El Mensajero era un hombre de acción. Nunca dudó acerca de poner sus planes en acción, ya que ello podría confundir a sus seguidores y desmoralizarles. El Mensajero siempre actuó con deliberación y consultó a otros. Pero una vez que decidía o planeaba algo, lo ejecutaba inmediatamente sin que le entrasen dudas ni encontrar razones para lamentar su decisión. Antes de actuar, tomaba las precauciones necesarias, consideraba las probabilidades y consultaba a los expertos disponibles. La irrevocabilidad de sus decisiones era una importante razón de sus victorias y de por qué sus Compañeros le seguían completamente.
Un acontecimiento que merece explicación es el Tratado de Judaybiya. El Mensajero dijo a sus Compañeros que había soñado que dentro de poco iban a entrar en la Mezquita Sagrada de La Meca seguros, con sus cabezas rapadas o con el pelo corto. Sus Compañeros, especialmente los Emigrantes, estaban deleitados. Durante ese año, el Profeta se dirigió hacia La Meca con mil quinientos hombres desarmados vestidos de peregrino.
Informados de este acontecimiento, los Coraichíes se armaron y armaron a las tribus vecinas para mantener a los musulmanes fuera de La Meca. Enviaron unos doscientos soldados, dirigidos por Jalid ibn Walid e Ikrima ibn Abu Yahl hasta Qura’ al-Ghamim. Al ver a los musulmanes acercarse, regresaron a La Meca para difundir la noticia. Cuando los musulmanes alcanzaron Judaybiya, a unos veinte kilómetros de La Meca, el Mensajero les dijo que hiciesen un alto. Sabiendo que escaseaba el agua, lanzó una flecha dentro del único pozo de Judaybiya. El agua empezó a manar y llenó el pozo. Todos bebieron un poco, hicieron wudu (ablución ritual) y llenaron sus odres.[1]
Siendo así que los mecanos no dejaban a los musulmanes entrar en La Meca, el Mensajero envió a Budayl ibn Warqa, un hombre de la tribu de Juda’a (aliados de los musulmanes) para que anunciase que los musulmanes habían venido para peregrinar y que estaban desarmados. Los coraichíes respondieron enviando a Urwa ibn Masud al-Zaqafi. Mientras hablaba con el Mensajero, Urwa trató de mesarle de la barba a modo de broma. Mughira ibn Shuba golpeó su mano y le dijo que se la cortaría si Urwa volvía a hacer eso, ya que su mano era impura.
Mughira era el primo de Urwa y había aceptado el Islam dos meses antes. De hecho, tan sólo unos meses antes Urwa había pagado el precio de la sangre de un crimen que Mughira había cometido. ¡Cómo había cambiado el Islam a Mughira! El compromiso de los Compañeros con su causa y su devoción al Profeta impresionó a Urwa, el cual regresó a los coraichíes diciendo: “He visitado a Cosroes, a César y a Negus. Ninguno de sus súbditos son tan devotos a sus gobernantes como lo son los Compañeros de Muhammad con éste. Os aconsejo que no luchéis contra él”.[2]
Los coraichíes hicieron caso omiso de este consejo y no dieron una cálida bienvenida a Jarash ibn Umayya, que el Mensajero envió a por Urwa. Jarash fue seguido por Osman ibn al-Affan, el cual tenía poderosos familiares entre los coraichíes. Aunque Osman vino a negociar, los mecanos lo capturaron. Al no llegar a la hora prevista, corrieron rumores de que le habían matado. En ese momento, el Profeta, sentado bajo un árbol, hizo jurar a sus Compañeros que se mantendrían unidos y de que lucharían hasta la muerte. Él hizo de representante del ausente Osman respecto a su juramento.[3] Tan sólo Yadd ibn Qays, escondido tras un camello, no prestó juramento.
La revelación que descendió en aquel momento decía lo siguiente:
Realmente Allah quedó complacido con los creyentes cuando te juraron fidelidad bajo el árbol y supo lo que había en sus corazones e hizo descender sobre ellos el sosiego y los recompensó con una victoria cercana (48:18).
En aquel momento de tensión, una nube de polvo apareció en la distancia. Resultó ser una delegación dirigida por Suhayl ibn Amr. Cuando el Mensajero supo de ello, tomó su nombre que significa facilidad en árabe como buen augurio y dijo a sus Compañeros: “La situación se ha aliviado”. Finalmente, los coraichíes accedieron a hacer una tregua y se firmó el Tratado de Judaybiya.
Bajo dicho tratado, el Profeta y sus seguidores podrían hacer la peregrinación al año siguiente, no este año, para lo cual los mecanos desalojarían la ciudad por tres días. El tratado también estipulaba una tregua de 10 años; que la gente y las tribus podrían unirse o aliarse con quienes quisieran; y que los individuos o subordinados coraichíes que desertasen a Medina, serían devueltos. Esta última condición no era recíproca y, por lo tanto, había oposición a la misma en el campamento musulmán. Escandalizó a gente como Omar, el cual le preguntó al Profeta al respecto. Sin embargo, fue de poca importancia. Los musulmanes devueltos a La Meca no solían renunciar al Islam. Muy al contrario, serían elementos de cambio en La Meca.
Justo antes de que el tratado fuese firmado, Abu Yandal, el hijo de Suhayl, llegó encadenado y pidió unirse a los musulmanes. El Mensajero tuvo que devolverlo a su padre llorando. Sin embargo, le susurró: “Allah te salvará dentro de poco a ti y a tus semejantes”.[4]
Poco después de que el tratado fuese firmado, Utba ibn Asid (también conocido como Abu Basir) desertó para irse a Medina. Los coraichíes enviaron a dos hombres para exigir su regreso. En su camino de vuelta hacia La Meca, Abu Basir escapó, matando a uno de los hombres e hiriendo a otro. El Mensajero, apelando a los términos del tratado, no le permitió quedarse en Medina. Por lo que se asentó en Iyss, un lugar situado en el camino de La Meca a Siria. Los musulmanes detenidos en La Meca empezaron a unirse a Abu Basir. A medida que el asentamiento crecía, los mecanos percibieron que ello iba a constituir una amenaza potencial a su ruta comercial. Esto les forzó a que pidiesen al Mensajero que anulase la cláusula pertinente y que admitiese a los mecanos en Medina.[5]
El Corán llamó al Tratado de Judaybiya “victoria manifiesta”: Te hemos dado una victoria manifiesta (48:1). Se comprobó que era cierto por varias razones, entre ellas:
• Al firmar este tratado tras varios años de conflicto, los coraichíes admitieron que los musulmanes eran sus iguales. De hecho, abandonaron la lucha, pero no lo admitieron entre ellos. Al ver a los mecanos hacer tratos con el Profeta como su igual y como gobernante, una oleada de conversos fluyó hacia Medina desde toda Arabia.
• Muchos coraichíes se beneficiaron de la paz resultante al reflexionar finalmente sobre lo que estaba pasando. Coraichíes destacados como Jalid ibn Walid, Amr ibn al-As y Osman ibn Talha, famosos por sus habilidades militares y políticas, aceptaron el Islam. Osman era la persona encargada de la custodia de llaves de la Kaba. Tras la conquista de La Meca, el Mensajero le honró encargándole el mismo cometido.
• Los coraichíes consideraban la Kaba como propiedad exclusiva de ellos, por lo que solicitaban de sus visitantes que les pagasen un tributo. Al no someter el peregrinaje de los musulmanes a dicho tributo, los coraichíes acabaron, sin darse cuenta, con dicho monopolio. Las tribus beduinas comprendieron que los coraichíes no tenían derecho alguno a alegar propiedad en exclusiva.
• En aquel entonces había hombres y mujeres musulmanes viviendo en La Meca. No todos en Medina sabían quiénes eran. Algunos servían al Mensajero como espías. Si se hubiese entablado una batalla en La Meca, el ejército musulmán victorioso habría matado a alguno de ellos. Esto hubiese provocado una gran angustia personal, a la vez que el martirio o la identificación de los espías del Profeta. El tratado previno dicho desastre.
El Corán señala ese hecho:
Y Él es Quien hizo que sus manos se alejaran de vosotros y las vuestras de ellos en la hondonada de La Meca, después de haberos dado la victoria sobre ellos. Allah ve lo que hacéis. Ellos son los que se negaron a creer y os apartaron de la Mezquita Inviolable y de las ofrendas, impidiendo que llegaran al lugar de sacrificio. Y de no haber sido porque había hombres y mujeres creyentes que no conocíais, habríais atacado y entonces, sin saberlo, habríais incurrido en delito a causa de ellos; para que Allah incluyera en Su misericordia a quien quiso (creyentes e incrédulos). Pero si hubieran estado aparte de ellos, habríamos castigado a los que de ellos se negaron a creer con un doloroso castigo (48:24-25).
• El Profeta realizó la peregrinación menor al siguiente año. La aseveración: “No hay más dios que Allah y Muhammad es Su Mensajero”, sonó por toda la Meca. Los coraichíes, acampados en la colina de Abu Qubays, oyeron ese presagio de próxima victoria del Islam. Esta fue, de hecho, la confirmación de Allah de la visión que dio a Su Mensajero:
Así fue como Allah le confirmó la visión a Su Mensajero con la verdad: Entraréis en la Mezquita Inviolable si Allah quiere, a salvo, con la cabeza afeitada o los cabellos recortados y no tendréis nada que temer. Él supo lo que vosotros no sabíais y dispuso, además de esto, una conquista cercana (48:27).
• El acuerdo le permitía al Mensajero tratar con otros. En las expediciones posteriores al tratado, los musulmanes conquistaron las formidables fortalezas de Jaibar, proponiéndoles que se convirtiesen o que aceptasen el gobierno musulmán pagando tributo a cambio de protección (yizya). Los vecinos, además de otras tribus árabes, estaban impresionados por la creciente fuerza del estado musulmán.
Los musulmanes cumplieron fielmente las cláusulas del tratado. Sin embargo, una tribu aliada de los mecanos no lo hizo así. Los Banu Bakr atacaron a los Banu Juda que se habían aliado al Profeta. Por lo tanto en diciembre de 629, el Mensajero marchó con un ejército de diez mil hombres contra La Meca, capturándola sin apenas resistencia el primer día del nuevo año. La Kaba fue purificada de ídolos y, en los dos días siguientes, los mecanos aceptaron el Islam. Esto ocurrió ya que:
Él es Quien envió a Su Mensajero con la guía y la religión verdadera para hacerla prevalecer sobre todas las demás; y Allah basta como Testigo. Muhammad es el mensajero de Allah, los que están con él son duros con los incrédulos y compasivos entre ellos, los ves inclinados y postrados buscando favor de Allah y aceptación, y en sus caras llevan la huella de la postración; así son descritos en la Torá. Y su descripción en el Evangelio es que son como una semilla que echa su brote, lo fortalece, cobra grosor y toma forma completa sobre su tallo maravillando a los sembradores, y con ellos indignar a los incrédulos. Allah ha prometido a los que de ellos crean y practiquen las acciones de bien un perdón y una enorme recompensa (48:28-29).
Un acontecimiento que merece explicación es el Tratado de Judaybiya. El Mensajero dijo a sus Compañeros que había soñado que dentro de poco iban a entrar en la Mezquita Sagrada de La Meca seguros, con sus cabezas rapadas o con el pelo corto. Sus Compañeros, especialmente los Emigrantes, estaban deleitados. Durante ese año, el Profeta se dirigió hacia La Meca con mil quinientos hombres desarmados vestidos de peregrino.
Informados de este acontecimiento, los Coraichíes se armaron y armaron a las tribus vecinas para mantener a los musulmanes fuera de La Meca. Enviaron unos doscientos soldados, dirigidos por Jalid ibn Walid e Ikrima ibn Abu Yahl hasta Qura’ al-Ghamim. Al ver a los musulmanes acercarse, regresaron a La Meca para difundir la noticia. Cuando los musulmanes alcanzaron Judaybiya, a unos veinte kilómetros de La Meca, el Mensajero les dijo que hiciesen un alto. Sabiendo que escaseaba el agua, lanzó una flecha dentro del único pozo de Judaybiya. El agua empezó a manar y llenó el pozo. Todos bebieron un poco, hicieron wudu (ablución ritual) y llenaron sus odres.[1]
Siendo así que los mecanos no dejaban a los musulmanes entrar en La Meca, el Mensajero envió a Budayl ibn Warqa, un hombre de la tribu de Juda’a (aliados de los musulmanes) para que anunciase que los musulmanes habían venido para peregrinar y que estaban desarmados. Los coraichíes respondieron enviando a Urwa ibn Masud al-Zaqafi. Mientras hablaba con el Mensajero, Urwa trató de mesarle de la barba a modo de broma. Mughira ibn Shuba golpeó su mano y le dijo que se la cortaría si Urwa volvía a hacer eso, ya que su mano era impura.
Mughira era el primo de Urwa y había aceptado el Islam dos meses antes. De hecho, tan sólo unos meses antes Urwa había pagado el precio de la sangre de un crimen que Mughira había cometido. ¡Cómo había cambiado el Islam a Mughira! El compromiso de los Compañeros con su causa y su devoción al Profeta impresionó a Urwa, el cual regresó a los coraichíes diciendo: “He visitado a Cosroes, a César y a Negus. Ninguno de sus súbditos son tan devotos a sus gobernantes como lo son los Compañeros de Muhammad con éste. Os aconsejo que no luchéis contra él”.[2]
Los coraichíes hicieron caso omiso de este consejo y no dieron una cálida bienvenida a Jarash ibn Umayya, que el Mensajero envió a por Urwa. Jarash fue seguido por Osman ibn al-Affan, el cual tenía poderosos familiares entre los coraichíes. Aunque Osman vino a negociar, los mecanos lo capturaron. Al no llegar a la hora prevista, corrieron rumores de que le habían matado. En ese momento, el Profeta, sentado bajo un árbol, hizo jurar a sus Compañeros que se mantendrían unidos y de que lucharían hasta la muerte. Él hizo de representante del ausente Osman respecto a su juramento.[3] Tan sólo Yadd ibn Qays, escondido tras un camello, no prestó juramento.
La revelación que descendió en aquel momento decía lo siguiente:
Realmente Allah quedó complacido con los creyentes cuando te juraron fidelidad bajo el árbol y supo lo que había en sus corazones e hizo descender sobre ellos el sosiego y los recompensó con una victoria cercana (48:18).
En aquel momento de tensión, una nube de polvo apareció en la distancia. Resultó ser una delegación dirigida por Suhayl ibn Amr. Cuando el Mensajero supo de ello, tomó su nombre que significa facilidad en árabe como buen augurio y dijo a sus Compañeros: “La situación se ha aliviado”. Finalmente, los coraichíes accedieron a hacer una tregua y se firmó el Tratado de Judaybiya.
Bajo dicho tratado, el Profeta y sus seguidores podrían hacer la peregrinación al año siguiente, no este año, para lo cual los mecanos desalojarían la ciudad por tres días. El tratado también estipulaba una tregua de 10 años; que la gente y las tribus podrían unirse o aliarse con quienes quisieran; y que los individuos o subordinados coraichíes que desertasen a Medina, serían devueltos. Esta última condición no era recíproca y, por lo tanto, había oposición a la misma en el campamento musulmán. Escandalizó a gente como Omar, el cual le preguntó al Profeta al respecto. Sin embargo, fue de poca importancia. Los musulmanes devueltos a La Meca no solían renunciar al Islam. Muy al contrario, serían elementos de cambio en La Meca.
Justo antes de que el tratado fuese firmado, Abu Yandal, el hijo de Suhayl, llegó encadenado y pidió unirse a los musulmanes. El Mensajero tuvo que devolverlo a su padre llorando. Sin embargo, le susurró: “Allah te salvará dentro de poco a ti y a tus semejantes”.[4]
Poco después de que el tratado fuese firmado, Utba ibn Asid (también conocido como Abu Basir) desertó para irse a Medina. Los coraichíes enviaron a dos hombres para exigir su regreso. En su camino de vuelta hacia La Meca, Abu Basir escapó, matando a uno de los hombres e hiriendo a otro. El Mensajero, apelando a los términos del tratado, no le permitió quedarse en Medina. Por lo que se asentó en Iyss, un lugar situado en el camino de La Meca a Siria. Los musulmanes detenidos en La Meca empezaron a unirse a Abu Basir. A medida que el asentamiento crecía, los mecanos percibieron que ello iba a constituir una amenaza potencial a su ruta comercial. Esto les forzó a que pidiesen al Mensajero que anulase la cláusula pertinente y que admitiese a los mecanos en Medina.[5]
El Corán llamó al Tratado de Judaybiya “victoria manifiesta”: Te hemos dado una victoria manifiesta (48:1). Se comprobó que era cierto por varias razones, entre ellas:
• Al firmar este tratado tras varios años de conflicto, los coraichíes admitieron que los musulmanes eran sus iguales. De hecho, abandonaron la lucha, pero no lo admitieron entre ellos. Al ver a los mecanos hacer tratos con el Profeta como su igual y como gobernante, una oleada de conversos fluyó hacia Medina desde toda Arabia.
• Muchos coraichíes se beneficiaron de la paz resultante al reflexionar finalmente sobre lo que estaba pasando. Coraichíes destacados como Jalid ibn Walid, Amr ibn al-As y Osman ibn Talha, famosos por sus habilidades militares y políticas, aceptaron el Islam. Osman era la persona encargada de la custodia de llaves de la Kaba. Tras la conquista de La Meca, el Mensajero le honró encargándole el mismo cometido.
• Los coraichíes consideraban la Kaba como propiedad exclusiva de ellos, por lo que solicitaban de sus visitantes que les pagasen un tributo. Al no someter el peregrinaje de los musulmanes a dicho tributo, los coraichíes acabaron, sin darse cuenta, con dicho monopolio. Las tribus beduinas comprendieron que los coraichíes no tenían derecho alguno a alegar propiedad en exclusiva.
• En aquel entonces había hombres y mujeres musulmanes viviendo en La Meca. No todos en Medina sabían quiénes eran. Algunos servían al Mensajero como espías. Si se hubiese entablado una batalla en La Meca, el ejército musulmán victorioso habría matado a alguno de ellos. Esto hubiese provocado una gran angustia personal, a la vez que el martirio o la identificación de los espías del Profeta. El tratado previno dicho desastre.
El Corán señala ese hecho:
Y Él es Quien hizo que sus manos se alejaran de vosotros y las vuestras de ellos en la hondonada de La Meca, después de haberos dado la victoria sobre ellos. Allah ve lo que hacéis. Ellos son los que se negaron a creer y os apartaron de la Mezquita Inviolable y de las ofrendas, impidiendo que llegaran al lugar de sacrificio. Y de no haber sido porque había hombres y mujeres creyentes que no conocíais, habríais atacado y entonces, sin saberlo, habríais incurrido en delito a causa de ellos; para que Allah incluyera en Su misericordia a quien quiso (creyentes e incrédulos). Pero si hubieran estado aparte de ellos, habríamos castigado a los que de ellos se negaron a creer con un doloroso castigo (48:24-25).
• El Profeta realizó la peregrinación menor al siguiente año. La aseveración: “No hay más dios que Allah y Muhammad es Su Mensajero”, sonó por toda la Meca. Los coraichíes, acampados en la colina de Abu Qubays, oyeron ese presagio de próxima victoria del Islam. Esta fue, de hecho, la confirmación de Allah de la visión que dio a Su Mensajero:
Así fue como Allah le confirmó la visión a Su Mensajero con la verdad: Entraréis en la Mezquita Inviolable si Allah quiere, a salvo, con la cabeza afeitada o los cabellos recortados y no tendréis nada que temer. Él supo lo que vosotros no sabíais y dispuso, además de esto, una conquista cercana (48:27).
• El acuerdo le permitía al Mensajero tratar con otros. En las expediciones posteriores al tratado, los musulmanes conquistaron las formidables fortalezas de Jaibar, proponiéndoles que se convirtiesen o que aceptasen el gobierno musulmán pagando tributo a cambio de protección (yizya). Los vecinos, además de otras tribus árabes, estaban impresionados por la creciente fuerza del estado musulmán.
Los musulmanes cumplieron fielmente las cláusulas del tratado. Sin embargo, una tribu aliada de los mecanos no lo hizo así. Los Banu Bakr atacaron a los Banu Juda que se habían aliado al Profeta. Por lo tanto en diciembre de 629, el Mensajero marchó con un ejército de diez mil hombres contra La Meca, capturándola sin apenas resistencia el primer día del nuevo año. La Kaba fue purificada de ídolos y, en los dos días siguientes, los mecanos aceptaron el Islam. Esto ocurrió ya que:
Él es Quien envió a Su Mensajero con la guía y la religión verdadera para hacerla prevalecer sobre todas las demás; y Allah basta como Testigo. Muhammad es el mensajero de Allah, los que están con él son duros con los incrédulos y compasivos entre ellos, los ves inclinados y postrados buscando favor de Allah y aceptación, y en sus caras llevan la huella de la postración; así son descritos en la Torá. Y su descripción en el Evangelio es que son como una semilla que echa su brote, lo fortalece, cobra grosor y toma forma completa sobre su tallo maravillando a los sembradores, y con ellos indignar a los incrédulos. Allah ha prometido a los que de ellos crean y practiquen las acciones de bien un perdón y una enorme recompensa (48:28-29).
[1] Muslim, Hadiz No.1834; Bujari, 4:256
[2] Bujari, 3:180; Ibn Hanbal, 4:324; Tabari, 3:75.
[3] Ibn Hisham, 3:330.
[4] Ibn Hisham, 3:321-33; Ibn Kazir, 4:188-93.
[5] Ibn Hisham, 3:337-38.
No hay comentarios:
Publicar un comentario