto sus vidas en Su camino.
Mientras Allah mencionó explícitamente a Zayd ibn Hariza en: De manera que cuando Zayd hubo terminado con lo que le unía a ella... (33:37),[1] declaró en 48:18 que estaba satisfecho con los creyentes cuando juraron fidelidad al Mensajero bajo el árbol durante la expedición de Judaybiya.
En dicho ambiente bendito, puro y radiante, los Compañeros practicaron el Islam en su plenitud original. Basado en una profunda percepción, una gran visión y conocimiento de Allah. Por lo tanto, incluso un creyente ordinario consciente del significado de la fe y la conexión con Allah y que trata de practicar el Islam sinceramente puede captar algo de la pureza del primer canal a través del cual la sunna fue transmitida a la siguiente generación.
La dificultad de las circunstancias. La recompensa por un acto cambia según las circunstancias en que es realizado y la pureza de la intención de quien lo hace. Esforzarse en el camino de Allah en circunstancias tan severas como el miedo, amenazas, falta del equipo necesario y solo por Su causa, es mucho más gratificante que realizar la misma acción en un ambiente de libertad y prometedor.
Los Compañeros aceptaron y defendieron el Islam bajo las circunstancias más duras imaginables. La oposición era muy inflexible e inmisericorde. En el Musamarat al-Abrar de Muhyiddin ibn Arabi, se narra que Abu Bakr dijo a Ali tras la muerte del Profeta que los primeros Compañeros, cuando salían, sus vidas siempre estaban en peligro y siempre temían que se les clavase un puñal. Sólo Allah sabe cuantas veces fueron insultados, apaleados y torturados. Los que eran débiles y esclavos, tales y como Bilal, Ammar y Suhayb, fueron torturados casi hasta la muerte. Jóvenes como Sad ibn Abi Waqqas y Musab ibn Umayr fueron apaleados, boicoteados y encarcelados por sus familias.
Sin embargo, a ninguno se le pasó por la mente abjurar del Mensajero u oponerse a él. Por la causa de Allah, abandonaron todo lo que poseían –sus hogares, patrias y posesiones– y emigraron. Los creyentes de Medina les dieron la bienvenida con entusiasmo, les protegieron y compartieron con ellos todo lo que tenían. Cumplieron su pacto con Allah de buen grado, vendieron sus propiedades y almas a Allah a cambio de la fe y el Paraíso, y nunca rompieron su palabra. Esto les proporcionó un rango tan elevado ante Allah que nunca nadie más podrá alcanzar hasta el Día del Juicio Final.
La gravedad de las circunstancias, además de otros factores, hizo que la fe de los Compañeros fuese fuerte y firme más allá de cualquier comparación. Por ejemplo, una vez el Mensajero entró en la mezquita y vio a Hariz. Ibn Malik durmiendo ahí. Le despertó. Hariz dijo: “¡Qué mi padre y mi madre sean sacrificados por ti, Mensajero de Allah! ¡Estoy listo a tus órdenes!”. El Mensajero le preguntó que cómo había pasado la noche. Hariz le respondió: “Como un verdadero creyente”. El Mensajero dijo: “Todo lo que es verdad ha de tener una verdad (que lo pruebe). ¿Cuál es, pues, la verdad de tu creencia?”. Hariz respondió: “He ayunado durante la noche y he rezado a mi Señor con suma sinceridad durante toda la noche. Ahora estoy en un estado como si viese el Trono de mi Allah y recreándome como los habitantes del Paraíso en el mismo”. El Mensajero concluyó: “te has convertido en la encarnación de la fe”.[2]
Los Compañeros se acercaron tanto a Allah que “Allah era sus ojos con los que veían, sus oídos con los que escuchaban, sus lenguas con las que hablaban y sus manos con las que sujetaban”.
Los Compañeros en el Corán. Ibn Hazn expresa la opinión de muchos y destacados especialistas: “Todos los Compañeros entrarán en el Paraíso”.[3] Es posible encontrar pruebas en el Corán que dan fe de esta afirmación. El Corán describe a los Compañeros de la siguiente manera:
Muhammad es el Mensajero de Allah. Los que están con él son duros con los incrédulos y compasivos entre ellos. –Guardan vigilias tan largas que– los ves inclinados y postrados buscando el favor de Allah y Su agrado. En sus caras llevan la huella de la postración. Así son descritos en la Torá, y su descripción en el Evangelio es: que son como una semilla que echa su brote, lo fortalece, cobra grosor y toma forma completa sobre su tallo maravillando a los sembradores, para con ello indignar a los incrédulos. Allah ha prometido a los que de ellos crean y practiquen las acciones de bien un perdón y una enorme recompensa –Les recompensará en el Paraíso con lo que jamás ojo alguno ha visto ni oído alguno ha escuchado– (48:29).
Y así:
Y de los primeros precursores, tanto de los que emigraron como de los que les auxiliaron, y de los que les siguieron en hacer el bien, Allah está satisfecho de ellos y ellos lo están de Él. Les ha preparado jardines por cuyo suelo corren los ríos y en los que serán inmortales para siempre. Ese es el gran triunfo (9:100).
Abu Huraira nunca se perdió un discurso del Mensajero. Siempre estaba con él, quedándose en la antecámara de la Mezquita del Profeta. Pasaba hambre casi siempre. Una vez fue al Mensajero y le dijo que hacía días que no había comido nada. Abu Talha le tomó de invitado, pero desafortunadamente en su casa había muy poca comida. Por lo que le pidió a su esposa, Umm Sulaym que:
… mete a los niños pronto en la cama y pon en la mesa lo que tengamos para comer. Cuando nos sentemos en la mesa, apaga la vela fingiendo un error. En la oscuridad, no se puede ver si alguien está comiendo o no. Haré como si comiera, para que el invitado pueda satisfacer su hambre”. Tras la oración del alba, el Mensajero se volvió a ellos y sonrió diciendo: “¿Qué hicisteis anoche? Este versículo ha sido revelado con respecto a vosotros.
Los –Emigrantes– que antes que ellos se habían asentado en la casa –Medina– y en la creencia, aman a quienes emigraron a ellos; no encuentran en sus pechos ninguna necesidad por lo que les ha sido dado; y los prefieren a sí mismos, aun estando en extrema necesidad. Los que están libres de su propia avaricia, esos son los que tendrán éxito (59:9).[4]
Asimismo leemos sobre los Compañeros lo siguiente:
Realmente Allah quedó complacido con los creyentes cuando te juraron fidelidad bajo el árbol y supo lo que había en sus corazones e hizo descender sobre ellos el sosiego y los recompensó con una victoria cercana (48:18).
Los Compañeros hicieron muchos juramentos de fidelidad al Mensajero, prometiendo protegerle y llevar al Islam –con la Voluntad de Allah– hacia la victoria final del mejor modo que puedan. Mantuvieron su promesa a expensas de sus propiedades y vidas. Muchos de ellos murieron mártires bien durante la vida del Mensajero o bien transmitiendo el Islam a través de las nuevas tierras conquistadas. Es posible aún encontrar en casi todos los lugares del mundo musulmán tumbas donde varios Compañeros fueron enterrados. También enseñaron a varios eruditos en jurisprudencia, tradiciones, interpretación coránica, así como historia y biografía del Profeta. El Corán dice:
Entre los creyentes hay hombres que han sido fieles a su compromiso con Allah. Algunos han cumplido ya su compromiso y otros esperan sin haber variado en absoluto (33:23).
Los Compañeros en el Hadiz. El Profeta también alabó a los Compañeros y advirtió a los musulmanes de que no les atacasen ni les insultasen. Por ejemplo, Bujari, Muslim y otros tradicionistas narran de Abu Said al-Judri que el Mensajero advirtió lo siguiente:
No maldigáis a mis Compañeros, no maldigáis a mis Compañeros. Juro por Aquel en Cuyas manos está mi vida que aunque tuvieseis tanto oro como el monte Uhud y lo gastaseis en el camino de Allah, no igualaría en recompensa a un puñado de ellos, ni la mitad de ello.[5]
Los Compañeros tienen un valor tan elevado porque aceptaron, predicaron y protegieron el Islam bajo las más duras circunstancias. Además, de acuerdo con la regla “la causa es igual que el autor”, la recompensa obtenida por todos los musulmanes desde aquella época hasta el Día del Juicio Final se añade al registro de los Compañeros sin merma alguna en la recompensa de los autores. Si no hubiese sido por sus esfuerzos en difundir el Islam allá donde fuesen, nadie lo hubiese conocido ni se hubiese hecho musulmán. Por lo tanto, todos los musulmanes después de los Compañeros han de sentirse en deuda con ellos y, en vez de pensar en criticarles, deberían de rogar por ellos:
Y los que han venido después de ellos dicen: “¡Señor nuestro! Perdónanos a nosotros y a nuestros hermanos que nos precedieron en creer y no pongas en nuestros corazones ningún rencor hacia los que creen. ¡Señor nuestro! Realmente Tú eres Clemente y Compasivo” (59:10).
Tirmizi e Ibn Hibban mencionan la advertencia de Abdallah ibn Mughaffal, que oyó al Mensajero:
¡Allah! ¡Allah! Dejad de usar malas palabras cuando habléis de mis Compañeros. ¡Allah! ¡Allah! Dejad de usar malas palabras cuando habléis de mis Compañeros. No hagáis de ellos el blanco de vuestros ataques después de mí. Quien les ama les ama por amor a mí; y quien les odia les odia por odio a mí. Quien les haga daño me hace daño; quien me hace daño “hace daño” a Allah”.[6]
El Imán Muslim relata en su Sahih que el Mensajero declaró lo siguiente:
Las estrellas son el seguro de los cielos. Cuando están esparcidas, lo que el Cielo prometió ocurre. Yo soy el seguro de mis Compañeros. Cuando deje esta vida, lo que se les prometió a mis compañeros ocurrirá. Los Compañeros son el seguro de mi nación. Cuando dejen esta vida, lo que se le prometió a mi nación ocurrirá.[7]
Tal y como consta en Bujari, Muslim y otros libros auténticos de tradiciones, el Mensajero declaró lo siguiente:
La mayor gente son los que viven en mi época. Luego vienen los que les sigan y a su vez los que les sigan a estos. Luego, esos serán seguidos por una generación cuyo testimonio será unas veces verídico y otras falso.[8]
La época de los Compañeros y la de las dos sucesivas generaciones fue una época de veracidad. Gente de gran rectitud y rigurosos eruditos aparecieron durante estas primeras tres generaciones. En las posteriores generaciones hubo gente que mintió y cometió perjurio para afianzar falsas creencias o conseguir metas mundanas. Era normal entre los mentirosos y miembros de sectas heterodoxas (así como para los orientalistas tendenciosos) mentir respecto a los Compañeros y los Imanes puros de las dos siguientes generaciones que les sucedieron, ya que fueron baluartes del Islam y reforzaron sus pilares.
Abu Nuaym menciona a Abdallah ibn Omar diciendo:
Quien quiera seguir un camino recto deberá seguir el camino de los que desaparecieron: Los Compañeros de Muhammad. Ellos son los mejores de esta Umma, los de corazón más puro, los de conocimiento más profundo y los más alejados de cualquier muestra de falsa piedad. Son la comunidad que Allah eligió para que fuesen compañía de Su Profeta y para que se transmitiese Su religión. Intenta ser como ellos en conducta y sigue su camino. Son los Compañeros de Muhammad. Juro por Allah, Señor de la Kaba, que estaban verdaderamente guiados.[9]
Según menciona Tabarani e Ibn al-Azir, Abdallah ibn Masud, una de las primeras personas en abrazar el Islam en La Meca, y luego enviado a Kufa como profesor por Omar, dijo: “Allah miró en el corazón de Sus verdaderos creyentes y eligió a Muhammad para ser enviado a Sus criaturas como Mensajero. Luego miró en el corazón de la gente y eligió a sus Compañeros como Ayudantes de Su religión y visires de Su Profeta”.[10] También dijo:
Podrás superar a los Compañeros ayunando, rezando y esforzándote en adorar a Allah mejor. Pero ellos son mejores que tú, ya que no le hicieron caso alguno a este mundo y deseaban ardientemente la Próxima Vida.[11]
Los compañeros que sobresalieron en la narración de tradiciones. Allah Todopoderoso creó a la gente con diferentes predisposiciones y potencialidades de tal modo que la vida social se mantenga a través de la ayuda mutua y la división del trabajo. Por lo tanto, algunos Compañeros eran buenos agricultores, prósperos comerciantes, estudiantes, jefes militares y administradores. Algunos, especialmente los Ashab al-Suffa (los que vivían en la antecámara de la Mezquita del Profeta) nunca se perdían las enseñanzas del Mensajero e intentaban memorizar cada palabra suya.
Estos Compañeros narraron más tarde a la gente lo que oyeron o vieron respecto al Mensajero. Afortunadamente, por Voluntad de Allah sobrevivieron a otros y, junto a Aisha, constituyeron la primera y dorada cadena a través de la cual se transmitió la Sunna. Lo que sigue es una breve descripción de sus caracteres y vidas:
Abu Huraira era de la tribu yemení de Daws. Se hizo musulmán a comienzos del séptimo año de la Hégira a manos de Tufayl ibn Amr, el jefe de su tribu. Cuando emigró a Medina, el Mensajero estaba ocupado con la campaña de Jaibar. Se unió a él en Jaibar. El Mensajero le cambió su nombre Abd al-Shams al de Abd al-Rahman, y dijo: “El hombre no es esclavo ni del Sol ni de la Luna”.
Abu Huraira era muy pobre y modesto. Una vez el Mensajero le vio sosteniendo contra su pecho un gato y le puso el apodo de Abu Hirr (el padre o el dueño del gato). La gente empezó a llamarle Abu Huraira. Sin embargo, a él le gustaba que se le llamase Abu Hirr, ya que dicho título le fue dado por el Mensajero.[12]
Vivía con su madre que no era musulmana. Siempre rogaba por su conversión, un día le pidió al Mensajero que rogase por ello. Así lo hizo, y antes de que bajase sus manos, Abu Huraira corrió hacia su casa para asegurarse que el ruego del Mensajero iba a ser aceptado. Cuando llegó, su madre le detuvo en la puerta para que pudiese finalizar el ghusl (la ablución ritual completa). Luego, abrió la puerta y le declaró su conversión. Tras ello, Abu Huraira le pidió al Mensajero que los creyentes le amasen a él y a su madre, El Mensajero hizo eso.[13] Por lo tanto, el amor a Abu Huraira es una marca de la fe.
Este Compañero tenía una extraordinaria memoria. Dormía durante el primer tercio de la noche, rezaba y hacía sus recitaciones supererogatorias durante el segundo tercio y repasaba las tradiciones que había memorizado para nunca olvidarlas durante el tercer tercio. Memorizó más de cinco mil tradiciones. Nunca se perdió un discurso del Mensajero, procuró aprender sus tradiciones y era un amante del conocimiento.
Un día rogó diciendo: “Allah, dame un conocimiento que nunca olvide”. El Mensajero le escuchó y dijo: “¡Oh, Allah! ¡Amén!”.[14] Otro día, le dijo al Mensajero; “Mensajero de Allah, no quiero que se me olvide lo que te he oído decir”. El Mensajero le pidió que se quitase su capa y que la extendiese sobre el suelo. El Mensajero rezó y vació sus manos sobre la capa como si estuviesen llenas de algo de lo Oculto. Ordenó a Abu Huraira que doblase su capa y que la sostuviese contra su pecho. Tras narrar dicho incidente, Abu Huraira solía decir: “La doblé y la sostuve contra mi pecho. Juro por Allah que –desde entonces– no he olvidado nada de lo que he escuchado decir al Mensajero”.[15]
Abu Huraira no tenía en cuenta esta vida. Ayunaba de tres a cuatro días consecutivos por pobreza. A veces, se retorcía de hambre en el suelo y decía a los viandantes: Istaqra’tuka, lo cual tiene un doble significado: “¿No me vas a recitar algo del Corán?” y “¿No va a alimentarme?”.[16] Yafar Tayyar le entendió mejor que nadie y le tomó como invitado. [17]
Abu Huraira soportó dicha dureza por aprender el Hadiz. Respecto a aquellos que le advertían de que narraba demasiadas tradiciones, les respondió con sinceridad: “Mientras mis hermanos Emigrantes estaban ocupados en el bazar y mis hermanos Ayudantes estaban labrando, yo intenté mantener mi alma y mi cuerpo juntos para estar en compañía del Mensajero”.[18] A veces, decía: “Si no fuese por el versículo: A los que oculten las evidencias y la guía que hemos hecho descender, después de haberlas hecho claras para los hombres en el Libro, Allah los maldecirá y los maldecirán todos los maldecidores (2:159), no habría narrado nada”.[19]
Algunos pretenden que los Compañeros se oponían a que Abu Huraira narrase. Esta pretensión carece de fundamento. Muchos Compañeros, entre los que se encuentran Abu Ayyub al-Ansari, Abdallah ibn Omar, Abdallah ibn Abbas, Yabir ibn Abdallah al-Ansari, Anas ibn Malik y Wasila ibn Islam, narraron tradiciones transmitidas por él. Algunos preguntaron a Abu ayyub por qué narraba tradiciones transmitidas por Abu Huraira a pesar de su temprana conversión, a lo que respondió lo siguiente: “El oyó del Mensajero muchas cosas que nosotros no oímos”.[20]
Muchos destacados Tabi’un recibieron de él muchas tradiciones, incluyendo a Hasan al-Basri, Zayd ibn Aslam, Said ibn al-Musayyib (el cual se casó con la hija de Abu Huraira con el fin de beneficiarse más), Said ibn Yasar, Said al-Makburi, Sulayman ibn Yasar, Shabi (el cual recibió tradiciones de quinientos Compañeros), Muhammad ibn Abi Bakr y Qasim ibn Muhammad (el cual es aceptado como eslabón de la cadena de los guías espirituales Nakshbandi). Hammam ibn Munabbih y Muhammad ibn Munkadir son los más famosos de entre las ochocientas personas que recibieron de él tradiciones.[21]
Omar nombró a Abu Huraira gobernador de Bahrayn. Sin embargo, al hacerse con una pequeña cantidad de riqueza comerciando durante su cargo, Omar hizo que se le investigase. Y a pesar de haberse comprobado su inocencia, cuando se le pidió que volviese a ocupar el cargo, Abu Huraira rehusó diciendo: “Ya ha sido suficiente para mí como gobernador”.[22]
Abu Huraira, muy al contrario de las pretensiones de orientalistas tales como Goldziher y sus seguidores musulmanes, tales como Ahmad Amin, Abu Rayya y Ali Abd al-Razzaq, nunca estuvo en contra de Ali ni a favor de los Omeyas. Debió de haber apoyado a Ali en los conflictos internos para que la sedición fuese aplastada, pero eligió permanecer neutral, ya que: “Aparecerán sediciones durante las cuales el que se sienta –en silencio– será mejor que el que se pone en pie –para participar–; el que se pone en pie será mejor que el que anda –a participar–; y el que anda será mejor que el que corre –hacia ellas–”.[23] Este hadiz puede que no esté relacionado con los conflictos internos que tuvieron lugar durante el califato de Ali, pero Abu Huraira pensó que así fue, por lo que permaneció neutral.
Abu Huraira se opuso al gobierno Omeya. Una vez se puso en pie ante Marwan ibn Hakam y narró el siguiente hadiz: “La destrucción de mi comunidad tendrá lugar a manos de unos pocos hombres inmaduros (jóvenes) de Coraich”.[24] Marwan respondió: “Que Allah les maldiga”, pretendiendo no entender lo que quería decir. Abu Huraira añadió lo siguiente: “Si quieres, te puedo informar sobre sus nombres y características”.
Se le oía frecuentemente hacer la siguiente súplica: “Allah, no me hagas vivir hasta el sexagésimo año”.[25] Esta súplica era tan famosa que cualquiera que veía a Abu Huraira la recordaba. Había escuchado al Mensajero decir que unos jóvenes inexpertos y pecaminosos iban a empezar a gobernar a los 1musulmanes en el año 60 de la Hégira. Abu Huraira murió en el año 59 de la Hégira y Yazid sucedió a su padre Muawiya un año más tarde.
No existe prueba alguna de que Aisha se opusiese a que Abu Huraira narrase. Tanto Aisha como Abu Huraira vivieron largas vidas y, exceptuando el siguiente incidente, ella nunca criticó sus narraciones. Una vez estaba narrando tradiciones cerca de su habitación mientras ella rezaba, terminó la oración y salió afuera, sólo para ver que ya se había ido. Entonces, hizo la siguiente observación: “La tradiciones del Mensajero no deben narrarse de ese modo, una tras otra”.[26] Con ello quería decir que deberían narrarse lentamente y con claridad para que los oyentes pudiesen comprenderlas y memorizarlas.
Algunos pretenden que Abu Hanifa dijo: “No tomo opiniones de tres Compañeros como evidencia Jurídica. Abu Huraira es uno de ellos”. Esto es simplemente una mentira. Allama Ibn Humam, uno de los grandes juristas hanafíes, consideraba que Abu Huraira era un destacado jurista. Además, no hay nada que pruebe que Abu Hanifa hubiese dicho nada de eso.
Abu Huraira narró más de cinco mil tradiciones. Reunidas juntas constituyen un volumen 1’5 veces mayor que el grosor del Corán. Mucha gente ha memorizado el Corán en 6 meses o menos. Abu Huraira tenía una buenísima memoria y estuvo con el Mensajero durante 4 años, el cual rogó para que la memoria de Abu Huraira fuese fuerte. Equivaldría a acusar a Abu Huraira de inteligencia deficiente el pretender que no pudo haber memorizado tantas tradiciones. Además, todas las tradiciones que narró no las escuchó directamente del Mensajero. Al igual que destacados Compañeros tal y como Abu Bakr, Omar, Ubayy ibn Kab, Aisha y Abu Ayyub al-Ansari narraron tradiciones transmitidas por él, él también recibió de ellos tradiciones.
Mientras Abu Huraira narraba tradiciones en presencia de Marwan ibn Hakam en diferentes momentos, este último hizo que su secretario las registrase en secreto. Más tarde, le pidió a Abu Huraira que repitiese las tradiciones que le había narrado anteriormente. Abu Huraira comenzó diciendo: “En el nombre de Allah, el Misericordioso y Compasivo”, y narró las mismas tradiciones con las mismas palabras exactamente.[27] Por lo tanto, no hay razón para criticar el que hubiese narrado tantas tradiciones proféticas.
Abdallah Ibn Abbas nació cuatro o cinco años antes de la Hégira. Tenía una gran inteligencia y memoria, y era un hombre inspirado. El Mensajero rogó por él así: “Allah, hazle perspicaz, bien versado en la religión y enséñale las verdades ocultas del Corán”.[28] En vida se le conocía como “el Gran Sabio de la Umma”, “el Mar” (el Poseedor de Profundo Conocimiento) o “el Traductor (Clarificador) del Corán”.[29]
Era muy apuesto, alto y dotado de gran elocuencia. Su memoria era tal que memorizó un poema de ochenta pareados por Amr ibn RabiA de una sola lectura. Además de su profundo conocimiento de interpretación coránica, tradición y jurisprudencia, también estaba bien versado en literatura, en particular poesía pre-islámica. En su Tafsir, Ibn Yarir al-Tabarig vincula un pareado o verso trasmitido por él con la interpretación de casi cada versículo coránico.
Era muy amado por los Compañeros. A pesar de su juventud, Omar le nombró miembro de su Consejo Asesor, constituido por los Compañeros de mayor edad. Cuando se le preguntó por qué había hecho eso, Omar probó su nivel de comprensión del Corán. Les pidió que explicasen el siguiente versículo:
Cuando llegue el auxilio de Allah y la victoria, y veas a la gente entrar por grupos en la religión de Allah, proclama la alabanza de tu Señor y pídele perdón. Él siempre acepta a quien a Él se vuelve (110:1-3).
Los mayores contestaron diciendo: “Se le ordena al Profeta que glorifique a Allah y que busque Su perdón cuando vea a la gente entrar en el Islam en multitudes después de que venga el auxilio de Allah y la victoria”. Omar no estaba satisfecho, y preguntó a Ibn Abbas la misma pregunta. Éste respondió: “Este versículo significa que la muerte del Mensajero está cerca, ya que cuando la gente entre en el Islam en multitudes significa que su misión como Mensajero ha finalizado”. Omar se volvió al consejo y dijo: “Por esto es por lo que le he incluido entre vosotros”.[30]
Ibn Abbas era famoso por su gran perspicacia, profundo saber, gran memoria, aguda inteligencia, sagacidad y modestia. Cuando entraba en un lugar de reunión, la gente se levantaba por respeto a él. Esto era tan incómodo para él que les dijo: “¡Por favor, por la ayuda y refugio (que habéis dado al Profeta y a los Emigrantes), no os pongáis de pie por mí!”. A pesar de ser una de los musulmanes con más conocimiento que existía, mostraba gran respeto por los sabios. Por ejemplo, ayudó a Zayd ibn Zabit a montar sobre su caballo sujetando el estribo y explicando lo siguiente: “Se nos ha dicho que actuemos así con los familiares del Mensajero”.[31]
Como hemos dicho, a Ibn Abbas no le gustaba que la gente se pusiese de pie por respeto a él. Sin embargo, cuando fue enterrado, algo sucedió. Fue como si los muertos se pusiesen de pie por respeto a él y los seres espirituales le diesen la bienvenida. Se escuchó una voz proveniente de debajo de su tumba que decía lo siguiente: ¡Oh, alma sosegada! Regresa a tu señor satisfecha y complaciente. Y entra con Mis siervos, entra en Mi Jardín. (89:27-30).[32]
Ibn Abbas educó a muchos eruditos en cada rama del conocimiento religioso. La escuela de jurisprudencia de La Meca fue fundada por él. Sabios destacados de los Tabi’un tal y como Said ibn Jubayr, Mujahid ibn Jabr e Ikrima reconocieron lo siguiente: “Ibn Abbas nos enseñó todo lo que sabemos”. Narró alrededor de mil seiscientas tradiciones.
Abdallah Ibn Omar fue el único de los hijos de Omar al que se le llamó Ibn Omar (hijo de Omar). Esto muestra el gran valor que tenía por ser llamado “hijo de Omar” o el ser mencionado con el nombre de Omar. A pesar de que Omar fue el segundo en estima de los Compañeros, a Abdallah se le considera superior en conocimiento, piedad, adoración y devoción por la Sunna. Su esmero en seguir el ejemplo del Profeta fue tal que Nafi, el profesor del Imán Malik, narró lo siguiente: “Mientras descendíamos de Arafat, Ibn Omar entró en un agujero. Cuando salió, le pregunté que qué había estado haciendo ahí. El Imán respondió: “Mientras descendía de Arafat detrás del Mensajero, éste se introdujo en ese agujero para hacer sus necesidades. No necesitaba hacerlo, pero no me gusta llevarle la contraria”.[33] Asimismo, nadie le vio nunca beber agua en más de tres sorbos, ya que vio al Mensajero beber agua en tres sorbos.
Ibn Omar nació durante los primeros años del Islam. Vio a su padre ser golpeado fuertemente por los politeístas de La Meca varias veces.[34] Cuando los musulmanes emigraron a Medina, tenía alrededor de diez años. El Mensajero no le dejó luchar en Badr porque era muy joven. Cuando se le impidió luchar en Uhud, regresó a casa tan consternado que se pasó la noche entera preguntándose a sí mismo: “¿Qué pecado habré cometido para que no se me incluya en un ejército que lucha en la camino del Mensajero?”.[35]
Ibn Jalliqan narra a través de Sha‘bi lo siguiente:
Cuando eran jóvenes, Abdallah ibn Zubayr, su hermano Musab ibn Zubayr, Abd al-Malik ibn Marwan y Abdallah ibn Omar estaban sentados al lado de la Kaba. Y pensaron que cada uno debería pedirle a Allah algo especial con la esperanza de que su petición fuese escuchada. Ibn Zubayr pidió así: “Allah, por Tu Grandeza, Honor y Majestad, hazme gobernador del Hiyaz”. Musab extendió sus brazos y pidió: “Allah, por Tu, Honor, Majestad y la Grandeza de Tu Trono, hazme gobernador de Irak”. Abd al-Malik elevó sus brazos y pidió: “Allah, te pido que me hagas gobernador de todos los musulmanes y que asegures a través de mí la unidad de los musulmanes incluso al precio de algunas vidas”. Cuando Abdallah hizo su rezo, pidió así: “Allah, no tomes mi alma antes de que me asegures el Paraíso”.[36]
Las oraciones de los tres primeros fueron aceptadas: Abdallah ibn Zubayr gobernó durante un tiempo el Hiyaz y fue luego martirizado por Hayyay el Tirano, el conocido gobernante omeya. Musab gobernó Irak durante un corto período de tiempo. Abd al-Malik sucedió a su padre, Marwan, como Califa y aseguró la unidad de los musulmanes, pero al precio de muchas vidas y mucho derramamiento de sangre.
En cuanto a Ibn Omar, el Imán Shabi hace el siguiente comentario: “Si la oración del Imán fue aceptada o no, se verá en el Más Allá”. Sha‘bi sabía algo: “Ibn Omar nunca se opuso a los descendientes del Profeta ni apoyó a los omeyas. Hayyay le temía. Una vez, Hayyay dio un discurso antes de la oración del mediodía tan largo que casi se hizo el tiempo de la oración de la tarde. Ibn Omar le advirtió diciéndole: “Gobernador, el tiempo pasa sin esperar a que acabes tu discurso”. Hayyay estaba lleno de rencor y animadversión hacia Ibn Omar. Finalmente, durante un peregrinaje, encontró a alguien para que pinchase a Ibn Omar en el talón con una daga envenenada mientras vestía atuendo de peregrino. Al final, el veneno le mató”.[37]
Abdallah ibn Masud, fue una de las primeras cinco o seis personas en abrazar el Islam, además de haber narrado un considerable número de tradiciones. De joven, iba con los seguidores de líderes coraichíes como Abu Yahl y Uqba ibn Abi Muayt. Tras su conversión, no se volvió a separar del Mensajero. Entraba en la casa del Profeta sin tener que pedirlo y tan frecuentemente que la gente creía que era un miembro de la familia. Durante las expediciones tanto militares como no militares, solía llevar el odre de agua del Profeta, las sandalias de madera y la estera sobre la que se solía sentar o dormir. Llegó a ser conocido como el “custodio de los zuecos, el lecho y el odre”.[38]
Ibn Masud obró algunos Milagros. Por ejemplo, una vez, mientras estaba siendo torturado en La Meca, se hizo invisible a sus torturadores. El Mensajero le llamaba “hijo de la madre de la esclava” y solía decir a los Compañeros: “Si queréis recitar el Corán tal y como fue revelado la primera vez, hacedlo de acuerdo a la recitación del hijo de la madre de la esclava”.[39]
Un día el Mensajero le pidió que le recitase algo de Corán. Ibn Masud se excusó diciendo: “Mensajero de Allah, ¿te lo he de recitar yo habiéndote sido revelado a ti?”. Sin embargo, el Mensajero insistió: “Prefiero escucharlo de otros”. Ibn Masud empezó a recitar la Sura al-Nisa. Cuando llegó al versículo 41: ¿Y qué pasará cuando traigamos a un testigo de cada comunidad y te traigamos a ti como testigo de estos? El Mensajero, cuyos ojos estaban repletos de lágrimas le detuvo diciendo: “Para, por favor. Es suficiente”.[40]
Ibn Masud, el cual era bajo y débil, se subió una vez a un árbol porque se lo pidió el Mensajero. Los presentes se rieron de sus piernas. El Mensajero les advirtió diciéndoles: “Esas piernas pesarán más que el monte Uhud según la medida de la Próxima Vida”.[41]
El Califa Omar le envió a Kufa como profesor con una carta que decía lo siguiente: “¡Gente de Kufa! Si no os prefiriese más que a mí mismo, no os enviaría a Ibn Masud”.[42] Ibn Masud vivió en Kufa durante el califato de Omar y formó a muchos eruditos. Grandes eruditos de entre los Tabi’un, tal y como Alqama ibn Qays, Aswad ibn Yazid al-Naha’i e Ibrahim ibn Yazid al-Naha’i crecieron en el ambiente establecido por Ibn Masud. Uno de las personas que asistía a los cursos de Alqama le preguntó quién había sido su maestro. Cuando Alqama respondió que había aprendido de Omar, Osman, Ali e Ibn Masud, el hombre dijo: “¡Bien! ¡Bien!”
Ibn Masud continuó viviendo en Kufa durante el califato de Osman. Sin embargo, después de que Osman requiriese su presencia en Medina para investigar una queja contra él sin fundamento, Ibn Masud no quiso regresar a Kufa, pues ya era bastante mayor. Una vez un hombre corrió hacia él y le dijo: “La otra noche soñé que el Mensajero te decía: ‘Te han hecho mucho daño después de mí, ven, pues, a mí’. Y tu respondiste: ‘De acuerdo, mensajero de Allah. Ya no dejaré Medina nunca más’”. Algunos días más tarde, Ibn Masud se puso enfermo. Osman fue a visitarle, y la siguiente conversación tuvo lugar entre ambos:
– ¿Tienes alguna queja?– Tengo muchas quejas.– ¿De qué?– De mis pecados mientras me dirijo a Allah.– ¿Hay algo que desees?– La misericordia de Allah.– ¿Quieres que llame a un médico?– El “médico” ha hecho que enferme. Por lo que el médico que me mandes no tiene nada que hacer.
Ibn Masud pasó alrededor de veinte años en compañía del Mensajero. Narró aproximadamente ochocientas tradiciones.[43]
Además de estos grandes Compañeros: Aisha, Abu Said al-Judri, Yabir ibn Abdallah y Anas ibn Malik, hay otros Compañeros que narraron muchas tradiciones.
Aisha convivió con el Mensajero durante nueve años. Tenía gran talento, lúcida inteligencia y memoria y una gran perspicacia y agudeza. Sentía gran curiosidad en aprender nuevas cosas, y le pedía al Mensajero que le explicase las cosas que le costaba entender.
Abu Said al-Judri vivía en la antecámara de la mezquita y siempre estaba con el Mensajero. Vivió una larga vida, y llegó una época en que se le consideró la persona con más conocimiento en Medina.
Yabir Ibn Abdallah es el hijo de Abdallah ibn Amr ibn Haram al-Ansari, que murió martir en Uhud. Tras la muerte del Mensajero, vivió en Medina (donde daba clases en la Mezquita del Profeta), Egipto y Damasco. Eruditos de los Tabi’un del calibre de Amr ibn Dinar, Mujahid y Ata ibn Abi Rabah asistían a sus clases.[44] La gente se sentaba alrededor de él en Damasco y Egipto para aprender acerca del Mensajero y sus tradiciones.
Anas Ibn Malik sirvió al Mensajero durante diez años en Medina. Tras la muerte del Mensajero, vivió una larga vida durante la cual enseñó las tradiciones proféticas a los que le rodeaban.
Todas las tradiciones que figuran en Kanz al-Ummal, tanto las auténticas como las transmitidas de modo defectuoso, ascienden a cuarenta y seis mil seiscientos veinticuatro. Es posible memorizarlas en un corto espacio de tiempo. Entre los primeros tradicionistas del Islam, mucha gente memorizó más de cien mil tradiciones, incluyendo las inventadas. En base a este hecho, los detractores de la Sunna y los escépticos no pueden alegar que el número de tradiciones narradas por algunos Compañeros era demasiado grande como para que hubiesen podido memorizarlas y narrarlas todas.
Los beneficios de la compañía. Nada puede compararse a la iluminación y al júbilo espiritual adquirido por la presencia de un Profeta o su compañía. Ninguna lectura de cualquier cosa que haya escrito un maestro intelectual o, incluso, espiritual puede beneficiar tanto como aprender directamente de un Profeta. Por lo tanto, los Compañeros, y particularmente los que estuvieron con él más frecuentemente desde el comienzo, se beneficiaron tanto que, de ser gentes groseras, ignorantes y salvajes del desierto, fueron elevados al rango de guías religiosos, intelectuales, espirituales y morales de la Humanidad hasta el Día del Juicio Final.
Para ser un Compañero, hay que remontarse a La Meca y Medina del siglo VII d.C., escuchar al Mensajero atentamente y observarle hablando, andando, comiendo, luchando, rezando, postrándose, etc. Al ser esto imposible, nadie puede alcanzar el rango de los Compañeros. Los cuales fueron dotados con talante Divino en presencia del Mensajero.
Veracidad. El Islam está basado en la veracidad y en la ausencia de mentiras. Los Compañeros abrazaron el Islam en su forma prístina y original. Para ellos, ser musulmán significaba abandonar todos los vicios anteriores, ser purificados en la radiante atmósfera de la Revelación Divina y personificar el Islam. Morirían antes de decir una mentira. El Mensajero declaró una vez que cuando la apostasía fuese tan repugnante para una persona como entrar en el fuego, entonces esa persona habría probado el placer de creer. Los Compañeros saborearon dicho placer, ser musulmanes sinceros, no podían mentir, ya que eso era casi tan serio como la apostasía. Tenemos problemas en entender este punto completamente, ya que la gente de nuestro tiempo concibe la mentira y el engaño como habilidades, y casi todas las virtudes han sido reemplazadas por vicios.
La atmósfera creada por la Revelación. Los Compañeros fueron honrados siendo los primeros en recibir los Mensajes Divinos a través del Profeta. Cada día les eran dados mensajes originales e invitados a una nueva “Mesa Divina” llena de frescos “frutos” del Paraíso. Cada día sentían cambios radicales en sus vidas, eran elevados cada vez más cerca de la Presencia de Allah y aumentaban en fe y convicción. Se encontraban a sí mismos en los versículos del Corán y podían saber directamente si Allah aprobaba o no sus acciones.
Por ejemplo, cuando fue revelado: Los que están con él son duros con los incrédulos y compasivos entre ellos. Los ves inclinados y postrados buscando el favor de Allah y Su agrado. En sus caras llevan la huella de la postración (48:29), los ojos se volvieron hacia Abu Bakr, Omar, Osman y Ali. Después de todo, tenían fama de haber estado con el Mensajero desde el comienzo, de su dureza con los incrédulos, de su misericordia con los musulmanes y de sus frecuentes y largas inclinaciones y postraciones ante Allah buscando Su agrado.
Cuando Entre los creyentes hay hombres que han sido fieles a su compromiso con Allah; algunos han cumplido ya su compromiso y otros esperan sin haber variado en absoluto (33:23) fue recitado, todos se acordaron de los mártires de Uhud, especialmente Hamza, Anas ibn Nadr y Abdallah ibn Yahsh, además de otros que prometieron a Allah ofrecer con gusto sus vidas en Su camino.
Mientras Allah mencionó explícitamente a Zayd ibn Hariza en: De manera que cuando Zayd hubo terminado con lo que le unía a ella... (33:37),[1] declaró en 48:18 que estaba satisfecho con los creyentes cuando juraron fidelidad al Mensajero bajo el árbol durante la expedición de Judaybiya.
En dicho ambiente bendito, puro y radiante, los Compañeros practicaron el Islam en su plenitud original. Basado en una profunda percepción, una gran visión y conocimiento de Allah. Por lo tanto, incluso un creyente ordinario consciente del significado de la fe y la conexión con Allah y que trata de practicar el Islam sinceramente puede captar algo de la pureza del primer canal a través del cual la sunna fue transmitida a la siguiente generación.
La dificultad de las circunstancias. La recompensa por un acto cambia según las circunstancias en que es realizado y la pureza de la intención de quien lo hace. Esforzarse en el camino de Allah en circunstancias tan severas como el miedo, amenazas, falta del equipo necesario y solo por Su causa, es mucho más gratificante que realizar la misma acción en un ambiente de libertad y prometedor.
Los Compañeros aceptaron y defendieron el Islam bajo las circunstancias más duras imaginables. La oposición era muy inflexible e inmisericorde. En el Musamarat al-Abrar de Muhyiddin ibn Arabi, se narra que Abu Bakr dijo a Ali tras la muerte del Profeta que los primeros Compañeros, cuando salían, sus vidas siempre estaban en peligro y siempre temían que se les clavase un puñal. Sólo Allah sabe cuantas veces fueron insultados, apaleados y torturados. Los que eran débiles y esclavos, tales y como Bilal, Ammar y Suhayb, fueron torturados casi hasta la muerte. Jóvenes como Sad ibn Abi Waqqas y Musab ibn Umayr fueron apaleados, boicoteados y encarcelados por sus familias.
Sin embargo, a ninguno se le pasó por la mente abjurar del Mensajero u oponerse a él. Por la causa de Allah, abandonaron todo lo que poseían –sus hogares, patrias y posesiones– y emigraron. Los creyentes de Medina les dieron la bienvenida con entusiasmo, les protegieron y compartieron con ellos todo lo que tenían. Cumplieron su pacto con Allah de buen grado, vendieron sus propiedades y almas a Allah a cambio de la fe y el Paraíso, y nunca rompieron su palabra. Esto les proporcionó un rango tan elevado ante Allah que nunca nadie más podrá alcanzar hasta el Día del Juicio Final.
La gravedad de las circunstancias, además de otros factores, hizo que la fe de los Compañeros fuese fuerte y firme más allá de cualquier comparación. Por ejemplo, una vez el Mensajero entró en la mezquita y vio a Hariz. Ibn Malik durmiendo ahí. Le despertó. Hariz dijo: “¡Qué mi padre y mi madre sean sacrificados por ti, Mensajero de Allah! ¡Estoy listo a tus órdenes!”. El Mensajero le preguntó que cómo había pasado la noche. Hariz le respondió: “Como un verdadero creyente”. El Mensajero dijo: “Todo lo que es verdad ha de tener una verdad (que lo pruebe). ¿Cuál es, pues, la verdad de tu creencia?”. Hariz respondió: “He ayunado durante la noche y he rezado a mi Señor con suma sinceridad durante toda la noche. Ahora estoy en un estado como si viese el Trono de mi Allah y recreándome como los habitantes del Paraíso en el mismo”. El Mensajero concluyó: “te has convertido en la encarnación de la fe”.[2]
Los Compañeros se acercaron tanto a Allah que “Allah era sus ojos con los que veían, sus oídos con los que escuchaban, sus lenguas con las que hablaban y sus manos con las que sujetaban”.
Los Compañeros en el Corán. Ibn Hazn expresa la opinión de muchos y destacados especialistas: “Todos los Compañeros entrarán en el Paraíso”.[3] Es posible encontrar pruebas en el Corán que dan fe de esta afirmación. El Corán describe a los Compañeros de la siguiente manera:
Muhammad es el Mensajero de Allah. Los que están con él son duros con los incrédulos y compasivos entre ellos. –Guardan vigilias tan largas que– los ves inclinados y postrados buscando el favor de Allah y Su agrado. En sus caras llevan la huella de la postración. Así son descritos en la Torá, y su descripción en el Evangelio es: que son como una semilla que echa su brote, lo fortalece, cobra grosor y toma forma completa sobre su tallo maravillando a los sembradores, para con ello indignar a los incrédulos. Allah ha prometido a los que de ellos crean y practiquen las acciones de bien un perdón y una enorme recompensa –Les recompensará en el Paraíso con lo que jamás ojo alguno ha visto ni oído alguno ha escuchado– (48:29).
Y así:
Y de los primeros precursores, tanto de los que emigraron como de los que les auxiliaron, y de los que les siguieron en hacer el bien, Allah está satisfecho de ellos y ellos lo están de Él. Les ha preparado jardines por cuyo suelo corren los ríos y en los que serán inmortales para siempre. Ese es el gran triunfo (9:100).
Abu Huraira nunca se perdió un discurso del Mensajero. Siempre estaba con él, quedándose en la antecámara de la Mezquita del Profeta. Pasaba hambre casi siempre. Una vez fue al Mensajero y le dijo que hacía días que no había comido nada. Abu Talha le tomó de invitado, pero desafortunadamente en su casa había muy poca comida. Por lo que le pidió a su esposa, Umm Sulaym que:
… mete a los niños pronto en la cama y pon en la mesa lo que tengamos para comer. Cuando nos sentemos en la mesa, apaga la vela fingiendo un error. En la oscuridad, no se puede ver si alguien está comiendo o no. Haré como si comiera, para que el invitado pueda satisfacer su hambre”. Tras la oración del alba, el Mensajero se volvió a ellos y sonrió diciendo: “¿Qué hicisteis anoche? Este versículo ha sido revelado con respecto a vosotros.
Los –Emigrantes– que antes que ellos se habían asentado en la casa –Medina– y en la creencia, aman a quienes emigraron a ellos; no encuentran en sus pechos ninguna necesidad por lo que les ha sido dado; y los prefieren a sí mismos, aun estando en extrema necesidad. Los que están libres de su propia avaricia, esos son los que tendrán éxito (59:9).[4]
Asimismo leemos sobre los Compañeros lo siguiente:
Realmente Allah quedó complacido con los creyentes cuando te juraron fidelidad bajo el árbol y supo lo que había en sus corazones e hizo descender sobre ellos el sosiego y los recompensó con una victoria cercana (48:18).
Los Compañeros hicieron muchos juramentos de fidelidad al Mensajero, prometiendo protegerle y llevar al Islam –con la Voluntad de Allah– hacia la victoria final del mejor modo que puedan. Mantuvieron su promesa a expensas de sus propiedades y vidas. Muchos de ellos murieron mártires bien durante la vida del Mensajero o bien transmitiendo el Islam a través de las nuevas tierras conquistadas. Es posible aún encontrar en casi todos los lugares del mundo musulmán tumbas donde varios Compañeros fueron enterrados. También enseñaron a varios eruditos en jurisprudencia, tradiciones, interpretación coránica, así como historia y biografía del Profeta. El Corán dice:
Entre los creyentes hay hombres que han sido fieles a su compromiso con Allah. Algunos han cumplido ya su compromiso y otros esperan sin haber variado en absoluto (33:23).
Los Compañeros en el Hadiz. El Profeta también alabó a los Compañeros y advirtió a los musulmanes de que no les atacasen ni les insultasen. Por ejemplo, Bujari, Muslim y otros tradicionistas narran de Abu Said al-Judri que el Mensajero advirtió lo siguiente:
No maldigáis a mis Compañeros, no maldigáis a mis Compañeros. Juro por Aquel en Cuyas manos está mi vida que aunque tuvieseis tanto oro como el monte Uhud y lo gastaseis en el camino de Allah, no igualaría en recompensa a un puñado de ellos, ni la mitad de ello.[5]
Los Compañeros tienen un valor tan elevado porque aceptaron, predicaron y protegieron el Islam bajo las más duras circunstancias. Además, de acuerdo con la regla “la causa es igual que el autor”, la recompensa obtenida por todos los musulmanes desde aquella época hasta el Día del Juicio Final se añade al registro de los Compañeros sin merma alguna en la recompensa de los autores. Si no hubiese sido por sus esfuerzos en difundir el Islam allá donde fuesen, nadie lo hubiese conocido ni se hubiese hecho musulmán. Por lo tanto, todos los musulmanes después de los Compañeros han de sentirse en deuda con ellos y, en vez de pensar en criticarles, deberían de rogar por ellos:
Y los que han venido después de ellos dicen: “¡Señor nuestro! Perdónanos a nosotros y a nuestros hermanos que nos precedieron en creer y no pongas en nuestros corazones ningún rencor hacia los que creen. ¡Señor nuestro! Realmente Tú eres Clemente y Compasivo” (59:10).
Tirmizi e Ibn Hibban mencionan la advertencia de Abdallah ibn Mughaffal, que oyó al Mensajero:
¡Allah! ¡Allah! Dejad de usar malas palabras cuando habléis de mis Compañeros. ¡Allah! ¡Allah! Dejad de usar malas palabras cuando habléis de mis Compañeros. No hagáis de ellos el blanco de vuestros ataques después de mí. Quien les ama les ama por amor a mí; y quien les odia les odia por odio a mí. Quien les haga daño me hace daño; quien me hace daño “hace daño” a Allah”.[6]
El Imán Muslim relata en su Sahih que el Mensajero declaró lo siguiente:
Las estrellas son el seguro de los cielos. Cuando están esparcidas, lo que el Cielo prometió ocurre. Yo soy el seguro de mis Compañeros. Cuando deje esta vida, lo que se les prometió a mis compañeros ocurrirá. Los Compañeros son el seguro de mi nación. Cuando dejen esta vida, lo que se le prometió a mi nación ocurrirá.[7]
Tal y como consta en Bujari, Muslim y otros libros auténticos de tradiciones, el Mensajero declaró lo siguiente:
La mayor gente son los que viven en mi época. Luego vienen los que les sigan y a su vez los que les sigan a estos. Luego, esos serán seguidos por una generación cuyo testimonio será unas veces verídico y otras falso.[8]
La época de los Compañeros y la de las dos sucesivas generaciones fue una época de veracidad. Gente de gran rectitud y rigurosos eruditos aparecieron durante estas primeras tres generaciones. En las posteriores generaciones hubo gente que mintió y cometió perjurio para afianzar falsas creencias o conseguir metas mundanas. Era normal entre los mentirosos y miembros de sectas heterodoxas (así como para los orientalistas tendenciosos) mentir respecto a los Compañeros y los Imanes puros de las dos siguientes generaciones que les sucedieron, ya que fueron baluartes del Islam y reforzaron sus pilares.
Abu Nuaym menciona a Abdallah ibn Omar diciendo:
Quien quiera seguir un camino recto deberá seguir el camino de los que desaparecieron: Los Compañeros de Muhammad. Ellos son los mejores de esta Umma, los de corazón más puro, los de conocimiento más profundo y los más alejados de cualquier muestra de falsa piedad. Son la comunidad que Allah eligió para que fuesen compañía de Su Profeta y para que se transmitiese Su religión. Intenta ser como ellos en conducta y sigue su camino. Son los Compañeros de Muhammad. Juro por Allah, Señor de la Kaba, que estaban verdaderamente guiados.[9]
Según menciona Tabarani e Ibn al-Azir, Abdallah ibn Masud, una de las primeras personas en abrazar el Islam en La Meca, y luego enviado a Kufa como profesor por Omar, dijo: “Allah miró en el corazón de Sus verdaderos creyentes y eligió a Muhammad para ser enviado a Sus criaturas como Mensajero. Luego miró en el corazón de la gente y eligió a sus Compañeros como Ayudantes de Su religión y visires de Su Profeta”.[10] También dijo:
Podrás superar a los Compañeros ayunando, rezando y esforzándote en adorar a Allah mejor. Pero ellos son mejores que tú, ya que no le hicieron caso alguno a este mundo y deseaban ardientemente la Próxima Vida.[11]
Los compañeros que sobresalieron en la narración de tradiciones. Allah Todopoderoso creó a la gente con diferentes predisposiciones y potencialidades de tal modo que la vida social se mantenga a través de la ayuda mutua y la división del trabajo. Por lo tanto, algunos Compañeros eran buenos agricultores, prósperos comerciantes, estudiantes, jefes militares y administradores. Algunos, especialmente los Ashab al-Suffa (los que vivían en la antecámara de la Mezquita del Profeta) nunca se perdían las enseñanzas del Mensajero e intentaban memorizar cada palabra suya.
Estos Compañeros narraron más tarde a la gente lo que oyeron o vieron respecto al Mensajero. Afortunadamente, por Voluntad de Allah sobrevivieron a otros y, junto a Aisha, constituyeron la primera y dorada cadena a través de la cual se transmitió la Sunna. Lo que sigue es una breve descripción de sus caracteres y vidas:
Abu Huraira era de la tribu yemení de Daws. Se hizo musulmán a comienzos del séptimo año de la Hégira a manos de Tufayl ibn Amr, el jefe de su tribu. Cuando emigró a Medina, el Mensajero estaba ocupado con la campaña de Jaibar. Se unió a él en Jaibar. El Mensajero le cambió su nombre Abd al-Shams al de Abd al-Rahman, y dijo: “El hombre no es esclavo ni del Sol ni de la Luna”.
Abu Huraira era muy pobre y modesto. Una vez el Mensajero le vio sosteniendo contra su pecho un gato y le puso el apodo de Abu Hirr (el padre o el dueño del gato). La gente empezó a llamarle Abu Huraira. Sin embargo, a él le gustaba que se le llamase Abu Hirr, ya que dicho título le fue dado por el Mensajero.[12]
Vivía con su madre que no era musulmana. Siempre rogaba por su conversión, un día le pidió al Mensajero que rogase por ello. Así lo hizo, y antes de que bajase sus manos, Abu Huraira corrió hacia su casa para asegurarse que el ruego del Mensajero iba a ser aceptado. Cuando llegó, su madre le detuvo en la puerta para que pudiese finalizar el ghusl (la ablución ritual completa). Luego, abrió la puerta y le declaró su conversión. Tras ello, Abu Huraira le pidió al Mensajero que los creyentes le amasen a él y a su madre, El Mensajero hizo eso.[13] Por lo tanto, el amor a Abu Huraira es una marca de la fe.
Este Compañero tenía una extraordinaria memoria. Dormía durante el primer tercio de la noche, rezaba y hacía sus recitaciones supererogatorias durante el segundo tercio y repasaba las tradiciones que había memorizado para nunca olvidarlas durante el tercer tercio. Memorizó más de cinco mil tradiciones. Nunca se perdió un discurso del Mensajero, procuró aprender sus tradiciones y era un amante del conocimiento.
Un día rogó diciendo: “Allah, dame un conocimiento que nunca olvide”. El Mensajero le escuchó y dijo: “¡Oh, Allah! ¡Amén!”.[14] Otro día, le dijo al Mensajero; “Mensajero de Allah, no quiero que se me olvide lo que te he oído decir”. El Mensajero le pidió que se quitase su capa y que la extendiese sobre el suelo. El Mensajero rezó y vació sus manos sobre la capa como si estuviesen llenas de algo de lo Oculto. Ordenó a Abu Huraira que doblase su capa y que la sostuviese contra su pecho. Tras narrar dicho incidente, Abu Huraira solía decir: “La doblé y la sostuve contra mi pecho. Juro por Allah que –desde entonces– no he olvidado nada de lo que he escuchado decir al Mensajero”.[15]
Abu Huraira no tenía en cuenta esta vida. Ayunaba de tres a cuatro días consecutivos por pobreza. A veces, se retorcía de hambre en el suelo y decía a los viandantes: Istaqra’tuka, lo cual tiene un doble significado: “¿No me vas a recitar algo del Corán?” y “¿No va a alimentarme?”.[16] Yafar Tayyar le entendió mejor que nadie y le tomó como invitado. [17]
Abu Huraira soportó dicha dureza por aprender el Hadiz. Respecto a aquellos que le advertían de que narraba demasiadas tradiciones, les respondió con sinceridad: “Mientras mis hermanos Emigrantes estaban ocupados en el bazar y mis hermanos Ayudantes estaban labrando, yo intenté mantener mi alma y mi cuerpo juntos para estar en compañía del Mensajero”.[18] A veces, decía: “Si no fuese por el versículo: A los que oculten las evidencias y la guía que hemos hecho descender, después de haberlas hecho claras para los hombres en el Libro, Allah los maldecirá y los maldecirán todos los maldecidores (2:159), no habría narrado nada”.[19]
Algunos pretenden que los Compañeros se oponían a que Abu Huraira narrase. Esta pretensión carece de fundamento. Muchos Compañeros, entre los que se encuentran Abu Ayyub al-Ansari, Abdallah ibn Omar, Abdallah ibn Abbas, Yabir ibn Abdallah al-Ansari, Anas ibn Malik y Wasila ibn Islam, narraron tradiciones transmitidas por él. Algunos preguntaron a Abu ayyub por qué narraba tradiciones transmitidas por Abu Huraira a pesar de su temprana conversión, a lo que respondió lo siguiente: “El oyó del Mensajero muchas cosas que nosotros no oímos”.[20]
Muchos destacados Tabi’un recibieron de él muchas tradiciones, incluyendo a Hasan al-Basri, Zayd ibn Aslam, Said ibn al-Musayyib (el cual se casó con la hija de Abu Huraira con el fin de beneficiarse más), Said ibn Yasar, Said al-Makburi, Sulayman ibn Yasar, Shabi (el cual recibió tradiciones de quinientos Compañeros), Muhammad ibn Abi Bakr y Qasim ibn Muhammad (el cual es aceptado como eslabón de la cadena de los guías espirituales Nakshbandi). Hammam ibn Munabbih y Muhammad ibn Munkadir son los más famosos de entre las ochocientas personas que recibieron de él tradiciones.[21]
Omar nombró a Abu Huraira gobernador de Bahrayn. Sin embargo, al hacerse con una pequeña cantidad de riqueza comerciando durante su cargo, Omar hizo que se le investigase. Y a pesar de haberse comprobado su inocencia, cuando se le pidió que volviese a ocupar el cargo, Abu Huraira rehusó diciendo: “Ya ha sido suficiente para mí como gobernador”.[22]
Abu Huraira, muy al contrario de las pretensiones de orientalistas tales como Goldziher y sus seguidores musulmanes, tales como Ahmad Amin, Abu Rayya y Ali Abd al-Razzaq, nunca estuvo en contra de Ali ni a favor de los Omeyas. Debió de haber apoyado a Ali en los conflictos internos para que la sedición fuese aplastada, pero eligió permanecer neutral, ya que: “Aparecerán sediciones durante las cuales el que se sienta –en silencio– será mejor que el que se pone en pie –para participar–; el que se pone en pie será mejor que el que anda –a participar–; y el que anda será mejor que el que corre –hacia ellas–”.[23] Este hadiz puede que no esté relacionado con los conflictos internos que tuvieron lugar durante el califato de Ali, pero Abu Huraira pensó que así fue, por lo que permaneció neutral.
Abu Huraira se opuso al gobierno Omeya. Una vez se puso en pie ante Marwan ibn Hakam y narró el siguiente hadiz: “La destrucción de mi comunidad tendrá lugar a manos de unos pocos hombres inmaduros (jóvenes) de Coraich”.[24] Marwan respondió: “Que Allah les maldiga”, pretendiendo no entender lo que quería decir. Abu Huraira añadió lo siguiente: “Si quieres, te puedo informar sobre sus nombres y características”.
Se le oía frecuentemente hacer la siguiente súplica: “Allah, no me hagas vivir hasta el sexagésimo año”.[25] Esta súplica era tan famosa que cualquiera que veía a Abu Huraira la recordaba. Había escuchado al Mensajero decir que unos jóvenes inexpertos y pecaminosos iban a empezar a gobernar a los 1musulmanes en el año 60 de la Hégira. Abu Huraira murió en el año 59 de la Hégira y Yazid sucedió a su padre Muawiya un año más tarde.
No existe prueba alguna de que Aisha se opusiese a que Abu Huraira narrase. Tanto Aisha como Abu Huraira vivieron largas vidas y, exceptuando el siguiente incidente, ella nunca criticó sus narraciones. Una vez estaba narrando tradiciones cerca de su habitación mientras ella rezaba, terminó la oración y salió afuera, sólo para ver que ya se había ido. Entonces, hizo la siguiente observación: “La tradiciones del Mensajero no deben narrarse de ese modo, una tras otra”.[26] Con ello quería decir que deberían narrarse lentamente y con claridad para que los oyentes pudiesen comprenderlas y memorizarlas.
Algunos pretenden que Abu Hanifa dijo: “No tomo opiniones de tres Compañeros como evidencia Jurídica. Abu Huraira es uno de ellos”. Esto es simplemente una mentira. Allama Ibn Humam, uno de los grandes juristas hanafíes, consideraba que Abu Huraira era un destacado jurista. Además, no hay nada que pruebe que Abu Hanifa hubiese dicho nada de eso.
Abu Huraira narró más de cinco mil tradiciones. Reunidas juntas constituyen un volumen 1’5 veces mayor que el grosor del Corán. Mucha gente ha memorizado el Corán en 6 meses o menos. Abu Huraira tenía una buenísima memoria y estuvo con el Mensajero durante 4 años, el cual rogó para que la memoria de Abu Huraira fuese fuerte. Equivaldría a acusar a Abu Huraira de inteligencia deficiente el pretender que no pudo haber memorizado tantas tradiciones. Además, todas las tradiciones que narró no las escuchó directamente del Mensajero. Al igual que destacados Compañeros tal y como Abu Bakr, Omar, Ubayy ibn Kab, Aisha y Abu Ayyub al-Ansari narraron tradiciones transmitidas por él, él también recibió de ellos tradiciones.
Mientras Abu Huraira narraba tradiciones en presencia de Marwan ibn Hakam en diferentes momentos, este último hizo que su secretario las registrase en secreto. Más tarde, le pidió a Abu Huraira que repitiese las tradiciones que le había narrado anteriormente. Abu Huraira comenzó diciendo: “En el nombre de Allah, el Misericordioso y Compasivo”, y narró las mismas tradiciones con las mismas palabras exactamente.[27] Por lo tanto, no hay razón para criticar el que hubiese narrado tantas tradiciones proféticas.
Abdallah Ibn Abbas nació cuatro o cinco años antes de la Hégira. Tenía una gran inteligencia y memoria, y era un hombre inspirado. El Mensajero rogó por él así: “Allah, hazle perspicaz, bien versado en la religión y enséñale las verdades ocultas del Corán”.[28] En vida se le conocía como “el Gran Sabio de la Umma”, “el Mar” (el Poseedor de Profundo Conocimiento) o “el Traductor (Clarificador) del Corán”.[29]
Era muy apuesto, alto y dotado de gran elocuencia. Su memoria era tal que memorizó un poema de ochenta pareados por Amr ibn RabiA de una sola lectura. Además de su profundo conocimiento de interpretación coránica, tradición y jurisprudencia, también estaba bien versado en literatura, en particular poesía pre-islámica. En su Tafsir, Ibn Yarir al-Tabarig vincula un pareado o verso trasmitido por él con la interpretación de casi cada versículo coránico.
Era muy amado por los Compañeros. A pesar de su juventud, Omar le nombró miembro de su Consejo Asesor, constituido por los Compañeros de mayor edad. Cuando se le preguntó por qué había hecho eso, Omar probó su nivel de comprensión del Corán. Les pidió que explicasen el siguiente versículo:
Cuando llegue el auxilio de Allah y la victoria, y veas a la gente entrar por grupos en la religión de Allah, proclama la alabanza de tu Señor y pídele perdón. Él siempre acepta a quien a Él se vuelve (110:1-3).
Los mayores contestaron diciendo: “Se le ordena al Profeta que glorifique a Allah y que busque Su perdón cuando vea a la gente entrar en el Islam en multitudes después de que venga el auxilio de Allah y la victoria”. Omar no estaba satisfecho, y preguntó a Ibn Abbas la misma pregunta. Éste respondió: “Este versículo significa que la muerte del Mensajero está cerca, ya que cuando la gente entre en el Islam en multitudes significa que su misión como Mensajero ha finalizado”. Omar se volvió al consejo y dijo: “Por esto es por lo que le he incluido entre vosotros”.[30]
Ibn Abbas era famoso por su gran perspicacia, profundo saber, gran memoria, aguda inteligencia, sagacidad y modestia. Cuando entraba en un lugar de reunión, la gente se levantaba por respeto a él. Esto era tan incómodo para él que les dijo: “¡Por favor, por la ayuda y refugio (que habéis dado al Profeta y a los Emigrantes), no os pongáis de pie por mí!”. A pesar de ser una de los musulmanes con más conocimiento que existía, mostraba gran respeto por los sabios. Por ejemplo, ayudó a Zayd ibn Zabit a montar sobre su caballo sujetando el estribo y explicando lo siguiente: “Se nos ha dicho que actuemos así con los familiares del Mensajero”.[31]
Como hemos dicho, a Ibn Abbas no le gustaba que la gente se pusiese de pie por respeto a él. Sin embargo, cuando fue enterrado, algo sucedió. Fue como si los muertos se pusiesen de pie por respeto a él y los seres espirituales le diesen la bienvenida. Se escuchó una voz proveniente de debajo de su tumba que decía lo siguiente: ¡Oh, alma sosegada! Regresa a tu señor satisfecha y complaciente. Y entra con Mis siervos, entra en Mi Jardín. (89:27-30).[32]
Ibn Abbas educó a muchos eruditos en cada rama del conocimiento religioso. La escuela de jurisprudencia de La Meca fue fundada por él. Sabios destacados de los Tabi’un tal y como Said ibn Jubayr, Mujahid ibn Jabr e Ikrima reconocieron lo siguiente: “Ibn Abbas nos enseñó todo lo que sabemos”. Narró alrededor de mil seiscientas tradiciones.
Abdallah Ibn Omar fue el único de los hijos de Omar al que se le llamó Ibn Omar (hijo de Omar). Esto muestra el gran valor que tenía por ser llamado “hijo de Omar” o el ser mencionado con el nombre de Omar. A pesar de que Omar fue el segundo en estima de los Compañeros, a Abdallah se le considera superior en conocimiento, piedad, adoración y devoción por la Sunna. Su esmero en seguir el ejemplo del Profeta fue tal que Nafi, el profesor del Imán Malik, narró lo siguiente: “Mientras descendíamos de Arafat, Ibn Omar entró en un agujero. Cuando salió, le pregunté que qué había estado haciendo ahí. El Imán respondió: “Mientras descendía de Arafat detrás del Mensajero, éste se introdujo en ese agujero para hacer sus necesidades. No necesitaba hacerlo, pero no me gusta llevarle la contraria”.[33] Asimismo, nadie le vio nunca beber agua en más de tres sorbos, ya que vio al Mensajero beber agua en tres sorbos.
Ibn Omar nació durante los primeros años del Islam. Vio a su padre ser golpeado fuertemente por los politeístas de La Meca varias veces.[34] Cuando los musulmanes emigraron a Medina, tenía alrededor de diez años. El Mensajero no le dejó luchar en Badr porque era muy joven. Cuando se le impidió luchar en Uhud, regresó a casa tan consternado que se pasó la noche entera preguntándose a sí mismo: “¿Qué pecado habré cometido para que no se me incluya en un ejército que lucha en la camino del Mensajero?”.[35]
Ibn Jalliqan narra a través de Sha‘bi lo siguiente:
Cuando eran jóvenes, Abdallah ibn Zubayr, su hermano Musab ibn Zubayr, Abd al-Malik ibn Marwan y Abdallah ibn Omar estaban sentados al lado de la Kaba. Y pensaron que cada uno debería pedirle a Allah algo especial con la esperanza de que su petición fuese escuchada. Ibn Zubayr pidió así: “Allah, por Tu Grandeza, Honor y Majestad, hazme gobernador del Hiyaz”. Musab extendió sus brazos y pidió: “Allah, por Tu, Honor, Majestad y la Grandeza de Tu Trono, hazme gobernador de Irak”. Abd al-Malik elevó sus brazos y pidió: “Allah, te pido que me hagas gobernador de todos los musulmanes y que asegures a través de mí la unidad de los musulmanes incluso al precio de algunas vidas”. Cuando Abdallah hizo su rezo, pidió así: “Allah, no tomes mi alma antes de que me asegures el Paraíso”.[36]
Las oraciones de los tres primeros fueron aceptadas: Abdallah ibn Zubayr gobernó durante un tiempo el Hiyaz y fue luego martirizado por Hayyay el Tirano, el conocido gobernante omeya. Musab gobernó Irak durante un corto período de tiempo. Abd al-Malik sucedió a su padre, Marwan, como Califa y aseguró la unidad de los musulmanes, pero al precio de muchas vidas y mucho derramamiento de sangre.
En cuanto a Ibn Omar, el Imán Shabi hace el siguiente comentario: “Si la oración del Imán fue aceptada o no, se verá en el Más Allá”. Sha‘bi sabía algo: “Ibn Omar nunca se opuso a los descendientes del Profeta ni apoyó a los omeyas. Hayyay le temía. Una vez, Hayyay dio un discurso antes de la oración del mediodía tan largo que casi se hizo el tiempo de la oración de la tarde. Ibn Omar le advirtió diciéndole: “Gobernador, el tiempo pasa sin esperar a que acabes tu discurso”. Hayyay estaba lleno de rencor y animadversión hacia Ibn Omar. Finalmente, durante un peregrinaje, encontró a alguien para que pinchase a Ibn Omar en el talón con una daga envenenada mientras vestía atuendo de peregrino. Al final, el veneno le mató”.[37]
Abdallah ibn Masud, fue una de las primeras cinco o seis personas en abrazar el Islam, además de haber narrado un considerable número de tradiciones. De joven, iba con los seguidores de líderes coraichíes como Abu Yahl y Uqba ibn Abi Muayt. Tras su conversión, no se volvió a separar del Mensajero. Entraba en la casa del Profeta sin tener que pedirlo y tan frecuentemente que la gente creía que era un miembro de la familia. Durante las expediciones tanto militares como no militares, solía llevar el odre de agua del Profeta, las sandalias de madera y la estera sobre la que se solía sentar o dormir. Llegó a ser conocido como el “custodio de los zuecos, el lecho y el odre”.[38]
Ibn Masud obró algunos Milagros. Por ejemplo, una vez, mientras estaba siendo torturado en La Meca, se hizo invisible a sus torturadores. El Mensajero le llamaba “hijo de la madre de la esclava” y solía decir a los Compañeros: “Si queréis recitar el Corán tal y como fue revelado la primera vez, hacedlo de acuerdo a la recitación del hijo de la madre de la esclava”.[39]
Un día el Mensajero le pidió que le recitase algo de Corán. Ibn Masud se excusó diciendo: “Mensajero de Allah, ¿te lo he de recitar yo habiéndote sido revelado a ti?”. Sin embargo, el Mensajero insistió: “Prefiero escucharlo de otros”. Ibn Masud empezó a recitar la Sura al-Nisa. Cuando llegó al versículo 41: ¿Y qué pasará cuando traigamos a un testigo de cada comunidad y te traigamos a ti como testigo de estos? El Mensajero, cuyos ojos estaban repletos de lágrimas le detuvo diciendo: “Para, por favor. Es suficiente”.[40]
Ibn Masud, el cual era bajo y débil, se subió una vez a un árbol porque se lo pidió el Mensajero. Los presentes se rieron de sus piernas. El Mensajero les advirtió diciéndoles: “Esas piernas pesarán más que el monte Uhud según la medida de la Próxima Vida”.[41]
El Califa Omar le envió a Kufa como profesor con una carta que decía lo siguiente: “¡Gente de Kufa! Si no os prefiriese más que a mí mismo, no os enviaría a Ibn Masud”.[42] Ibn Masud vivió en Kufa durante el califato de Omar y formó a muchos eruditos. Grandes eruditos de entre los Tabi’un, tal y como Alqama ibn Qays, Aswad ibn Yazid al-Naha’i e Ibrahim ibn Yazid al-Naha’i crecieron en el ambiente establecido por Ibn Masud. Uno de las personas que asistía a los cursos de Alqama le preguntó quién había sido su maestro. Cuando Alqama respondió que había aprendido de Omar, Osman, Ali e Ibn Masud, el hombre dijo: “¡Bien! ¡Bien!”
Ibn Masud continuó viviendo en Kufa durante el califato de Osman. Sin embargo, después de que Osman requiriese su presencia en Medina para investigar una queja contra él sin fundamento, Ibn Masud no quiso regresar a Kufa, pues ya era bastante mayor. Una vez un hombre corrió hacia él y le dijo: “La otra noche soñé que el Mensajero te decía: ‘Te han hecho mucho daño después de mí, ven, pues, a mí’. Y tu respondiste: ‘De acuerdo, mensajero de Allah. Ya no dejaré Medina nunca más’”. Algunos días más tarde, Ibn Masud se puso enfermo. Osman fue a visitarle, y la siguiente conversación tuvo lugar entre ambos:
– ¿Tienes alguna queja?– Tengo muchas quejas.– ¿De qué?– De mis pecados mientras me dirijo a Allah.– ¿Hay algo que desees?– La misericordia de Allah.– ¿Quieres que llame a un médico?– El “médico” ha hecho que enferme. Por lo que el médico que me mandes no tiene nada que hacer.
Ibn Masud pasó alrededor de veinte años en compañía del Mensajero. Narró aproximadamente ochocientas tradiciones.[43]
Además de estos grandes Compañeros: Aisha, Abu Said al-Judri, Yabir ibn Abdallah y Anas ibn Malik, hay otros Compañeros que narraron muchas tradiciones.
Aisha convivió con el Mensajero durante nueve años. Tenía gran talento, lúcida inteligencia y memoria y una gran perspicacia y agudeza. Sentía gran curiosidad en aprender nuevas cosas, y le pedía al Mensajero que le explicase las cosas que le costaba entender.
Abu Said al-Judri vivía en la antecámara de la mezquita y siempre estaba con el Mensajero. Vivió una larga vida, y llegó una época en que se le consideró la persona con más conocimiento en Medina.
Yabir Ibn Abdallah es el hijo de Abdallah ibn Amr ibn Haram al-Ansari, que murió martir en Uhud. Tras la muerte del Mensajero, vivió en Medina (donde daba clases en la Mezquita del Profeta), Egipto y Damasco. Eruditos de los Tabi’un del calibre de Amr ibn Dinar, Mujahid y Ata ibn Abi Rabah asistían a sus clases.[44] La gente se sentaba alrededor de él en Damasco y Egipto para aprender acerca del Mensajero y sus tradiciones.
Anas Ibn Malik sirvió al Mensajero durante diez años en Medina. Tras la muerte del Mensajero, vivió una larga vida durante la cual enseñó las tradiciones proféticas a los que le rodeaban.
Todas las tradiciones que figuran en Kanz al-Ummal, tanto las auténticas como las transmitidas de modo defectuoso, ascienden a cuarenta y seis mil seiscientos veinticuatro. Es posible memorizarlas en un corto espacio de tiempo. Entre los primeros tradicionistas del Islam, mucha gente memorizó más de cien mil tradiciones, incluyendo las inventadas. En base a este hecho, los detractores de la Sunna y los escépticos no pueden alegar que el número de tradiciones narradas por algunos Compañeros era demasiado grande como para que hubiesen podido memorizarlas y narrarlas todas.
Los Tabi’un
En muchos de los lugares donde el Corán alaba a los Compañeros, también menciona a las benditas generaciones que siguieron su ejemplo. Por ejemplo:
Y de los primeros precursores (los primeros en abrazar el Islam y superar a otros en virtud), tanto de los que emigraron como de los que les auxiliaron, y de los que les siguieron en hacer el bien, Allah está satisfecho de ellos y ellos lo están de Él. Les ha preparado jardines por cuyo suelo corren los ríos y en los que serán inmortales para siempre. Ese es el gran triunfo (9:100).
Los Tabi’un, ante todo han de estar entre aquellos que han sido alabados junto a los Compañeros. Como ellos, estaban complacidos con Allah, independientemente de que les enviasen algo bueno o malo, bendiciones o infortunios. Conscientes de su servidumbre ante Allah, Le adoraban con profundo respeto y reverencia.
Al igual que los Compañeros, Le amaban y confiaban en Él completamente. El Mensajero les ensalzó, diciendo: “Buenas nuevas para los que me han visto y han creído en mí, y buenas nuevas para los que vieron a los que me vieron”.[45]
Los Tabi’un siguieron los pasos de los Compañeros y les mostraron el respeto debido. No sentían rencor ni animadversión alguna contra ningún creyente, y deseaban el bien a todos:
Y los que han venido después de ellos dicen: “¡Señor nuestro! Perdónanos a nosotros y a nuestros hermanos que nos precedieron en creer y no pongas en nuestros corazones ningún rencor hacia los que creen. ¡Señor nuestro! Realmente, Tú eres Clemente y Compasivo” (59:10).
Tal y como se describe en 9:100, esta bendita generación siguió a los Compañeros haciendo el bien (ihsan). Además de expresar respeto, desear el bien y altruismo, un hadiz dice que ihsan también significa: Hacer el bien (ihsan) es adorar a Allah como si Le vieses. Y si no Le ves, ciertamente que Él te ve”.[46]
Esta generación apareció en una época en que las conspiraciones y la hipocresía causaron un gran conflicto. En esta crítica disyuntiva, protegieron, defendieron y practicaron el Islam con profunda conciencia y devoción. Se convirtieron en la referencia de: ¡Señor nuestro! A Ti nos confiamos, a Ti nos volvemos y a Ti hemos de retornar (60:4).
Algunos de ellos realizaban hasta cien rak’as durante las oraciones nocturnas, recitaban el Corán entero cada dos o tres días, siempre realizaban sus oraciones obligatorias en grupo en la mezquita, siempre dormían (como Masruq) prostrados hacia la Kaba y nunca en la vida se rieron en voz alta.
Uways al-Qarani se le considera generalmente como el más importante de los Tabi’un. A pesar de haber vivido durante la vida del Profeta, nunca tuvo oportunidad de verle. Una vez, mientras estaba sentado con sus Compañeros, el Mensajero les dijo: “Si veis a Uways al-Qarani, pedidle que rece por vosotros”.[47] Durante su califato, Omar preguntaba a los peregrinos yemeníes sobre Uways. Cuando una vez se le encontró entre los peregrinos, Omar le pidió que rezase por él. Molesto por haber sido identificado, Uways no volvió a ser visto otra vez entre la gente hasta que murió mártir en la batalla de Siffin luchando a favor de Ali.[48]
Hubieron muchos ilustres Tabi’un, entre los que figuran Masruq ibn al-Ayda, Ata ibn Abi Rabah, Hasan al-Basri, Muhammad ibn Sirin, Ali Zayn al-Abidin, Qasim ibn Muhammad y Muhammad ibn Munkadir, incomparables en conocimiento, piedad y rectitud.
Muhammad ibn Munkadir se le llamaba al-Bakka (el llorón), debido a su temor de Allah. Una vez su madre le dijo: “Hijo mío, si no te conociese desde tu niñez pensaría que lloras por algún pecado. ¿Por qué lloras tanto?”. Dijo que lo hacía por su profunda conciencia de la Majestad Divina, del Terror del Día del Juicio y el Infierno.[49] Cuando se le preguntó en su lecho de muerte por qué lloraba tanto dijo: Temo estar incluido en el versículo: Y aparecerá ante ellos, procedente de Allah, lo que no se esperaban (39:47).
Masruq ibn al-Ajda adoraba a Allah con gran fervor. Solía dormir postrado ante la Kaba. Cuando le sugirieron durante su última enfermedad que debía acostarse, respondió diciendo: “Por Allah, que si alguien apareciese y me dijese que Allah no me iba a castigar, aún así seguiría rezando con el mismo fervor”.[50] Hacía eso siguiendo al Profeta, el cual al ser preguntado por Aisha por qué se agobiaba tanto rezando, respondió: “¿Acaso no voy a ser un siervo agradecido?”.
Said ibn Jubayr era un alumno de Ibn Abbas. Se pasó la vida propagando el Islam y rezando de noche. Luchó contra Hayyay en el bando de Abd al-Rahman al-Kindi. Cuando fue capturado, los soldados que le llevaban a presencia de Hayyay pasaron la noche en un monasterio situado en un gran bosque. Said quiso rezar en el bosque. Los soldados le dejaron que lo hiciese, pensando que los animales salvajes lo devorarían. Los soldados le vieron rezar a través de una ventana y vieron cómo los animales salvajes se congregaban alrededor de él para verle también.
Cuando sus captores hicieron uso de la tortura para forzarle a que jurase obediencia a Hayyay, se negó en redondo y dijo: “Estáis en el error, y agraváis a los descendientes del Profeta. Nunca os juraré fidelidad”. Antes de ser ejecutado, recitó el versículo que los musulmanes recitan antes de sacrificar a los animales: Dirijo mi rostro con fe pura a Quien ha creado los Cielos y la Tierra y no soy de los que asocian nada a Allah (6:79). Cuando apartaron su rostro de la dirección de la oración, recitó: A Allah pertenecen el Este y el Oeste. Donde quiera que os volváis, allí encontraréis la Faz de Allah (2:115). Golpearon su cuello con una espada y sus labios pronunciaron: “No hay más dios que Allah y Muhammad es el Mensajero de Allah”.[51]
Esta fue la gente que recibieron las tradiciones de los Compañeros y las transmitieron a las sucesivas generaciones. Entre ellos, los siguientes merecen ser mencionados a fin de conocer más de cerca esa bendita generación:
Said Ibn al-Musayyib, el tradicionista, jurista e intérprete coránico más famoso de los Tabi’un, nació en el 15 de la Hégira. Conoció a la mayoría de los Compañeros, incluidos Omar, Osman y Ali. Said era conocido por su reflexión y memoria, además de su piedad, rectitud y gran devoción. Estas características hicieron que se le considerase el mayor tradicionista de su época.
A la temprana edad de 20 años, Said empezó a dar opiniones y emitir veredictos legales, tal y como Hasan al-Basri hizo en Basra. Los Compañeros le admiraban muchísimo. Abdallah ibn Omar hizo una vez la siguiente observación: “Si el Mensajero hubiese visto a ese joven, le habría agradado mucho”.[52]
Era extremadamente cuidadoso en realizar sus oraciones diarias en grupo en la mezquita. Solía decir: “Siempre he dicho el takbir inicial de la oración tras el Imán durante cincuenta años”.[53] No descuidaba ningún aspecto de la Sunna. Una vez estaba enfermo y los médicos le aconsejaron que pasase en el valle de Aqiq un mes, a lo que objetó lo siguiente: “¿Cómo podré acudir a rezar las oraciones de la noche y el alba?”. No le satisfacía hacer las oraciones más que en la Mezquita del Profeta.[54]
No le prestó juramento de fidelidad al Califa Walid. A pesar de que Hisham, el gobernador de Medina, hizo que se le apalease diariamente hasta que el palo se rompió, y no cedió. Cuando sus amigos, como Masruq y Tawus, le aconsejaron que diese un consentimiento oral al califato de Walid para que dejasen de apalearle, respondió: “La gente hace lo que hacemos. Si consentimos, ¿cómo vamos a explicárselo?”.[55]
Said se casó con la hija de Abu Huraira para estar más cerca de éste y para mejorar su conocimiento y comprensión de las tradiciones de Abu Huraira. Cuando el Califa Abd al-Malik apeló a él para que su hijo Hisham se pudiese casar con la hija de Said, rehusó y, ante las crecientes presiones y amenazas, ofreció su hija a Ibn Abi Wada, que vivía en la madrasa.[56]
El Imán Shafí consideraba todas las tradiciones de Said incuestionablemente auténticas, aunque no se mencionase el Compañero de quien había recibido la tradición. Esto significa que para el Imán Shafí, Said tenía el mismo rango que los Compañeros en conocimiento y en narración de tradiciones proféticas. Entre los que recibieron narraciones de él, caben destacar Ata ibn Abi Rabah, Qatada, Muhammad al-Baqir (el bisnieto de Ali), Zuhri y Yahya ibn Said al-Ansari.
Alqama ibn Qays al-Naja’i. Durante la época de los Tabi’un, Basra fue honrada particularmente por Hasan al-Basri; Yemen por Tawus ibn Qaysan; Medina por Said ibn al-Musayyib; y Kufa por Alqama ibn Qays al-Naja’i. Kufa fue iluminada primero por Abdallah ibn Masud durante el califato de Omar; y luego, directamente por Ali, cuando trasladó ahí la sede del califato. Esto proporcionó a Alqama una espléndida oportunidad para encontrarse con varios Compañeros y aprender de primera mano sobre la vida del Mensajero y sus tradiciones.
Alqama es el fundador de la escuela de ciencias religiosas de Kufa. Los que le vieron les recordaba a Abdallah ibn Masud, ya que siguió los pasos de aquél en la oración, la conducta y la práctica del Islam. Amr ibn Shurahbil, que era uno de los grandes eruditos que trasmitió narraciones de Alqama, solía decir a los que le rodeaban: “Vamos a ver a quien más se parece a Ibn Masud en conducta y actitud”.[57] Ibn Masd representaba totalmente al Mensajero. Del mismo modo que al Mensajero le gustaba escuchar a Ibn Masud recitar el Corán, a Ibn Mas’d le gustaba escuchar a Alqama.[58]
El Imán Abu Hanifa, generalmente considerado como el mayor jurista musulmán y hombre famoso por su piedad y austeridad, admiraba a Alqama tanto que decía: “Alqama tal vez sea más profundo en [conocimiento de] las tradiciones y la jurisprudencia que algunos compañeros”.
Un día alguien vino a Alqama y le insultó gravemente. El ilustre erudito no mostró indignación alguna y, después de que el hombre hubiese acabado, recitó el siguiente versículo: Y los que ofendan a los creyentes y a las creyentes sin que sea cierto lo que dicen, habrán cargado con una calumnia y un delito indudable (33:58). El hombre replicó: “¿Eres un creyente?”. Alqama respondió con humildad: “Eso espero”.[59]
Alqama luchó contra la falsedad en su tiempo, y no obedeció a los desviados administradores omeyas. Al haber recibido tradiciones de cientos de Compañeros, muchos y destacados personajes de su generación y de las que la sucedieron narraron lo transmitido por él. Alqama formó a los más ilustres eruditos de la escuela de Kufa, tales como Aswad ibn Yazid al-Naja’i, Ibrahim al-Najai y Hammad ibn Abi Sulayman, proporcionando a Kufa un ambiente propicio para la aparición de Sufyan al-Zawri, Abu Hanifa y otros.
El padre de Urwa ibn Zubayr ibn al-Awwam fue uno de los diez Compañeros a los que se les prometió el Paraíso en vida. La abuela de Urwa era Safiyya, la tia paterna del Profeta, y su madre era Asam’ bint Abu Bakú, la cual pasó gran parte de su vida con Aisha. Urwa puede considerarse discípulo de su tía Aisha. También fue enseñado por Said ibn al-Musayyib, que tenía siete u ocho años más que él.
Urwa fue uno de los siete grandes juristas de su época. Transmitió la gran parte de las tradiciones narradas por Aisha. También recibió tradiciones de Ali, Omar, Ibn Abbas, Abu Ayyub al-Ansari y otros muchos Compañeros. Muchos ilustres personajes de sucesivas generaciones narraron lo trasmitido por él, entre los que cabe destacar Qatada ibn Diama, Ibn Shihab al-Zuhri, Yahya ibn Said al-Ansari y Zayd ibn Islam.
Tal y como sus contemporáneos, Urwa era extremadamente piadoso. Una vez, uno de sus pies se infectó de gangrena y tuvo que ser amputado. Mientras le era amputado con una sierra no se quejó, sólo dijo: A causa del viaje nos hallamos fatigados (18:62).
Después de que uno de sus cuatro hijos murió, extendió sus brazos ante la Kaba y glorificó a Allah diciendo: “Señor, me has dado cuatro miembros, dos brazos, dos pies y cuatro hijos. Has tomado uno de cada grupo y me has dejado los otros tres. ¡Mil gracias a Ti!”.[60] Ciertamente, Urwa estaba incluido en el significado de: Allah está satisfecho con ellos y ellos lo están con Él (98:8).
Muhammad ibn Muslim ibn Shihab al-Zuhri, conocido como Ibn Shihab al-Zuhri, narró un cuarto de las tradiciones proféticas provenientes de los Tabiu’un. Su padre, Muslim, luchó contra los omeyas, en particular contra Hayyay. Como resultado, el gobierno omeya lo tenía bajo vigilancia. Él, al contrario de lo que se alegaba, nunca dio su apoyo a los omeyas.
Como otros que fueron honrados por Allah como dignos narradores de tradiciones proféticas, Ibn Shibab al-Zuhri tenía una extraordinaria memoria. Memorizó el Corán antes de cumplir los 7 años (lo hizo en ocho días). Cuando cumplió los 18 años de edad, empezó a practicar iytihad (proporcionar resoluciones en materia islámica legal o religiosa en base a principios establecidos por el Corán y la Sunna). Nunca olvidó nada: “No he traicionado nada de lo que Allah puso a mi cargo en mi corazón”.[61]
Ibn Shihab al-Zuhri recibió su primera educación de Said ibn al-Musayyib, el cual le enseñó durante ocho años. También fue instruido por Ubaydullah ibn Abdallah ibn Utba, uno de los siete juristas más importantes de la época. Su vida estaba íntegramente dedicada al hadiz: “He ido y venido entre Hiyaz y Damasco durante cuarenta años sólo por el hadiz”.[62]
Hubo quien le acusó de adular a los omeyas. Esta mentira se contradice con los hechos históricos. Es verdad que fue el tutor de los hijos del Califa Hisham. Sin embargo, esto no es una falta y no significa que apoyase a los omeyas. De hecho, debería de ser alabado por intentar guiar hacia la verdad a los futuros gobernantes de los musulmanes.
En su primer encuentro con Ibn Shihab al-Zuhri, el Califa Abd al-Malik le recordó que su padre apoyó a Abdallah ibn Zubayr en su disputa con los omeyas durante muchos años. Pero Ibn Shihab al-Zuhri nunca tuvo miedo de decirle la verdad a los gobernantes omeyas. Algunos omeyas afirmaban que Ali era a quien se refería en el siguiente versículo:
En verdad, los que vinieron con esa calumnia son un grupo de vosotros, no lo consideréis un mal para vosotros, por el contrario es un bien. Cada uno de ellos tendrá la parte de delito que haya adquirido y el que de ellos es responsable de lo más grave tendrá un castigo inmenso (24:11).
Este versículo fue revelado cuando Aisha fue calumniada.
Esta fue una gran mentira contra Ali. Ibn Shihab al-Zuhri dijo abiertamente ante un tribunal omeya que dicho versículo se refería a Abdallah ibn Ubayy ibn Salul, líder de los hipócritas de Medina. Cuando el Califa frunció el entrecejo, Ibn Shihab al-Zuhri replicó: “¡Que Allah te deje sin padre! Juro por Allah que aunque un heraldo proveniente del cielo anunciase que Allah permite mentir, no mentiría bajo ningún concepto”.[63]
A pesar de que Ibn Shihab al-Zuhri defendiese a Ali ante los omeyas, fue acusado de inventarse tradiciones pro-omeyas por Ya’qubi, un historiador chiíta. Abu Yafar al-Iskafi, otro historiador chiíta, hizo la misma imputación respecto a Abu Huraira. Según la falsa versión de Yaqubi, el Califa Abd al-Malik hizo que se restaurase la mezquita del al-Aqsa de Jerusalén para que los musulmanes lo circunvalaran en vez de hacerlo con la Kaba. Le pidió a Ibn Shihab al-Zuhri que se inventase una tradición a tal efecto, la cual (según se pretende) hizo: “No vale la pena viajar –para rezar– excepto a las tres mezquitas: “La mezquita de al-Haram, la mezquita de al-Aqsa y ésta mi mezquita –en Medina–”.
Con anterioridad en este libro, he sostenido la autenticidad de esta tradición. De hecho, Yaqubi se ha puesto abiertamente en ridículo con tan irrazonable versión, ya que:
• Ninguna historia judía, cristiana o musulmana ha dejado constancia de que la mezquita de al-Aqsa’ fuese circunvalada como lo es la Kaba.
• El Corán la ensalza y los musulmanes la veneran, no necesita de una tradición inventada para asegurar su veneración.
• El Califa Abd al-Malik, el Califa Omar, Nur al-Din al-Zangi y Salah addin Ayyubi hicieron que fuese reparada.
• Ibn Shihab al-Zuhri no pudo haberse encontrado con Abd al-Malik durante su reinado y haber inventado un hadiz para él durante una época en que su propio padre (junto a Abdallah ibn Zubayr) luchaban contra dicho Califa.
• Ibn Shihab al-Zuhri no era un famoso tradicionista en su época. Empezó a reunir tradiciones de modo formal durante el califato de Omar ibn Abd al-Aziz.
• Abd al-Malik no era el tipo de persona que llevaría a cabo un fraude tan absurdo; ya que era muy piadoso, una autoridad en tradiciones y bastante familiarizado con los eruditos de su generación. A pesar de que no tuvo éxito, como Califa, en mantener su reputación de piedad entre los eruditos, no podría haberse reducido tanto como para inventar un hadiz.
Apesar de lo absurdo que es, Goldziher usa el relato de Yaqubi para difamar a Ibn Shihab al-Zuhri, el primer compilador formal de tradiciones y narrador de un cuarto de las mismas. “Modernos” investigadores del mundo moderno tales como Ahmad Amin, Ali Hasan Abd al-Qadir y Abu Rayya, portavoces de los orientalistas, repiten las mismas afirmaciones.
La ciencia del Hadiz está fundada sobre los pilares más sólidos y seguros, y sus fuentes originales están ahí para quien quiera estudiarlas. Goldziher y sus seguidores, por otro lado, se basan en libros folklóricos y poéticos, como Iqd al-Farid y Al-Aghani (Canciones) y libros que tratan de animales como Kitab al-Hayawan. Esos libros y otros similares no tienen nada que ver con el Hadiz ni poseen enfoque científico alguno.
Ibn Shihab al-Zuhri es uno de las mayores autoridades en Hadiz. Destacados expertos en Hadiz, como Ibn al-Madini, Ibn Hibban, Abu Jatim, Hafiz al-Zahabi y Ibn Hayar al-Asqalani, están de acuerdo sobre su indisputable autoridad. Recibió tradiciones de muchos Compañeros, y muchos expertos de la primera y segunda generación tras los Compañeros narraron a través de él.
Entre los Tabi’un, hay muchos otros dignos de ser mencionados, como Aswad ibn Yazid al-Najai, Nafi (que enseñó al Imán Malik, fundador de la escuela de derecho Maliki) y Tawus ibn Qaysan, que no durmió durante cuarenta años entre las oraciones de la noche y el alba. El ámbito de este libro no me permite profundizar más al respecto.
[2] Hayzami, Mayma al-Zawa’id, 1:57; Hindi, Kanz al-Ummal, 13:353.
[3] Ibn Hayar, 1:10.
[4] Bujari, “Tafsir” 59/6. 379 Bujari, “Fadail al-Ashab” 5; Muslim, “Fadail al-Sahaba” 221.
[5] Bujari, “Fadail al-Ashab” 5; Muslim, “Fadail al-Sahaba” 221.
[6] Tirmizi, “Manaqib” 58; Ibn Hibban, 9:189; Ibn Hanbal, 5:57. Hacer daño se usa aquí de modo figurativo, en el sentido de contrariar, ofender o atraer la Ira de Allah sobre uno mismo.
[7] Muslim, “Fadail al-Sahaba” 207. Esto quiere decir que el Cielo se mantiene por el delicado orden de las estrellas. Cuando este orden se desmorone, significará la destrucción final del Universo. El Profeta era un medio de seguridad para sus Compañeros. Veinte años después de su muerte, la gente empezó a calumniar a los Compañeros. Su existencia, particularmente la de los más destacados de entre ellos, fue un medio de seguridad para la nación musulmana. Tras su muerte, empezó la desgracia a afligir a los musulmanes (Nota del traductor).
[8] Muslim, “Fadail al-Sahaba” 212; Bujari, “Fadail al-Ashab” 1.
[9] Abu Nuaym, Hilya, 1:305.[10] Ibíd., 1:375.
[11] Ibíd., 1:135.
[12] Ibn Hayar, 4:202.
[13] Muslim, “Fadail al-Sahaba” 158; Ibn Sad, 4:328.
[14] Hakim, Mustadrak, 3:508.
[15] Muslim, “Fadail al-Sahaba” 159; Ibn Sad, 4:329, 330.
[16] Bujari, “At‘ima,” 1.
[17] Bujari, “Fad’il al-Ashab” 10.
[18] Bujari, “‘Ilm” 42; Muslim, “Fadail al-Sahaba” 159; Ibn Sad, 4:332.
[19] Ibn Sad, 4:330-1.
[20] Hakim, 3:512; Ibn Kazir, Al-Bidaya, 8:109.
[21] Ibn Hayar, 4:205.
[22] Ibn Sad, 4:335-6; Ibn Azir, 6:321; Ibn Hayar, 4:210.
[23] Bujari, “Fitan” 9; Muslim, “Fitan” 10.
[24] Bujari, “Fitan” 3; Ibn Hanbal, 2:288.
[25] Ibn Kazir, 8:122.
[26] Muslim, “Fadail al-Sahaba” 160.
[27] Hakim, “Mustadrak,” 3:509-10.
[28] Bujari, “Wudu’,” 10; Muslim, “Fadail al-Sahaba,” 138.
[29] Ibn Azir, 3:291.
[30] Bujari, “Tafsir,” 110/3.
[31] Ibn Hayar, 2:332.[32] Ibn Kazir, Tafsir: Surat al-Fajr, versículos 27-30; Hayzami, Majma‘, 9:285.
[33] Ibn Hanbal, Musnad, 2:131.[34] Ibn Hisham, Sira, 1:374.
[35] Bujari, “Maghazi,” 6; Ibn Sad, 4:143.
[36] Ibn Jalliqan, Wafayat al-A‘yan, 2:30.
[37] Ibn Sad, 4:185-87.
[38] Bujari, “Fadail al-Ashab,” 27; Ibn Sad, 3:153.
[39] Ibn Maya, “Muqaddima,” 11; Hakim, Mustadrak, 2:318; Ibn Hayar, Al-Isaba, 2:369.
[40] Tirmizi, “Tafsir al-Qur’an,” 5.
[41] Ibn Sad, 3:155.
[42] Ibíd., 157.
[43] Ibn Kazir, 7:183.[44] Ibn Hayar, 1:213.
[45] Hakim, Mustadrak, 4:86; Hayzami, Majma‘, 10:20; Hindi, Kanz al-‘Ummal, 11:530.
[46] Bujari, “Tafsir,” 31/2; Abu Dawud, “Sunna,” 16; Muslim, “Iman,” 5-7.
[47] Muslim, “Fadail al-Sahaba,” 223-24.
[48] Ibid.
[49] Abu NuAym, Hilya, 3:146.
[50] Ibn al-Jawzi, Sifat al-Safwa, 3:15.
[51] Abu Nuaym, Hilya, 4:291-5; Ibn Kazir, Al-Bidaya, 9:117.
[52] M. Ayyay al-Jatib, Al-Sunna qabl al-Tadwin, 485.[53] Abu Nuaym, Hilya, 1:163.[54] Ibíd, 2:172.
[55] Ibn Sad, Tabaqat, 5:126.
[56] Ibíd.., 5:138; Zahabi, Siyar A‘lam al-Nubala’, 4:234.
[57] Ibn Sad, 6:86; Abu NuAym, 2:98.
[58] Ibn Sad, 6:90-91.
[59] Ibíd., 6:86; Abu NuAym, 2:100.
[60] Abu NuAym, 2:179.
[61] Ibíd, 3:364; Zahabi, Tazkirat al-Huffaz, 1:109.
[62] Ibn Kazir, 9:375.
[63] M. Ayyay al-Jatib, Al-Sunna qabl al-Tadwin, 509-10.
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